Gemma ➳The Originals.

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Gemma casi nunca salía de casa más de lo necesario, eso era como una regla fundamental imposible de romper. Y ahora lo estaba haciendo, pero era porque era prioritario.

No había hablado con Camille desde el día de la reunión en su casa junto con Klaus. La rubia de su prima no contestaba sus llamadas y no la había ido a ver. Estaba levemente preocupada (dice levemente porque sabía que Camille la estaba evitando). Tenía la sospecha de que su prima se sentía mal por haberla noqueado la otra noche y no la culpa, la verdad es que si ella estuviera en la situación de su prima también se ignoraría a sí misma, pero Camille tenía que entender tarde o temprano que era fundamentalmente indispensable noquearla, debilitarla o lo que sea cuando tuviera uno de sus ataques o episodios.

No se quejaba, se lo merecía por tener ese lado oscuro que era parte de ella desde siempre. A lo largo de su vida aquel lado había hecho muchas cosas malas, cosas horribles de las algunas veces no estaba orgullosa, solo algunas veces. Su naturaleza era mala, demasiada mala y terrorífica que incluso cuando está salía a flote parcialmente podía ser controlada por la palabra mágica; pacem, ah pero cuando sale completamente esconderse es lo único que pueden hacer porque no había nada en el mundo que pueda controlarle. Lo bueno era que nunca, en esta nueva y última vida, se había descontrolado.

En algunas ocasiones se cuestionaba que pasaría si todo se saliera de control, pero también sólo esperaba que nunca sucediera, por lo menos no en un futuro cercano, cuando ella estuviese lejos de Camille.

Agarró con fuerza el peluche en sus brazos y camino el tramo que quedaba para llegar al bar donde su prima trabajaba. Una vez en frente de las puertas, no se puso a pensar si Camille iba a hablarle o no, simplemente entro por la puerta haciendo que la campanilla de esta sonara y algunas personas girarán a mirarle, dándole esa mirada de; ¿por qué demonios tiene un oso de peluche en sus brazos? Niña estúpida.

Sí, ella sabía ponerle nombres a las miradas.

Regresándoles la mirada con el duple de odio que su cuerpo podía hacer notar, arrastro los pies con pereza hasta la barra, sentándose en uno de los taburetes y observando la melena rubia de su prima, quien estaba ocupada sirviendo tragos.

—Camille –la llama con voz áspera, logrando que la blonda se sobresale y voltee alarmada a mirarle.

Cuando sus ojos se encuentran, su prima intenta sonreírle pero Gemma sabe que esa sonrisa es más falsa que los labios de aquella mujer que vio en la televisión.

—Me has asustado –le dice tranquila.

—Me he dado cuenta –responde golpeando sus uñas en la superficie de madera–. ¿Sabes de que otra cosa me he dado cuenta? –pregunta.

La rubia niega con la cabeza, antes de girar agarrar un trapo para empezar a limpiar los vasos de cristal.

—No, tú siempre te das cuenta de todo.

—Pues verás –pausa–. Me di cuenta que has estado evitándome, a mí, tu prima.