Eran las ocho de la mañana del sábado. Una fatalidad que me obligaran a despertarme tan temprano pero, bueno, Amelie iba a salir con sus abuelos ese día y tenía que preparar su mochila.
Mientras la organizaba, no podía dejar de pensar en Alexa y Arnar ni dejar de preguntarme en qué rincón de su corazón (o de su cerebro) me encontraba yo.
Cuando mi hija se fue, revisé mi celular y ahí estaba de nuevo viendo sus mensajes con una kilométrica sonrisa de boba.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
«¡Shiet!, algo malo pasó».
Como un rayo, me di una ducha rápida y traté de verme casualmente hermosa.
Una hora después, Arnar estaba parado en mi puerta luciendo increíblemente atractivo... y triste. Un pack que nunca había visto antes.
—Hola —dijo casi susurrando cuando abrí la puerta.
—Hola —respondí y me abrazó con tanta fuerza que mi corazón casi se salió del pecho.
—Ey, ¿qué pasa? —le dije intentando calmarme. —Entra.
Arnar entró y se dejó caer en el sofá con una expresión cansada. Me contó que había discutido con Alexa y que se habían dado un tiempo. Ella quería salir con un tipo que a él le desagradaba y él sentía que nunca era suficiente para nadie.
«Si supieras todo lo que sueño contigo, no dirías que no eres suficiente» pensé.
Traté de encontrar las palabras adecuadas pero no pude.
Me dijo que iba a ir a embriagarse y que solo quería verme un rato antes de eso.
—¿Vas a emborracharte? —pregunté levantando una ceja. A mi juicio, era muy temprano para pensar en borracheras.
—Claro, ¿no es lo que todos hacemos un sábado por la mañana? —respondió encogiéndose de hombros como si fuera la cosa más normal del mundo.
—¿Siempre bebes para animarte?
—Siempre. Beber y drogarme es mi terapia.
—¿Y no tienes una versión más... saludable de terapia? Como yoga, hacer deportes... o ver videos de gatos.
Él esbozó una leve sonrisa.
—No lo hagas —dije preocupada pero sonó más como un regaño de madre.
—¿Por qué?
—Porque me preocupas. No quiero que te pase nada.
—¿Tan importante soy para ti? —me lanzó, desafiante.
—Claro que sí —le respondí mirándolo a los ojos e intentando transmitir lo que realmente sentía.
Otra leve sonrisa se dibujó en su rostro y en un arranque de locura me acerqué a su irresistible magnetismo y lo besé. El beso fue suave al comienzo, casi tímido, pero en cuanto sentí su cercanía, me dejé llevar. Apenas unos segundos después, me aparté de la línea peligrosa que acaba de cruzar.
CZYTASZ
Efecto Arnar
RomanceBrida es una escritora aficionada que, empujada por la insistencia de su amiga, decide unirse a un club de lectura universitario. A medida que las sesiones avanzan y su talento literario florece, también lo hacen sentimientos inesperados. Enfrentánd...