CAPÍTULO I

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University of Washington

Paz.

Despierto temprano en la mañana.

A pesar de mi furia de anoche, hoy amanecí de buen humor porque me iré a la universidad.

La idea de dejar a mi madre sola en esta casa ha rondado en mi cabeza desde el día de la graduación de preparatoria. Hemos sido sólo nosotras dos contra el mundo estos últimos tres años, así que me duele mucho el estar tan lejos de ella; la echaré de menos.

Aún recuerdo lo que me dijo noches atrás mientras veíamos la televisión y me acariciaba el cabello: «-Tenerte lejos será muy difícil para mí, Paz. Eres mi pequeña, pero debes seguir tus sueños. Pronto nos volveremos a ver».

Anoche no dormí mucho porque estaba terminando de arreglar mis maletas y, además, me ganó el insomnio, así que ahora camino en modo zombi al baño.

Luego de una ducha bien fría para despabilarme, me visto con lo que elegí ayer por la tarde; un suéter cuello alto y mangas largas color negro, un pantalón estilo militar también negro y mis botas montañeras de cuero. Para acompañar mi look, un cinturón de cuero y varias cadenas adornando mi cuello.

Sí, parece algo oscuro y demasiado fuerte para una bienvenida, pero bueno, es la primera impresión y no quiero que nadie me tome por pendeja en mi estadía en la universidad. Lo menos que quiero es que se metan conmigo, mi nivel de tolerancia está un poco inestable, si saben a lo que me refiero.

Decidí recoger mi cabello en dos trenzas enrolladas bien alto, una a cada lado de mi cabeza, así como el estilo de la princesa Leia de las icónicas películas de StarWars, adicionando además dos mechones sueltos en el frente.

No me gusta el maquillaje, por ello opto por lo natural. Mi madre siempre me ha dicho que nací con el don de la belleza, aunque creo que lo dice sólo porque soy su hija.

Tomo la última caja que me falta por llevar al auto, saco las llaves del Jeep que el 'muy considerado de mi padre' me dejó, reviso de que no se me olvide nada, lo enciendo y doy marcha al vehículo.

Por el espejo retrovisor veo a mi madre de pie en la orilla de la carretera agitando su mano a modo de despedida. Sin darme cuenta, una pequeña lágrima se escapa de mis ojos. Sé que me extrañará, al igual que yo la extrañaré.

No han pasado ni diez cuadras y me gana el hambre, así que saco un sándwich de mi bolso que hice a media noche para ahorrar tiempo.

(...)

El camino se hace más largo de lo que pensé y no porque la universidad se encuentre a casi dos horas de carretera, sino por el hecho de que hay tráfico, terrible tráfico.

Mi corazón se acelera a mil y aprieto el volante con fuerza cuando llego al inicio de la aglomeración. Tres Cadáveres en el asfalto siendo tapados por el personal forense, creo que pude distinguir a una niña entre ellos.

Todo se ve terriblemente raro. No hay autos estrellados en ninguna parte, así que dudo que haya sido un accidente automovilístico, y por los grandes charcos de sangre que rodean a los cuerpos, parece un asesinato.

«-Deja de jugar a ser detective y apresúrate, llegarás tarde» -me reprocha mi subconsciente.

Decido hacerle caso y continuar mi camino, solamente porque no quiero perderme el recorrido por la universidad.

Después de aproximadamente cuarenta y cinco minutos, lo primero que me recibe es un mural de concreto al lado de la entrada que dice 'University of Washington'. Mis manos empiezan a sudar sobre el volante.

Hijos del pecado: El origen de los PCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora