Está inquieta. Lo que más le preocupa es su madre. Llama a su padre para preguntar cómo está, pero él nunca responde. Se pregunta: ¿Estará todo bien?. Mira por la ventana de su habitación, mientras espera ansiosa a que su padre regrese a casa. Pero nada. No hay rastros de él, por ninguna parte. Los minutos pasan y se convierten en horas. Las horas pasan y se convierten en días. ¿Qué estará pasando? Se pregunta.
Sale de la habitación. Camina por el pasillo y se detiene. Mira a su izquierda. En la pared hay colgado un cuadro de una mujer muy bella. Es su madre. Se acerca y acaricia su imagen. De sus ojos salen pequeñas lágrimas.
Quiere llorar, pero no puede. Hace un esfuerzo y se contiene. Escucha que alguien abre la puerta. Se apresura. Es su padre. Llega a dónde está él, y lo saluda con un Hola y un beso en la mejilla.
Le pregunta si todo está bien. El le dice que su madre sigue en terapia, pero que muestra signos de mejora. Eso a Luisa se alegra, ya que tiene la esperanza de que su madre salga adelante. Sin embargo, su padre no se ve muy convencido de eso.
Aún tiene dudas. Pero no se lo cuenta a su hija. No quiere que se preocupe más de lo que está. Por lo que le da un beso en la frente y sube las escaleras. Camina hacia la habitación y cierra la puerta. Mientras tanto, Luisa va a la cocina y prepara una comida deliciosa para los dos. Sirve la comida a la mesa y espera a que su padre salga de la habitación.
Con respecto a ella, sigue feliz por la noticia que acaba de recibir. Porque piensa que aquello es una buena señal. Una señal de que su madre muy pronto estará de nuevo en casa.
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Al servicio del alfa
WerewolfTras la inesperada muerte de su madre, Luisa depende única y exclusivamente de su padre. El gran Rey de la manada de plata. Si bien, la vida que lleva en ese mundo es muy buena, no es suficiente para llenar el vacío que lleva por dentro. Es por eso...