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Se pone una ropa cómoda y sale del cuarto . Camina por el pasillo. Baja por las escaleras y va a la cocina. Entra en ella y ve a su hija sentada en la mesa. Luego de observar la comida la mira de nuevo a ella y sonríe. Ella le responde de igual manera. No obstante, lo invita a tomar asiento.

Una vez sentados, ambos comienzan a disfrutar del almuerzo, pero sin decir una sola palabra. Quizás porque ninguno de los dos, tiene algo que decir. O quizás, porque ninguno de los dos se siente con ánimos de preguntar algo. Es por esa misma razón, que se genera un silencio incómodo. Tampoco se miran. Solo comen en silencio. Victor sabe que algo le preocupa a Luisa.

De seguro piensa que le está ocultando algo. ¿Pero qué? ¿Qué le podría estar pasando? Ante la incertidumbre decide preguntar: ¿Vas a ir de nuevo al hospital?. A lo que su padre le responde: Debo hacerlo. Ella me va a estar esperando.

Ante esa sola respuesta Luisa le pregunta si ella también puede ir. A lo que su padre le responde una vez más: que si. Que no hay problema con eso. Luisa se alegra.

Se levanta de su asiento y camina hacia su padre. Lo abraza y él mismo le corresponde. Quiere llorar, pero no puede. No puede mostrar debilidad. Mucho menos delante de su hija.

Mucho menos en un momento como este. Es por eso que se contiene. Mientras tanto, Luisa le agradece. Sabe que él está haciendo todo lo posible para que su madre salga adelante. Pero por desgracia no es suficiente.

El último diagnóstico, que le dio el médico, no fue bueno. Por eso teme lo peor. Es más, aún recuerda las palabras del médico: "aún es demasiado pronto para estar sentados en la vereda llorando".

Hace un esfuerzo y se mantiene tranquilo. Se separa del abrazo. Luisa ocupa de nuevo su lugar en la mesa y siguen comiendo. Cuando terminan se levantan de la mesa.

Victor sale de la cocina, sube las escaleras y va a su habitación para descansar. Entre tanto, Luisana, se queda limpiando y ordenando todo lo que ensuciaron.

Al poco tiempo sale de la cocina. Sube las escaleras y entra a la habitación de su padre. Lo arropa con una manta gruesa y le da un beso en la mejilla. Sale de la habitación y va a la suya. Pero no para dormir.

No tiene sueño. Su mente no deja de divagar y de dar vueltas en lo mismo. Hasta es posible que se imagine ver a su madre entrando a casa completamente recuperada y esbozando una bella sonrisa.

Al servicio del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora