TOMADOS DE LA MANO SOBRE MEXICO

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En el viaje de regreso a casa desde Acapulco, el asiento del avión al lado del mío estaba vacío, pero no permaneció así mucho tiempo. Pasado un rato, Selena vino a sentarse cerca de mí. Para ese entonces yo llevaba ya un año tocando guitarra con Selena y Los Dinos pero nuestro viaje juntos realmente empezó en ese momento, cuando comenzamos a compartir nuestras vidas y a enamorarnos mientras desafiábamos la gravedad bajo el despejado cielo azul de México.

Comenzamos con temas intrascendentes, hablamos de música y del viaje que acabábamos de hacer. El hermano de Selena, A.B., nos había invitado a mí y a otros miembros de la banda a unas vacaciones en Acapulco a cambio de componer un jingle de Coca-Cola para Selena. Ella había comenzado a representar a Coca-Cola antes de que yo la conociera; habíamos escrito un jingle con un ritmo tejano para que el comercial sonara como una de las canciones de Selena.

—Vengan a México con nosotros —nos animó A.B. cuando vio que yo no estaba muy dispuesto—. Será divertido.

Tenía razón. Lo fue. Además, fue el viaje que cambió para siempre nuestras vidas

Hasta este momento, Selena y yo habíamos sido siempre buenos amigos, pero a nivel profesional. Yo era más amigo de su hermana mayor, Suzette, quien tocaba la batería en la banda y tenía un cálido y agudo sentido del humor. Con Suzette me sentía lo suficientemente cómodo como para bromear, pero mantenía una cierta distancia con Selena.

Selena tenía escasamente dieciocho años cuando entré por primera vez a su banda, pero ya era una cantante profesional madura. Acababa de firmar un contrato con Capitol EMI, que iniciaba su división latina, y tenía una voz que llegaba directo al corazón.

Muchas cantantes dan las notas correctas de una canción. Sin embargo, algo les falta. No sabría cómo explicarlo. Es posible que estén cantando una canción como si estuvieran contando una historia, cuando en realidad deberían estar haciendo una pregunta. O se muestran agresivas cuando deberían estar ronroneando.

Lo que una canción requiriera, Selena podía lograrlo y aún más. Era inteligente y aprendía la letra de inmediato. Sin embargo, lo más importante era que tenía un registro musical que iba desde una voz baja y profunda hasta los altos tonos de una soprano y podía trasmitir sentimientos intensos con su voz, ya fuera que cantara sobre el amor, sobre una pérdida, sobre una traición o sobre la ira.

Cuando Selena cantaba, lo hacía siempre como si se estuviera dirigiendo a uno. Todo el que la oía lo sentía. Tenía más presencia y control del público en el escenario que cualquier otra persona que haya conocido. El hecho de que fuera hermosa y tuviera una figura que podía detener el tráfico tampoco era un inconveniente.

Cuando mis amigos supieron que yo tocaba en la banda de Selena, siempre bromeaban conmigo acerca de su apariencia. Lo primero que decían siempre era algo relacionado con lo linda que era. No puedo contar el número de veces que les oí decir, “Oye, ¿se puede ser más afortunado? ¡Te encuentras justo detrás de ella en la banda y ves todo lo que pasa ante tus ojos!”.

“Sí, sí” , respondía. “Pero lo importante es que ella sabe cantar”. Desde que entré a la banda, no había tenido oportunidad de pasar un rato a solas con Selena. Siempre estábamos en grupo, ya fuera en el escenario, en el autobús, cuando salíamos a cenar si estábamos animados después de una presentación, en el estudio o jugando videojuegos.

Sin embargo, no me tomó mucho tiempo darme cuenta de que Selena y yo éramos polos opuestos. Ella era alegre y extrovertida y le encantaba ser el centro de atención. Mientras tanto, yo la observaba en silencio sin importar lo que estuviera ocurriendo alrededor, a veces me limitaba a oír música con mis audífonos o a tocar guitarra mientras los demás bromeaban. Selena no dejó pasar mucho tiempo antes de empezar a bromear y decir que yo era muy “retraído”.

selena, con amor    - -- chris perezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora