Las adicciones son un tabú para algunos, para otros son algo insignificante, una salida que los cobardes usan para no afrontar sus problemas, algo que solo los perjudicaba a sus familias, pero aquellas personas no ven lo que en realidad pasa, a vece...
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Un nuevo día, una nueva tortura, de nuevo despertaba solo en esa cama matrimonial que alguna vez compartio con alguien especial, de nuevo se pasaba la mano por el cuello solo para ver que ya no tenía la sensación de la marca territorial que alguna vez que tuvo en su cuello, de nuevo estaba llorando acorrucado en las suaves y calidas mantas de su cama, de nuevo se sentía impotente, débil, inútil. Era difícil ser un omega que perdió a su alpha, el dolor y la soledad eran abrumadoras y le impedían pensar con claridad, le impedían ser el, le impedía hacer lo que amaba, por lo que había trabajado, su mente y estado emocional iban en decadencia cada vez más rápido, conforme su vida llegaba a un punto era difícil mantenerse bajo control, a sus cuarenta años se sentía como un adolescente de dieciséis que había sido abandonado por su alpha que apenas lo había marcado, era tan doloroso.
—¿Te encuentras bien? ¿Puedo pasar?— La voz del otro lado era profunda, sería, definitivamente no era la de la persona que esperaba, pero no importaba, debía entender que jamás volvería.
—Si...—respondió con la voz cortada, tratando de limpiar los rastros de lágrimas de sus ojos.
Escucho como la puerta era abierta para darle la entrada a uno de sus hijos, vestía su habitual ropa de dormir, sus lentes para leer y su largo y rosado cabello estaba recogido en una coleta alta, lo observaba desde la entrada con esos ojos rojos indescifrables que siempre parecían tan fríos como hielo, pero había aprendido a ver más allá, ver a través de esa mirada sería y esa pequeña mueca de preocupación.
—¿Una pesadilla?—preguntó con cautela, caminando a su lado para poder sentarse en la cama y quedar cerca de él. —No... Solo recordaba el pasado... Mi nuevo trabajo me hace difícil el poder olvidarlo...—respondió por lo bajo, apartando la mirada y sujetando con fuerza la manta de la cama.
Intentó calmarse pasando su mano por su cabello para acomodarlo hacía atrás, no quería que lo mirase en ese estado tan vulnerable y deplorable, pero tampoco quería preocupar lo ignorando su presencia, su mente igual que cada mañana era un dilema, apenas podía mantener bajo control sus emociones, realmente se desconocía, todas las mañanas despertaba como alguien diferente, su mente no estaba bien, su cuerpo se sentía como el de otra persona, su propio aroma le sofocaba, sabía que eso solía pasar con los omegas que perdían a sus alphas destinados, se sumían en una depresión tan dolorosa que se acababan perdiendo a sí mismos.
—Comprendo, Wilbur salió temprano así que posiblemente llegue hasta tarde, no tengo nada que hacer hoy así que, ¿Quieres que te acompañe? No pareces muy bien Phil.—
Aunque no lo pareciera su hijo era una persona de muy buen corazón, era bondadoso, amable, educado y protector, lo amaba desde lo más profundo de su corazón, pero desde hace tanto tiempo que su propio corazón se cuestiona esos mismos sentimientos, estaba tan roto y perdido que no podía juntar las piezas y le hacía difícil poder decir con exactitud si seguía amándolos o no.
