Habían pasado algunos días desde la última sesión del club de lectura y, aunque lo negara, los mensajes entre Arnar y yo no habían dejado de aparecer. No es que me estuviera obsesionando, claro, solo verificaba el teléfono cada cinco minutos como quien no quiere la cosa. Nada grave.
Entre bromas; playlists que no había pedido pero acabé amando y comentarios sobre series y películas que él jamás habría visto de no ser por mí, la cosa empezó a tomar un color distinto.
Estaba claro que lo del club de lectura era sólo la excusa. No sabía si eso era bueno o malo, pero definitivamente estaba pasando, y de repente, hablar con Arnar se volvió tan natural como respirar.
El día de la siguiente sesión llegó más rápido de lo que esperaba. Esta vez, no me encontraba en modo zombie, aunque los nervios por la crítica rondaban en mi estómago como mariposas con diagnóstico de hiperactividad.
Iba a ser el momento de la verdad: comentarios públicos de mi novela.
Mi análisis sobre la historia de fantasía de Arnar estaba listo, pero una cosa era enviarlo en privado, y otra, exponerlo frente a todos. Al menos esta vez no me quedaría dormida... o eso esperaba.
Cuando llegué al auditorio, lo vi. Arnar ya estaba ahí, con sus audífonos puestos, inmerso en su propio mundo musical. El ambiente era cálido y acogedor, como si el club de lectura fuera nuestro pequeño refugio semanal. Me acerqué sonriendo, y nos saludamos como si los mensajes de la semana hubieran sido una larga conversación que nunca terminó.
—¿Lista para la crítica? —me preguntó con esa calma que parecía llevar como superpoder.
—Lo estoy —mentí.
En realidad, me temblaban hasta los calcetines con solo pensar en exponer mi análisis frente a los demás, pero había algo en su forma de ser que siempre lograba calmarme... al menos un poquito.
La sesión comenzó y escuchar los comentarios de los demás fue interesante, aunque, para ser sincera, mi mente estaba un poco distraída. Cuando llegó nuestro turno, el auditorio dejó de existir para mí.
Mi crítica hacia su historia fue sincera, elogiando su habilidad para narrar y sus conocimientos sobre mitología nórdica; aunque no me resistí a señalar algunos problemillas con la ortografía.
Él fue directo y breve al analizar mi escrito. Habló sobre cómo podría mejorar los diálogos volviendo a mencionar la perspectiva masculina de mi protagonista, algo que ya me había señalado antes.
Cuando terminamos, Maya explicó la nueva dinámica: tendríamos que elegir a alguien del grupo para que nos ayudara a corregir y mejorar nuestras historias; un lector beta. Algo dentro de mí me gritaba que no debía hacer lo que estaba a punto de hacer, pero antes de que pudiera pensarlo dos veces, levanté la mano y solté su nombre.
—Elijo a Arnar.
Hubo un breve silencio. Él levantó una ceja, claramente sorprendido, como si esa no fuera una jugada que esperaba. Lo que vino después me dejó aún más desconcertada.
—Yo también elijo a Brida —dijo sin titubear.
Mi corazón dio un vuelco. Lo miré, y por un momento fue como recibir mi primer beso, sin saber bien cómo reaccionar. Esa elección mutua me reveló que esto ya no se trataba sólo de literatura; en ese instante, me reconocí como alguien especial. Arnar tenía ese poder: hacer que te sintieras bien contigo misma sin siquiera intentarlo.
La dinámica llegó a su fin, y cuando todos ya habían elegido a su lector beta, Arnar se acercó a mí. Extendió su mano y me entregó unos papeles. Lo miré, desconcertada. Eran los primeros capítulos de la segunda parte de su trilogía.
CZYTASZ
Efecto Arnar
RomanceBrida es una escritora aficionada que, empujada por la insistencia de su amiga, decide unirse a un club de lectura universitario. A medida que las sesiones avanzan y su talento literario florece, también lo hacen sentimientos inesperados. Enfrentánd...