Cerca de un mes después de nuestro viaje a Acapulco, Selena y yo hablábamos a solas en un área poco iluminada del autobús en el que hacíamos la gira. Yo estaba recostado en mi cama, en uno de los camarotes altos y ella estaba parada a mi lado con el codo sobre el camarote. Estaba lo suficientemente cerca como para que yo me inclinara y la besara. ¿Me atrevería? El deseo me trastornaba.
De repente la puerta que separaba los camarotes del área de reunión se abrió de golpe, haciéndonos saltar a los dos. Su padre, Abraham, supuestamente debería estar conduciendo el autobús. Pero en cambio estaba aquí, ocupando todo el espacio de la puerta y mirándonos con un gesto de reproche.
Abraham no dijo ni una palabra. Miró a Selena, ella lo miró, y luego se fueron por el área de los camarotes a la parte posterior del autobús.
Más tarde, ella me dijo que su padre le había preguntado qué estábamos haciendo.
—Nada —respondió ella—. Sólo hablábamos.
—No parecía que no estuvieran haciendo nada —respondió él—. No querrás que la gente piense que hay algo entre tú y Chris.
Selena se disculpó y Abraham nunca me dijo nada al respecto. Para él, yo seguía siendo un buen tipo, un amigo de toda la familia. Creía que me podía tener confianza con respecto a su hija.
Lo que no sabía era que lo que sentíamos el uno por el otro había ido en aumento después de ese viaje a México, a pesar del constante escrutinio de los padres de Selena y de otros miembros de la banda dentro del reducido espacio del autobús de la gira.
Nunca pretendí que algo así pasara. Cuando subí al autobús en el que haríamos la gira por primera vez después de nuestro viaje a Acapulco, me había repetido que involucrarme con Selena no nos traería más que problemas a los dos —y también a Los Dinos. Estaba decidido a no permitir que eso ocurriera.
Sin embargo, en el mismo instante en que sus luminosos ojos negros se cruzaron con los míos, sentí que se derretían mis defensas. A partir de ahí, decidí estar abierto a lo que sucediera. Mis sentimientos por Selena eran tan abrumadores que sabía que tenía que darle a nuestra relación una oportunidad del 100%.
Era evidente que Selena sentía lo mismo. Así como había sido algo tan natural estar sentado a su lado en el avión cuando regresábamos de México y tomarnos de la mano mientras hablábamos, fue muy natural ahora pasar juntos todo el tiempo que nos fuera posible.
Antes de ese viaje a México, yo había mantenido una distancia profesional con ella. En el escenario, Selena cantaba al frente, mientras que yo estaba en el fondo, en mi propio mundo, tocando la guitarra y adaptándome a esta vida totalmente nueva. Fuera del escenario sólo la veía en compañía de su familia y de otros miembros de la banda. Entre una y otra gira solía pasar el tiempo con A.B. cuando ensayábamos o tocábamos en algún lugar de Corpus, y a veces Selena podía unírsenos para ver televisión o hablar por un rato, pero eso era todo.
Y así debía ser, eso era lo que pensaba durante ese primer año que trabajé con Los Dinos. Aunque saltaran chispas, las habría sofocado porque sabía que no podía haber nada entre los dos. Yo no quería poner en riesgo mi trabajo. Tenía una novia en San Antonio. Lo último que necesitaba era que se iniciara un rumor acerca de una relación entre los dos.
Al menos, sabía que la familia Quintanilla era muy unida, y que Abraham, el padre de Selena —a quien yo apreciaba y respetaba y a quien con frecuencia le hacía compañía en la parte delantera del autobús mientras iba conduciendo— estaría furioso y se sentiría traicionado si pensara que alguno de la banda hubiera tenido el atrevimiento de poner sus ojos en su hija.
Por eso trabajé manteniéndome siempre a distancia de Selena y procuraba pensar en ella como mi hermana menor. La única vez que dejé de lado esa posición, fue por pura casualidad.
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selena, con amor - -- chris perez
RomanceEsta historia real no me pertenece, le pertenece al sr. chris perez. solo quiero compartir este libro con ustedes.