Érase una vez una loba,
de manto azabache como la noche,
que amaba la luna
y bañarse en su luz.
Conoció a una inmortal,
una que odiaba a su reina en el cielo,
por recordarle que lo eterno
es más cruel que bello,
que incluso al amor te hace olvidar.
Ojos verdes, piel ardiente,
mirada fría, corazón inerte,
la luna es testigo de la colisión.
Silenciosos anhelos bajo el blanco roto,
deseos prohibidos que nublan la razón,
aullidos salvajes en la oscuridad,
ahuyentando el fantasma de la soledad.
Se viste de gala la dama nocturna,
el baile no se quiere perder.
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El cantar de la Luna
RomansaUna adora la luna. La otra la exiliaría del cielo. Un corazón que no late. Otro que corre desbocado sin rumbo. Tal vez, un amor que debería ser imposible sea capaz de sanar cicatrices que llevan años abiertas. Como la luna, esta historia tiene cuatr...