El sonido del timbre resonaba en la escuela, marcando el inicio de una nueva jornada. La atmósfera estaba algo enrarecida; la noticia de que Izuku volvería al salón ese día había corrido rápidamente entre sus compañeros, y todos esperaban verlo regresar después de su estadía en el hospital. Había pasado una semana desde su ingreso, y aunque la “flor de sangre” no había desaparecido, Izuku se encontraba algo más estable, lo suficiente como para regresar a la escuela. A pesar de las precauciones de los médicos, él había insistido en volver a sus clases.
Bakugo, sin embargo, mantenía el rostro serio, fingiendo que no le importaba. Estaba sentado en su pupitre, con los brazos cruzados y la mirada fija en la puerta del salón. Nadie sabía lo que había pasado entre ellos, ni lo que él había visto en el hospital, y él tenía la intención de mantenerlo así. Sin embargo, desde esa visita, una extraña incomodidad se había instalado en su pecho, una que no podía ignorar y que lo mantenía en constante tensión.
Finalmente, la puerta del aula se abrió y, con pasos lentos, Izuku entró. Tenía el semblante cansado y ojeras marcadas, pero su expresión denotaba una determinación indomable. Al ver a sus amigos, esbozó una sonrisa débil y saludó con una leve inclinación de cabeza.
—¡Deku! —exclamó Uraraka, levantándose rápidamente de su asiento y corriendo hacia él—. Nos tenías preocupados. Me alegra tanto que estés de vuelta.
Izuku sonrió, algo abrumado por el recibimiento. Miró a los demás y agradeció el apoyo con una voz suave.
—Gracias, chicos… de verdad, gracias por preocuparse.
Bakugo, desde su asiento, observaba la escena con una mezcla de emociones que le resultaban difíciles de comprender. La imagen de Izuku en el hospital, pálido y vulnerable, se superponía con el Izuku frente a él en ese momento, el mismo que siempre se las arreglaba para volver a levantarse sin importar cuántas veces cayera. Sin embargo, en lugar de admitir que estaba contento de verlo de vuelta, su orgullo lo traicionó y lo hizo actuar con frialdad.
—Tch, dejen de hacer tanto escándalo por un debilucho —murmuró en voz alta, captando la atención de todos.
Izuku levantó la mirada y encontró los ojos de Bakugo, quien lo miraba con esa mezcla habitual de desprecio y desafío. Aunque las palabras de Bakugo eran hirientes, Izuku sabía que detrás de ellas había algo más. Desde aquella noche en el hospital, había sentido que algo entre ellos había cambiado, aunque Bakugo se empeñara en ocultarlo.
El día continuó, y aunque Izuku intentaba mantenerse al ritmo de la clase, se notaba que su energía no era la misma de antes. A pesar de los cuidados médicos, su enfermedad seguía latente, y aunque él intentaba ocultarlo, Bakugo lo notaba. Los pequeños detalles —la forma en que Izuku apretaba el pecho cuando nadie miraba, la forma en que su respiración se aceleraba tras un simple ejercicio físico— no se le escapaban. Algo en su interior se revolvía cada vez que veía a Izuku esforzarse al límite, como si estuviera dispuesto a seguir avanzando sin importar el costo.
Durante el entrenamiento de esa tarde, Bakugo y Deku fueron asignados al mismo equipo para una prueba práctica. Aizawa quería evaluar su capacidad para trabajar juntos, pero Bakugo lo tomó como una oportunidad para retar a Izuku, para ver si realmente era tan fuerte como pretendía.
—A ver si puedes mantenerte en pie, Deku —le dijo con tono desafiante mientras caminaban hacia la arena de práctica—. No voy a contenerme solo porque te estés muriendo por una estupidez sentimental.
Izuku lo miró, con una mezcla de sorpresa y tristeza, pero trató de mantenerse firme. Sabía que esa era la forma de Bakugo de enfrentar la situación, aunque doliera. Tomó una profunda respiración y asintió.
—No espero que lo hagas, Kacchan. Nunca he esperado que me tengas piedad.
La prueba comenzó, y ambos se lanzaron al combate con intensidad. Aunque intentaban coordinarse, el carácter impulsivo de Bakugo chocaba con la prudencia de Izuku, lo que generaba tensión en sus movimientos. Izuku trataba de mantenerse al nivel de Bakugo, pero cada golpe le costaba más esfuerzo del que aparentaba. Sin embargo, no iba a rendirse; no después de haberle confesado sus sentimientos, no después de todo lo que había enfrentado.
Bakugo, observándolo de reojo, podía ver el esfuerzo desmedido que Izuku ponía en cada ataque, en cada defensa. El recuerdo de los pétalos de sangre volvió a su mente, y sin poder controlarlo, la frustración lo consumió. Sentía que estaba peleando con alguien que no tenía posibilidades, alguien que seguía adelante solo por una absurda necesidad de demostrar algo.
Finalmente, en un momento de descuido, Izuku tropezó y cayó al suelo, jadeando, con la mano en el pecho. Su respiración era entrecortada, y aunque trataba de levantarse, su cuerpo parecía resistirse.
—¡Levántate, Deku! —gritó Bakugo, acercándose a él con el rostro endurecido—. ¿No dijiste que no querías que te tuviera piedad? Entonces no actúes como si fueras un maldito inválido.
Izuku levantó la vista, con los ojos vidriosos. Sentía que su cuerpo estaba al límite, pero el tono de Bakugo, aunque duro, parecía tener un trasfondo que no había sentido antes. Respiró hondo, tratando de recobrar la compostura.
—No es eso, Kacchan… —murmuró, intentando levantarse—. No quiero rendirme. Solo… necesito un segundo.
Bakugo apretó los dientes, frustrado, pero en el fondo había algo más: miedo. El simple hecho de ver a Deku en ese estado lo inquietaba de una manera que no podía expresar en palabras. Sintió que el enojo y la preocupación se mezclaban, y en un arrebato de frustración, lo levantó bruscamente por el brazo.
—Si no puedes soportarlo, entonces lárgate —dijo con frialdad—. No quiero que mueras aquí, haciendo el ridículo.
Izuku bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de Bakugo como una herida abierta. Pero algo en su tono, en la forma en que lo sostenía con firmeza, le hizo darse cuenta de que Bakugo no lo decía con desprecio, sino con una extraña mezcla de temor y enojo.
—Lo siento, Kacchan… No voy a irme. No quiero dejar de intentarlo.
Bakugo soltó su brazo con brusquedad, pero no dijo nada más. Se dio la vuelta, tratando de ocultar la expresión de preocupación en su rostro, y se alejó unos pasos.
Cuando la prueba terminó, Bakugo estaba esperando en la salida del campo de entrenamiento. Izuku pasó junto a él, con el rostro sudoroso y la respiración aún agitada. Bakugo le lanzó una mirada rápida y soltó un gruñido.
—No quiero que te mates solo por intentar seguirme el ritmo —dijo en voz baja, como si lo que estaba diciendo fuera algo prohibido—. Si no puedes mantenerte en pie, entonces retrocede y déjame hacer el trabajo.
Izuku se detuvo y lo miró. Sabía que esa era la forma de Bakugo de expresar preocupación, y aunque fuera indirecta y ruda, significaba mucho para él. Asintió suavemente.
—No voy a rendirme, Kacchan. No quiero ser una carga, pero… gracias por preocuparte.
Bakugo bufó, desviando la mirada rápidamente.
—¿Quién dijo que me preocupo, idiota? Solo no quiero que te caigas a mitad del entrenamiento y pongas en ridículo al equipo.
Izuku sonrió levemente, entendiendo que ese era el límite de lo que Bakugo podía admitir. Sabía que, aunque sus palabras fueran duras y parecieran desprecio, Bakugo estaba comenzando a abrirse, a su manera.
Al final del día, mientras todos se preparaban para irse, Bakugo se quedó un momento a solas, mirando por la ventana de la sala de entrenamiento. Sus pensamientos giraban en torno a lo que había sucedido, a la confesión de Deku, a la enfermedad que lo consumía lentamente. Se sintió atrapado en una contradicción: no quería aceptar los sentimientos que comenzaban a surgir en su interior, pero al mismo tiempo, no podía soportar la idea de perder a Deku.
La frustración lo hacía rechinar los dientes. Detestaba la vulnerabilidad que Deku le provocaba, el caos que causaba en su interior. Y aunque intentaba expresar sus sentimientos en forma de desprecio, sabía que, en el fondo, cada palabra dura que le decía era solo un reflejo de su propio temor a reconocer lo que sentía.
Con el corazón lleno de emociones conflictivas, Bakugo se dio cuenta de que estaba atrapado en una batalla que no podía ganar, una batalla que involucraba no solo su orgullo, sino también algo que nunca había
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Flores de sangre
FanficIzuku Midoriya ha estado enamorado en silencio de Katsuki Bakugo por años, pero sabe que su amor nunca será correspondido. Sin embargo, esta verdad dolorosa se manifiesta de una manera mortal: con cada pensamiento reprimido, Izuku comienza a toser p...