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h0la, no me peguen pls *huye*

—0—


El silencio que reina en su habitación como un halo de calma no hace más que perturbar a Gemma, había subido finalmente obligada por Camille para bañarse y cambiarse de ropa, pretexto que utilizo para no hacer más escándalo del que ya había hecho por algún otro ataque de histeria que, estaba segura, iba a tener. Sus emociones eran un caos y a causa de eso todos parecían rehuirle a pesar de haber calmado las cosas un poco.

Su situación, en conclusión, estaba jodida.

No, eso era un eufemismo. Estaba más que jodida.

Desde el primer momento había sabido que sólo era cuestión de tiempo que todo se fuera al demonio, sabía que nada bueno venía de relacionarte con una familia tan desastrosa y fanesca como lo eran los Mikaelson, pero a pesar de su gran orgullo sabía que involucrarse con ellos en un trato aparentemente razonable resultaba bastante beneficioso para ella aun si su situación no era tan favorecedora actualmente. Gemma era orgullosa, no estúpida.

La presión en su pecho y un zumbido la hace fruncir el ceño por milésima vez en lo que iba del día. Bien, ahora un poco más calmada y menos histérica podía pensar que quizás estuviera unos diez pasos atrás de los arcángeles, pero eso no significaba que ya había tirado la toalla, si no lo había hecho en los siglos anteriores mucho menos lo iba a hacer ni en ese preciso momento ni en los años posteriores, claro, si es que sobrevivía al desastre que se arremolinaban en su interior al saber que su ancla había desaparecido y ella era prácticamente humana.

Sus ojos van a parar directamente a su reflejo en el espejo y arruga la nariz con disgusto. Había evitado mirarse para no perturbarse más y ahora que veía bien su cuerpo notaba que había muchísimas más líneas blanquecinas y grisáceas en toda su dermis, que sobresalían un poco a causa de la piel rugosa que le dejaban las cicatrices.

Cicatrices de guerra, piensa con desazón. Los arcángeles sí que tenían maneras muy retorcidas para herirla y ni se diga de matarla, le habían matado tantas decenas de veces que ya había perdido la cuenta, era incluso insultante llevar una. Ah, pero la verdadera herida de guerra era aquella en el lado izquierdo de su pecho. Justo a la altura de su corazón.

Cuando la había visto en el comedor apenas despertó, entró en pánico por las líneas y líneas de heridas abiertas donde la piel se veía pellizcada y con aspecto desagradable donde sangre espesa y negra brotaba ligeramente, seguía igual de grotesca salvo que el fétido olor que desprendía se había aligerado. Lo pensó antes y lo piensa ahora; esa era definitivamente la señal de que el tiempo se le estaba acabando, de que si no podía en juego todas sus cartas iba a terminar desapareciendo de la faz de la tierra y con ella un sinfín de especies más.

—Dios mío.

Da un respingo despegando los ojos de su reflejo, sus manos se aprietan involuntariamente con fuerza y ve a Camille parada en la puerta, la rubia estaba mirando todo su cuerpo con la angustia y preocupación pintada en sus facciones.

—¡Mierda, lo siento, lo siento, perdón! –se apresuró a decir cuando noto el malestar en Gemma.

—Solo... –bisbisea cortadamente dejando que el punzón en su cabeza disminuyera–. Demonios, no es tan fácil recordar las cosas que no puedes decir.

—Perd-... –la rubia cierra la boca cuando la castaña la fulmina con la mirada–. ¿Cómo... Cómo te sientes?

—¿Cómo crees que me siento, camille? –inquiere sarcásticamente, notando cómo su prima se aproximaba a ella–. Pase un mes entero durmiendo mientras mi cuerpo se convertía en la versión moderna de Freddy Krueger, feliz obviamente no estoy.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2020 ⏰

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Gemma ➳The Originals.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora