Abrigo

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Una chica de tan buen humor recién llegaba a la gran mansión, ¿que hora era? Ni ella sabía exactamente, no podía caminar en línea recta gracias a lo que consumió, que en si, tampoco recuerda que tanto bebió.
Sin esperar más entro tratando de ser sigilosa pero, ni estando sobria puede hacerlo, sus risitas se escuchaban pues ella misma se contaba chistes en la mente, para su sorpresa esa salida fue sola ya que, sus amigos tenían otros planes esa noche; excepto John quien aún teme ir a fiestas.

—Que divertido... jeje — habló para sí misma.

Las luces de la sala se encendieron y ella que quedó quieta escondiéndose detrás de una lámpara, sin evitar reirse por ser tan brillante.

—¿Por qué tan tarde, Emma? — habló aquella mujer, cruzada de brazos sentada en uno de los sillones, la joven peli mora soltó otras risitas.

—No soy Emma... Soy un cactus — se excusó sonriente.

—¡Y vienes peda! — se quejó molesta levantándose de su asiento. — Te dije que podías tomar un poco, no tanto — 

—Amber, Amber, Amber... Cuando salí me dijiste "embriagate" — hizo pequeños movimientos con los dedos mientras buscaba como irse a su habitación.

—Te dije, abrigate, no embriagate —bufó fastidiada; Emma comenzó a reir. — Ve a tu habitación ya, mañana te irá mal en el entrenamiento —

—Buenas noches, mami — abrazó a su mayor para subir a su respectivo lugar de descanso.

Amber por su parte fue con su prometido para poder descansar; al día siguiente, Emma tuvo una muy fuerte resaca, pero como dijo la azabache la puso a correr alrededor de toda la mansion, limpiar el patio y, solo por gusto, tratar de bañar a los perros.

Nada fácil. 

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