CAPÍTULO VI

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Paciencia

Paz.

El abrumador frío nocturno golpea cada centímetro de la piel expuesta de mis brazos, mientras corro lo más lejos posible del edificio administrativo. La respiración se me corta por el cansancio y siento como si el corazón se me fuera a salir por la boca.

No miro hacia atrás, sólo corro hasta esconderme detrás de una pared a varios metros lejos del lugar donde me encontraba.

El hecho de que Percival estuviera vestido como el típico ladrón de una telenovela de antaño no deja de rondar por mi cabeza, ni siquiera la razón por la cual él pretende entrar a altas horas de la noche a la biblioteca solamente para buscar un anuario viejo. Tampoco pienso quedarme a averiguarlo.

No soy una cobarde, ni mucho menos tengo miedo a que me descubra; pero, prefiero solucionar esto de la manera correcta: Espiarlo hasta conocer qué es lo que trama.

«¿Qué pensaban? ¿Que iría de chismosa con la Rectora?»

No, no puedo hacer eso, ya que yo también tendría problemas por estar fuera de mi habitación a esta hora... Sinceramente, ni eso me importa, la verdadera razón es que no puedo con la curiosidad de saber qué esconde.

Tomo bastante aire por la boca repetidas veces para recuperarme mientras espero unos minutos a que salga del edificio. Ojeo de vez en cuando y nadie sale. Aprovecho que desde aquí no se nota nada por la oscuridad de una noche sin luna y de que no ha regresado la electricidad en esta zona, y me escabullo entre los arbustos para dirigirme a la zona de dormitorios.

Subo cuidadosamente las escaleras hasta llegar a mi habitación, y al entrar, todo sigue tal cual como estaba hace una hora; mis compañeras durmiendo.

El reloj digital muestra que ya es la una de la madrugada. Exhalo bruscamente por el agotamiento y camino en puntillas hacia el pequeño refrigerador por un poco de agua.

Me quedo un rato recostada en el mesón de la diminuta cocina, y una parpadeante luz se acerca por el umbral de ésta; Padme con su teléfono.

- ¿Pesadilla? -presiona el interruptor para que se encienda la bombilla de la cocina y camina al refrigerador para sacar un vaso con agua.

-Algo así -mis ojos están en el suelo, pero mi mente sigue pensando en la situación con Percival.

-Me parece que es algo más, porque llegaste peor que como te fuiste- se recuesta a mi lado en el mesón-. Sabes que no podemos dejar las habitaciones después de las nueve de la noche.

-Lo sé, sólo quería caminar un poco -me encojo de hombros mientras sorbo un poco de agua.

- ¿Caminar? Pero si vienes alterada, sudada...

-Estoy bien -le interrumpo concediéndole una pequeña sonrisa de boca cerrada.

Padme coloca su vaso a un lado del mesón y me observa con algo así como... ¿preocupación? -Paz, sabes que puedes decirme lo que sea que hayas visto.

«Un momento... ¿cómo sabe que vi algo?»

«¿Me siguió?»

«¿Y si era ella, quien estaba conmigo en el pasillo camino a la biblioteca?»

«No, no lo creo, eso fue un juego de mi mente»

«Ni siquiera se escucharon pisadas»

-Ahora que lo mencionas... -dejo mi vaso en el lavavajillas y me planto en frente de ella, con los brazos cruzados sobre mi pecho-. ¿Me estuviste espiando?

Los ojos se le abren de par en par y se separa del mesón. -No, para nada, sólo tengo el sueño liviano y te escuche salir de la habitación -una pequeña risa nerviosa se le escapa de sus labios, pero igual no le creo nada.

Hijos del pecado: El origen de los PCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora