Capítulo 15

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Alexander Davies

El aire en aquel lugar era denso, cargado de una energía casi palpable. Personas se movían a mi alrededor, bailando, besándose, entregándose a la noche. Pero yo no estaba allí para eso. Mi objetivo era más interesante, como un cazador que busca la pieza más valiosa en su terreno.

Mis ojos recorrieron cada mesa en busca de mi presa, pero no la encontré. Sin embargo, no estaba ansioso; la noche apenas comenzaba y había otras formas de entretenerme mientras esperaba su llegada. Jane estaba detrás de la barra, sirviendo bebidas a los sedientos que se acercaban. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia ella, consciente de que en este lugar te vigiliaban hasta el culo.

—¿Todo bajo control? —susurré mientras me acercaba.

—Sí —respondió entre dientes, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Perfecto. Recuerda, si el imbécil de Javier empieza a hacer de las suyas, tú avísame. No voy a dejar que su miedo arruine todo —dije antes de alejarme con cautela.

Me alejé de la barra y busqué un lugar más apartado, donde pudiera observar sin ser el centro de atención. Me senté en un rincón, con una vista clara hacia la pista de baile. La música pulsaba, y las luces parpadeaban, creando un ambiente casi hipnótico.

Fue entonces cuando una de las chicas del espectáculo de striptease se acercó. Con movimientos sensuales, se deslizó a mi lado y comenzó a bailar, sus caderas moviéndose al ritmo de la música. La miré con desdén; no iba a dejarme llevar por esa distracción. Me mantuve impasible, con una expresión neutra mientras ella se contoneaba cerca.

Sin embargo, en medio del baile, una figura familiar apareció en mi campo de visión. Era Mariana. Su presencia iluminaba el ambiente; vestía un vestido que acentuaba cada curva de su cuerpo. Su cabello negro caía en cascadas suaves por sus hombros, mientras sus ojos verdes brillaban con una intensidad hipnótica. La vi acercarse y, en un instante, todo lo demás se desvaneció.

La chica de striptease notó a Mariana y sonrió con desdén. Mariana se detuvo frente a mí y miró a la bailarina.

—¿Te está molestando? —preguntó con una mezcla de curiosidad y desafío.

No podía apartar la mirada de Mariana; su belleza era hipnotizante y su confianza inigualable.

—Eso es suficiente —dijo Mariana con firmeza—. Creo que es hora de que te vayas.

La bailarina arqueó una ceja pero decidió alejarse, dejando el camino libre entre Mariana y yo. La chica me dió una sonrisa de dientes perfectos y se sentó justo a mi lado. Los segundos se hacían minutos, y los minutos se hacían horas mientras la observaba. Su belleza era algo sobrenatural, pero debía concentrarme en lo que verdaderamente importaba.

—¿Es tu primera vez aquí? —susurró en mi oído con una voz melodiosa que se elevaba por encima del bullicio.

—Sí, es un lugar bastante peculiar —respondí, balbuceando mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas. Ella soltó una risa suave, casi musical.

—¿Estás nervioso o es solo parte del ambiente? —preguntó con una sonrisa pícara, alzando una ceja en un gesto juguetón.

—No, para nada —negué rápidamente, aunque sabía que mi voz delataba un ligero temblor. —¿Te gustaría tomar un trago?

—Por supuesto, así podemos conocernos un poco más —dijo amablemente, su mirada iluminada por la curiosidad.

Sin pensarlo dos veces, extendí la mano hacia ella y la guié hacia la barra. El camino estaba lleno de luces parpadeantes y el murmullo de la música, pero en ese momento, solo existíamos nosotros dos.

Atracción MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora