4. Luna nueva.

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A Violeta nunca le dejaron tomar decisiones durante sus veinticuatro años de vida, al menos ninguna importante. Su elección de ignorar, o más bien espantar con sus ideas y sus libros, a cualquier hombre que la pretendiera acabó con un matrimonio forzado y unos colmillos en su cuello. La primera decisión importante que había tomado fue una vez se vio sola, perdida en un mundo donde ya no era aceptada, y teniendo que valerse por si misma. Por suerte, había observado a Frederich lo suficiente como para poder hacerse con el control de algunos de sus negocios a través de los lacayos que consiguió mantener fieles. Después, desapareció. Su elección fue la soledad, el aislamiento, tanto de la sociedad que la vería como un monstruo, como de los propios monstruos que se escondían en las sombras. Durante las siguientes décadas, sus únicas decisiones importantes fueron respecto a los negocios.

Hasta que apareció Denna y, con ella, la decisión de abrir su corazón por primera vez desde que perdió a su familia.

Y ahora debía enfrentarse a una elección que podría cambiar su vida por completo.

–¿Has vuelto a quedar con Kiki?

–A solas no. Sólo la he visto las veces que hemos quedado los cuatro.

–¿Sigue con su negativa de que pase nada mientras te decides?

–Es ridículo. –Dice Violeta, bufando con frustración. –Tengo suficiente autocontrol como para que no vuelva a pasar lo de la primera vez.

Denna suelta una carcajada y se lleva la taza de café a los labios.

–Te ha dado fuerte con la lobita, ¿eh?

Violeta tiene el impulso de negarlo, de adoptar un discurso frío y distante respecto a la morena, pero es recordar cómo se sintió al despertar a la mañana siguiente de estar con ella y olvidarse de todos sus argumentos.

–No sé qué me pasa con ella. –Admite finalmente con resignación. –Es como si tuviera un imán que me impide poner distancia.

–Alex dice que tiene que ver con el lobo, que tienen un aura diferente y que en Kiki es incluso más evidente. Que por eso tiene una lista de pretendientes de aquí a Menorca. –Denna no puede evitar reírse ante la cara que se le ha quedado a su amiga. –Supongo que tampoco ayuda que sea tan guapa.

–Y porque no la has visto desnuda. –Suelta Violeta sin pensar.

A su amiga se le escapa una carcajada.

–Por suerte para ti, no es mi tipo. Y por suerte para mí, por muy guapo que sea, Alex no despliega ese encanto allá por donde pasa. –Denna toma un último sorbo de su café y deja la taza sobre la mesa. –Sabes que tienes que hablar con ella, ¿verdad? En plan, puedes convencerla de quedar para tomar un café o algo en algún lugar neutral, con más gente. Así podríais hablar, conoceros más...

–¿Me estás diciendo que le pida una cita a Chiara?

–Es solo una idea. –Contesta Denna encogiéndose de hombros. –¿Quién sabe? Tal vez descubras que tiene mucho más que ofrecer que simplemente sexo salvaje.

Violeta no es tonta. Sabe perfectamente lo que esconden realmente las palabras de su amiga.

Tal vez te dé una razón que incline la balanza.

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Tras dejarse convencer por su amiga, Violeta le había pedido el número de Chiara a Alex y le había escrito a la morena, pero intentando que se oferta de quedar para tomar algo sonara como un simple encuentro informal para hablar. No quería que Chiara pensara que era un intento más de llevarla a la cama.

El cantar de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora