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"Aún entre los demonios hay unos peores que otros."


—He preguntado primero –se mofa Gemma–. Es de mala educación contestar con otra pregunta y más sabiendo que tienes buenos modales. Estás dejando en mala reputación tu apellido, Mikaelson.


Klaus se lame los labios antes de sonreír con sorna.


—En algo te equivocas, Gemma. Yo no tengo modales, ese es mi hermano Elijah.


—Me pregunto por qué será –chista poniéndose de pie para caminar hacia la cafetera y servirse un poco del líquido negro en una nueva taza–. Te invitaría de mi café, pero eso es, mi café –mira a la rubia en el otro sofá–. Camille, ofrécele algo de beber a tu invitado –la rubia se para rápidamente dejando al coso en el sillón y caminando al bar.


— ¿Wisky o bourbon? –pregunta la rubia al original.


—Bourbon está bien –responde regalándole una sonrisa.


Gemma rueda los ojos arrastrando los pies para volverse a sentar en el piso una vez se terminan de servir.


—Tu intento por ser agradable con mi prima me dan arcadas, puedes hacer más que eso, Mikaelson –murmura de repente, ocasionando que Klaus la mire y Camille se sonroje un poco.


— ¡Gemma!


— ¿Qué? –mira a la rubia, encogiéndose de hombros. No había dicho nada malo después de todo, simplemente la tensión entre esos dos le molestaba de sobremanera. Vuelve a prestarle atención al original–. Más te vale que no planees enrollarte con ella, porque créeme, no va a costarme mucho deshacerme de ti.


Escucha como Camille se atraganta con su propia saliva y encogiéndose de hombros otra vez, bebé el contenido de su taza.


— ¿Me estas amenazando? –inquiete incrédulo.


—Por supuesto que no, estoy advirtiéndote –carraspea por el sabor del café–. Es diferente.


— ¿No crees que Camille decide qué hacer con su vida?


—No fui yo quien la hipnotizo para juguetearla como trapo –contrataca.


—Ignórala –Camille se acerca tendiéndole el vaso a Klaus–. No ha dormido, no sabe lo que dice.


—Aja, lo que digas. Ahora, ponte muy cómodo, querido –lo señala con el dedo–. No creo que tardemos unos minutos discutiendo nuestros términos de ayuda compartida.


El original se acomoda mejor en el sillón, sosteniendo el vaso todavía sin beber un trago.


— ¿Que ofreces por mi ayuda? –pregunta.


Rueda los ojos —A mi parecer yo fui la primera que te pregunto hace rato –pausa–. Pero bueno, da igual –arruga la nariz–. Puedo ofrecerte lo que quieras. Mi lealtad por ejemplo.

Gemma ➳The Originals.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora