Rebecca
El estruendoso rugido del motor del auto se apagó, indicando que finalmente habíamos llegado. Se detuvo justo frente a la gigantesca mansión, ante mis ojos. Sin pensarlo dos veces, me lancé fuera del auto. Al levantar la vista ví a Lucas, mi mejor amigo de la infancia, con los brazos cruzados y su semblante totalmente serio. Su mirada reflejaba un profundo desdén hacia a Alexander como si su presencia le repugnara por completo.
—¿De verdad Rebecca? —preguntó incrédulo, como si no pudiera procesar lo que estaba ante sus ojos.
—Lucas, ahora no —respondí, tratando de restarle importancia a la situación.
Lucas frunció el ceño.
—Yo preocupándome por ti y tú apareces con este tipo. Tienes prohibido acercarte a él —dijo Lucas, su tono autoritario resonando en el aire.
—¿Y quién lo dice, tú? —interrumpió Alexander, con su habitual sarcasmo.
—No te he pedido tu opinión —se defendió Lucas.
—Claro, y dime, ¿quién eres tú para dar órdenes aquí, eh? —replicó Alexander, desafiándolo.
La discusión se intensificaba y me ví en la necesidad de intervenir.
—¡Basta! —grité, lo suficientemente alto para que ambos me escucharan. —Tú a tu casa —dije señalando a Alexander— y Lucas, tú y yo hablaremos adentro.
Alexander chasqueó la lengua con desdén y me lanzó una última mirada, fijando sus ojos en los míos antes de ofrecerme una sonrisa de lado.
—Ya ves. Todos te tienen en sus manos, Becca —dijo, utilizando un diminutivo de mi nombre que me hizo sentir incómoda. Le devolví una sonrisa forzada y, sin más, me giré para dirigirme hacia la casa. Lucas lanzó una última mirada a Alexander antes de seguirme.
—Rebecca, tienes que alejarte de ese tipo, no te hace bien. Siempre desobedeces solo por seguirlo y ¿para qué? Para que luego haga lo que quiera contigo —dijo Lucas, su tono lleno de preocupación.
—Ya —respondí, desestimando su sermón.
—Te comportas como una cualquiera —añadió, y esas palabras me hirieron como un puñal.
La rabia burbujeó dentro de mí. Sin pensarlo, levanté la mano y la impacté contra su rostro con toda la fuerza que pude reunir. El sonido del golpe resonó en la habitación, y el silencio que siguió parecía eterno. Lucas se quedó paralizado, tocándose la mejilla algo sorprendido.
—¡No te permito que me hables así! —grité, mi voz temblando de furia.
—Solo me preocupo por ti —se excusó él, con una mano en su mejilla aún enrojecida por el golpe.
—¡Vaya! Es guay la forma en la que te preocupas por mí —exclamé con ironía, alzando un poco más la voz.
—Tengo suficientes razones para hacerlo —replicó, dando un paso hacia mí.
—¿Sí? ¿Cuáles? —pregunté, cruzándome de brazos y fijando mis ojos en los suyos, desafiándolo a explicarse.
De repente, sin previo aviso, él se inclinó y pegó sus labios con los míos. El shock me paralizó por un instante, pero luego reaccioné rápidamente. Lo empujé con fuerza, alejándolo de mí.
—¿Qué haces? —grité, furiosa.
Mi corazón latía con fuerza mientras lo miraba, sintiendo una mezcla de sorpresa y rabia. No podía creer que hubiera cruzado esa línea.
—Lo que he querido hacer hace muchos años —confesó.
Aún no podía creer las palabras que salían de su boca, todas causando impacto en mí. Lucas ha sido mi mejor amigo desde que tengo uso de razón, sabía que él tenía algún tipo de amor platónico por mí, siempre lo rechazé, pero no directamente. El salía a fiestas, se liaba con chicas, y eso no me incomodaba para nada. Llegué a pensar que por fin había aceptado que lo nuestro era definitivamente imposible, pero ahora me doy cuenta que ha reprimido esos sentimientos todo este tiempo.
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Atracción Mortal
RomanceTodo en él gritaba peligro, su mirada fría, sus movimientos calculados, el oscuro pasado que parecía envolverlo. Ella lo sabía, pero el peligro nunca la había detenido antes. Para él, ella era intocable. Para ella, él era irresistible. Dos mundos de...