CAPÍTULO VII

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Rastro inconcluso

Paz.

- ¿Quién de ustedes quiere ayudarme con las demostraciones?

Aún no puedo creer que sólo seamos tres en esta maldita clase. ¡Qué pérdida de tiempo! Hubiese elegido otra cosa, pero no, tuve que aceptar la propuesta de Percival.

Después de una pequeña y aburrida platica sobre la historia de la defensa personal, ahora estamos en un lado del gimnasio para las demostraciones de algunos movimientos de defensa. Lo único que entendí es que nos enseñará lo básico hoy, y que después profundizaremos el tema en las próximas clases.

-Debería levantarse Paloma, que le gusta aprender cosas nuevas -digo sin mirarlos, mientras arreglo las trenzas de mis deportivos-. o tal vez Padme, que siempre quiso aprender defensa personal.

Nadie dice nada por un momento, hasta que Percival rompe el silencio.

-Entonces serás tú, Paz, ya que eres la menos interesada en participar -se para en frente de mí, con las piernas un poco separadas y de brazos cruzados, lo que da la impresión como si estos hubieran duplicado su tamaño.

Su estatura es intimidante, y más la expresión de su rostro; Serio, frío y dictatorial; pero, lo que me atormenta es su mirada penetrante, que no aparta ni un segundo de la mía.

Levanto mi mentón, desafiante, y como ve que no me muevo, toma mi muñeca y me levanta de un tirón. No forcejeo ni nada, ya que lo más que quiero es que esto acabe lo antes posible.

Me lleva hasta el centro sin soltar su agarre.

-Un ataque muy común es cuando alguien nos sujeta fuertemente de la muñeca -levanta su mano que sostiene mi muñeca como demostración-. Para liberarse de ello, deben girar su muñeca dentro de la mano una y otra vez, hasta que los dedos de su atacante ya no sostengan esa parte, sino su mano -me hace señas para que haga lo que él dijo, y una vez que logro sostener su mano, él la aprieta levemente, supongo que por la demostración-. Así, el agarre será más débil y podrás intentar soltarte de un tirón seco y fuerte.

Tiro de mi mano y quedo libre. «¡Qué tontería más grande!»

-Wow, que impresionante -digo entre dientes en tono de burla, pero Percival logra escuchar y me mira de mala cara.

-Ahora bien, uno de los puntos sensibles de todo atacante son sus piernas; específicamente, sus rodillas -me toma de los hombros hasta que estamos frente a frente. Da un par de pasos hacia atrás-. Al ser un punto muy sensible, un golpe seco y fuerte producirá un dolor instantáneo e intenso -levanta su pierna y patea hacia mi rodilla, pero sin tocarme.

Me da tanta rabia tener que estar de pie, haciendo de asistente en estúpidas clases de defensa personal. Creo que hasta puedo buscar en Google sobre esto y me lo explicará mejor.

-Discúlpame por esto, Paz.

-Disculparte por qu...

No me da tiempo de hablar y me toma por la cola de caballo con fuerza. -Otra cosa que pueden hacer es tomar del cabello al agresor y jalar hacia abajo, mientras levantas la rodilla y le propinas el golpe en la cara.

Tira de mi cabello hacia delante y casi sentí su rodilla en mi nariz. «¡Desgraciado, eso dolió!»

-Ajá, ¿y si nos llegan a tomar por la espalda? -Padme levanta su mamo toda entusiasmada.

«Eso Padme, dale más ideas, que más tarde practico todas contigo».

Percival me toma por los hombros y me voltea para quedar de espalda hacia él. Parezco una muñeca de trapo siendo tirada de aquí para allá... Pero, todo sea por la causa, ¿no?

Hijos del pecado: El origen de los PCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora