El Susurro en el Aula

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Era un día nublado de octubre cuando el nuevo semestre comenzó en el Colegio San Ignacio. Clara, una estudiante de segundo año, estaba emocionada pero también un poco nerviosa. Había oído rumores sobre el antiguo edificio de la escuela, especialmente sobre el aula 203, que, según decían, estaba maldita.

Los rumores hablaban de un maestro que había desaparecido misteriosamente hace años y de los extraños susurros que se escuchaban en la sala. Sin embargo, Clara no creía en esas historias. Era una estudiante aplicada y prefería centrarse en sus estudios.

En su primer día en el aula 203, Clara entró y se sorprendió por la apariencia desgastada de la habitación. Las paredes estaban cubiertas de grafitis y las ventanas estaban polvorientas. El aire tenía un olor a humedad y encierro. La maestra, la Sra. Hernández, les advirtió que no prestaran atención a las leyendas urbanas.

-Es solo un aula vieja

-Concentrémonos en aprender.

Dijo la Sra. Hernández

Pero a medida que las semanas pasaron, Clara comenzó a notar cosas extrañas. A veces, mientras hacía sus tareas, podía escuchar susurros que parecían provenir de la pared. Al principio pensó que eran sus compañeros de clase, pero pronto se dio cuenta de que no había nadie en el aula cuando sucedía.

Una tarde, mientras se quedaba después de clases para repasar, los susurros se intensificaron. Eran como voces que llamaban su nombre.

-Clara... Clara... ven....

La inquietud la invadió, pero su curiosidad pudo más que su miedo. Se acercó a la pared, colocando la mano sobre el frío yeso.

-¿Quién está ahí?

Preguntó, su voz temblando. Pero solo recibió silencio a cambio. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de alejarse, la voz volvió a susurrar.

-Ayúdanos...

El corazón de Clara latía con fuerza. En ese momento, decidió que tenía que investigar. Esa noche, después de hablar con su mejor amiga, Paula, ambas decidieron volver al colegio para explorar el aula. Armadas con linternas, se escabulleron por los pasillos oscuros. La atmósfera era tensa y el silencio casi opresivo.

Cuando llegaron a la aula 203, Clara se sintió incómoda. Las sombras danzaban a la luz de sus linternas, y el aire estaba cargado de una energía inquietante. Una vez dentro, encendieron sus linternas y empezaron a explorar.

-¿Escuchas eso?

Preguntó Paula, frunciendo el ceño. Clara asintió, y el susurro volvió a llenar la habitación.

-Clara... Paula... ven...

Ambas se miraron, el miedo reflejado en sus ojos.

-¿Deberíamos quedarnos?

Preguntó Paula, con la voz temblando. Clara, aunque aterrorizada, estaba decidida.

-Tenemos que averiguar qué está pasando.

Mientras seguían los susurros, encontraron un viejo escritorio en la esquina de la clase. Estaba cubierto de polvo, pero Clara notó algo brillante en la parte superior: un viejo reloj de bolsillo. Al acercarse, el susurro se intensificó, y parecía que las voces estaban más cerca.

-¡Déjalo! ¡Es peligroso!

Exclamó Paula, pero Clara, sintiendo una extraña conexión, levantó el reloj. En ese momento, la temperatura de la habitación cayó drásticamente. Las luces parpadeaban, y el susurro se convirtió en gritos.

-¡Ayúdanos!.

Clara se asustó y dejó caer el reloj. Este se estrelló contra el suelo, y en ese instante, una sombra oscura emergió del rincón del aula. Era la figura de un hombre, vestido con ropa de antaño, con ojos vacíos y una expresión de desesperación.

-¿!Por qué no me ayudan ustedes dos!?

Gritó la figura, su voz resonando en la habitación. Clara y Paula retrocedieron, aterrorizadas. La figura parecía estar atrapada en el tiempo, y su presencia llenó el aula de un frío helado.

-¡Salgan de aquí!

Exclamó la Sra. Hernández, que de repente apareció en la puerta. Clara y Paula, aún paralizadas por el miedo, escucharon la advertencia.

-No deben estar aquí.

-Este lugar está maldito.

Con la voz de la Sra. Hernández como única guía, las chicas salieron corriendo del aula. Mientras corrían por los pasillos, el eco de los gritos y susurros las seguía. Cuando finalmente llegaron a la salida, se dieron la vuelta, solo para ver que el aula 203 estaba cerrada, y la figura se desvanecía en la oscuridad.

A la mañana siguiente, Clara y Paula no podían dejar de pensar en lo que había sucedido. Decidieron contarle a la Sra. Hernández, quien, para su sorpresa, no se mostró sorprendida.

-Hay historias que permanecen aquí, historias de quienes nunca encontraron paz

Ella les explicó.

Desde aquel día, Clara y Paula nunca volvieron a la aula 203. A pesar de los intentos de olvidarlo, el susurro de las voces seguía resonando en sus mentes, un recordatorio de que a veces, hay secretos en las sombras que deben permanecer ocultos, y que algunos lugares nunca dejan ir a aquellos que buscan respuestas.

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