𝐋𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈Ó𝐍 𝐃𝐄𝐋 𝐌𝐀𝐅𝐈𝐎𝐒𝐎//𝐇𝐘𝐔𝐍𝐋𝐈𝐗

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Las semanas siguientes fueron tensas en la casa. Las discusiones entre Felix y Hyunjin continuaban, a menudo comenzando por pequeños malentendidos y escalando rápidamente. Felix, con las emociones a flor de piel debido a su embarazo, se encontraba fácilmente irritada, mientras que Hyunjin, aún cargando el peso de la culpa y la frustración, respondía con frialdad.

Eunchae, atrapada en medio del conflicto, reaccionaba cada vez más a las tensiones. La pequeña, que solía ser alegre y curiosa, había comenzado a mostrar signos de ansiedad. Cada vez que los tonos de voz se elevaban o las puertas se cerraban con fuerza, ella buscaba desesperadamente a Hyunjin. Si no lo encontraba, sus ojos se llenaban de lágrimas y empezaba a llorar desconsoladamente, llamando a su padre.

Hyunjin, al escuchar los sollozos de Eunchae, dejaba cualquier cosa que estuviera haciendo y corría a su lado. La tomaba en brazos, susurrándole palabras de consuelo mientras la mecía suavemente hasta calmarla. Pero la angustia en su mirada se hacía más profunda cada vez que veía cómo el miedo y la tristeza marcaban el rostro de su hija.

Una tarde, después de una de sus discusiones más fuertes, Felix se encerró en su habitación, sintiéndose derrotada. Hyunjin, en la sala de estar, se dejaba caer en el sofá con la cabeza entre las manos. Apenas unos minutos después, escuchó el llanto de Eunchae que lo llamaba desde el pasillo. Se levantó rápidamente y la encontró con su peluche en las manos, los ojos llenos de lágrimas.

-Papá... -lloriqueó, extendiendo los brazos hacia él.

Hyunjin la levantó y la abrazó con fuerza, sintiendo cómo su pequeño cuerpo temblaba. Se quedó así por un largo rato, mientras el peso de la situación lo aplastaba. Miró hacia la habitación donde estaba Felix, y una punzada de culpa y preocupación lo golpeó. Sabía que no podían seguir así; no solo estaban hiriéndose a ellos mismos, sino que estaban afectando a lo que más amaban en el mundo: Eunchae.

-Esto tiene que cambiar... -murmuró para sí mismo, besando la frente de su hija y acariciando su cabello mientras ella, poco a poco, se calmaba en sus brazos.

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La tensión en la casa había alcanzado un punto crítico. Dahye y Miyeon, preocupadas por el bienestar de su nieta, decidieron llevar a Eunchae de paseo para intentar distraerla y darle un respiro a Felix y Hyunjin. Sin embargo, Eunchae se había vuelto tan apegada a su padre que la idea de separarse de él la inquietaba profundamente.

Desde que Hyunjin y Felix comenzaron a discutir con más frecuencia, la pequeña se aferraba a la presencia de su padre como un ancla en medio de la tormenta. Cada vez que él no estaba cerca, sus ojos se llenaban de miedo y lágrimas.

Ese día, al intentar llevarla al parque, Eunchae empezó a retorcerse en los brazos de Miyeon, llorando y llamando a Hyunjin con voz temblorosa. Felix trató de calmarla, arrodillándose frente a ella y acariciando sus mejillas húmedas de lágrimas. Pero la niña estaba fuera de sí, el pánico en sus ojos tan evidente que rompía el corazón de Felix.

-Tranquila, mi amor, papá vendrá pronto -dijo Felix, su voz quebrándose mientras intentaba mantenerse firme. Pero los sollozos de Eunchae se intensificaron, y su respiración se hizo más errática hasta que un sonido de arcadas escapó de su pequeña boca.

-¡Dios mío, Eunchae! -exclamó Dahye, alarmada, mientras la niña comenzaba a vomitar sin control. Felix, con el corazón en la garganta, trató de sostener a su hija y limpiar su rostro, pero la situación se volvía cada vez más crítica.

Justo en ese momento, Hyunjin llegó a la casa. Al entrar y ver la escena -Eunchae llorando desconsolada y vomitando, Felix con el rostro pálido y lágrimas en los ojos- sintió cómo su corazón se partía en pedazos diminutos. No había dolor más grande que ver a su hija sufriendo de esa manera y saber que, en parte, él era responsable.