Era una noche oscura y fría cuando un grupo de amigos se reunió en el parque central de su barrio para jugar a Bendito Escondido. Habían oído los rumores: aquellos que jugaban este juego durante la noche nunca volvían a ser los mismos. Decían que, al jugar ese juego en la noche, hacías una invitación a los fantasmas que habitaban en el lugar a jugar contigo. Sin embargo, el morbo y la emoción de la aventura eran demasiado irresistibles.
Laura, Tomás , Carla y Javier estaban emocionados.
-Es solo un juego
Dijo Laura, con una sonrisa desafiante.
-Nada de qué preocuparse.
Se separaron para establecer las reglas. Al caer la noche, se hicieron un círculo y comenzaron a contar. Uno de ellos se quedaría buscando a los demás, mientras los otros se escondían.
-Yo seré el que busca
Dijo Tomás, cerrando los ojos mientras contaba hasta veinte. Sus amigos se dispersaron, riendo y empujándose entre ellos. Laura encontró un lugar detrás de un viejo banco, cubierto de hiedra, y se quedó quieta, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. La oscuridad envolvía el parque, y el aire se sentía denso.
Mientras Tomás contaba, la risa de sus amigos se desvanecía, reemplazada por un silencio inquietante. Cuando terminó de contar, abrió los ojos y comenzó a buscar.
-¡Bendito escondido, si me escuchas, ven a jugar!
Gritó, como era la tradición.
Mientras buscaba, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Miró a su alrededor, pero el parque estaba en calma. Sin embargo, había algo extraño en el aire. Una sombra se movió entre los árboles, pero cuando Tomás se giró, no había nada.
Unos minutos después, escuchó un susurro.
-Tomás... ven...
Era un sonido suave, casi seductor. Se acercó a la fuente del sonido, y, para su horror, se encontró con una figura espectral, un niño pequeño con una sonrisa inquietante, que lo miraba desde detrás de un árbol.
-¿Quieres jugar?
Preguntó la figura, antes de desvanecerse en el aire.
Tomás sintió que el miedo lo invadía. "Esto no es un juego", pensó, y decidió que era mejor regresar a donde estaban los demás. Mientras caminaba, notó que la atmósfera había cambiado. El aire estaba pesado y el viento había cesado. Todo estaba en silencio, como si el parque contuviera la respiración.
Mientras tanto, Laura, escondida detrás del banco, escuchó un ruido sutil. Un crujido detrás de ella. Se giró lentamente, su corazón latiendo con fuerza, y vio la sombra del niño del que Tomás había hablado. No podía moverse; el terror la paralizaba. "
-¿Quién eres? murmuró.
El niño sonrió de nuevo, su mirada llena de una mezcla de tristeza y alegría.
-No tengas miedo. Solo quiero jugar,
Dijo. Laura se dio cuenta de que, aunque no podía verlo bien, había algo inquietante en la forma en que se movía, como si flotara. Se dio la vuelta, lista para salir corriendo, pero cuando lo hizo, encontró a Tomás de pie a su lado.
-¿Qué te pasa?
Preguntó Tomás, aun temblando por lo que había visto.
-Sentí algo, algo extraño
Respondió Laura, con la voz temblorosa. Decidieron salir de ahí y encontrar a Carla y Javier. Cuando llegaron al centro del parque, se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Las sombras se alargaban, y la luz de la luna parecía apagarse.
-¿Dónde están los otros?
Preguntó Tomás, asustado.
-Deberían estar aquí.
Decidieron buscar a Carla y Javier. Mientras avanzaban, el silencio se volvió opresivo. Cada paso que daban parecía resonar en la noche. Entonces, oyeron un grito desgarrador.
-¡Carla!
Gritó Laura, corriendo hacia la dirección del sonido. Al llegar a un pequeño claro, encontraron a Javier temblando, con los ojos desorbitados.
-No... no se mueve...
Dijo, apuntando a algo en el suelo. Allí, en medio de la hierba, estaba Carla, inmóvil, con una expresión de terror en su rostro. Tomás se acercó rápidamente, pero cuando intentó tocarla, la figura del niño apareció de nuevo, esta vez detrás de Carla.
- ¡Déjala!
Gritó Tomás, mientras el niño sonreía.
-No quiero hacerle daño. Solo quiero jugar.
Su voz resonó en la oscuridad, y el aire se volvió gélido. Carla, aunque inmóvil, parecía estar consciente, sus ojos mirando fijamente a la figura.
-¡Despierta, Carla!
Suplicó Laura, mientras el niño se acercaba, alargando la mano hacia ella.
-No hay nada que temer,
Dijo el niño, pero la risa que lo acompañaba era escalofriante. En ese momento, un viento helado sopló a través del claro, y las sombras comenzaron a moverse de manera errática. Tomás, sintiéndose atrapado, recordó lo que había oído sobre el juego. (-¡Bendito escondido, si me escuchas, ven a jugar!) con fuerza , y agarrando valor con su cuerpo tembloroso dijo...
-¡Lárgate de aquí!
Gritó, aunque su voz temblaba
Las figuras comenzaron a retroceder, pero el niño se quedó, mirándolos con una mezcla de tristeza y malicia.
-¿No quieres jugar?
- Nadie juega conmigo...
Su voz se convirtió en un lamento, resonando en la noche. Tomás, sintiendo que el terror lo consumía, se lanzó hacia Carla, la sacudió con fuerza.
-Maldita sea Carla Por favor ¡Despierta!
Gritó con lágrimas en los ojos. Al hacerlo, la figura del niño desapareció en un instante, y un silencio pesado llenó el aire. Carla parpadeó, confusa, y finalmente se sentó.
-¿Qué... qué pasó?"
Dijo, temblando.
-Debemos irnos, ahora
Dijo Javier, tirando de su brazo.
Mientras corrían hacia la salida del parque, las sombras parecían seguirlos, susurrando, burlándose. "Siempre que quieran jugar, solo deben llamar..." resonaba en sus mentes.
Cuando finalmente llegaron a la calle iluminada, el grupo se detuvo, jadeando y temblando. El parque parecía ahora un lugar completamente diferente, oscuro y amenazante.
-No volvamos a jugar a eso murmuró Laura, mientras miraba hacia atrás. Pero en la distancia, justo en el límite de la luz, pudo ver al niño, sonriendo, esperando su próxima oportunidad. La realidad se tornó en un eco de advertencias olvidadas, y el juego, aunque terminado por esa noche, siempre los acecharía en sus sueños, recordándoles que a veces, en la oscuridad, las risas pueden convertirse en gritos.
Notas del Escritor/
Bendito escondido es un juego de mi infancia , entre los amiguitos de mi barrio siempre se decía que jugar bendito escondido sea de día o de noche , invitabas a los fantasma a jugar con nosotros. Nunca lo jugábamos preferíamos jugar escondite normal porque eramos muy asustadizos . Pero algo es cierto , siempre que jugábamos escondido en la noche siempre ocurría algo , alguien se golpeaba , lo asustaban o se perdía ya finalizando el juego aparecía. Es una historia que puede tener varias versiones. Pero les voy confirma algo , el fuego existe pero si quiere comprobar , si realmente ocurre los sucesos paranormales lo tendrá que averiguar por ustedes mismo.
atentamente el Autor
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Pequeñas Pesadillas
Horror¿Te atreves a cruzar la frontera entre la realidad y el miedo? Este no es un simple libro; es una invitación a un viaje donde lo cotidiano se mezcla con lo sobrenatural, y donde cada página susurra secretos oscuros que te atraparán. Este libro de h...