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Klaus ni siquiera pudo volver a responder cuando sus piernas se movieron por si solas y da un salto por la ventana de la habitación, sabe que eso lo hizo la castaña. Observa el oso en sus brazos y se dispone hacer lo que le han pedido, más por obligación que por instinto. Sin embargo, en la habitación todavía, Gemma estira los brazos haciendo que sus huesos truenen mientras arrastra los pies hasta la puerta, abriéndola de golpe y caminando con esa postura altanera y sofisticada que poseía desde siempre.


—Pajarito, pajarito –canturrea con voz sombría, intentando ocultar sus signos vitales–. Pajarito, pajarito.


Baja más escaleras con pereza hasta la planta baja, mirando como las puertas de cristal que dan hacia el patio se abren con el aire. Y le es imposible no rodar los ojos ante tal acción mientras se dirige hacia ahí.


—Y yo que pensé que al matar el alma ustedes dejarían de joderme la existencia un tiempo –dice cuando sus ojos se topan con la figura de un hombre, aunque no hace falta saber que está poseído, el aroma dulzón se lo confirma–. Hola, querido.


—Te saludaría cordialmente, pero generalmente no lo hacemos con pestes como tú –la voz grave del hombre le da igual.


—Vaya, gracias por el alago, se me olvidaba que ustedes me llaman de la forma más linda –sarcástica se cruza de brazos, manteniendo distancia pero alerta–. ¿A quién has decidió poseer ahora? El pobre hombre va a terminar muerto.


—Probablemente –da un paso hacia ella con una sonrisa en la cara–. No es como si me importara en realidad.


—Oh, cállate, te van a lavar la boca con orín bendito. No creo que a tu jefecito le guste la forma en la que refieres a sus muñecos humanos.


—No creo que le moleste, es un lobo –informa mirando su cuerpo–. Creación que pertenece a...


—Ya lo sé –lo interrumpe–. Pero bueno, ¿podríamos dejar los debates de quien creó a quien para después? Se supone que ahora tenemos asuntos que tratar.


El hombre sonríe de nuevo, pegándose el cabello negro hacia atrás.


—Los tenemos, sí. Pero es mejor arreglarlo de otra manera que hablándolo.


— ¿Eso es una insinuación? –alza las cejas con picardía–. Quien iba a decir que el mismísimo Arcángel Miguel iba a tener dobles intención conmigo, el enemigo.

Gemma ➳The Originals.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora