El día que Aliert comenzó el nuevo tratamiento finalmente llegó, el doctor Moier se acercó a su cama, portando una expresión de calma y seriedad. Sabía que Aliert estaba al tanto de los riesgos y que esta decisión no había sido fácil, pero había llegado el momento de comenzar esta nueva etapa en su lucha.
—Aliert -comenzó el doctor, colocándole una mano en el hombro con una leve sonrisa–, lo que vamos a iniciar es un régimen conocido como terapia de combinación intensiva. Este tratamiento es una mezcla de quimioterapias más potentes que los anteriores. Vamos a usar una combinación de gemcitabina, paclitaxel, y un nuevo fármaco experimental que ha demostrado cierta efectividad en casos como el tuyo. Este tratamiento es más agresivo, y los efectos secundarios pueden ser fuertes, pero tenemos la esperanza de que ataque las células malignas más directamente.
Aliert asintió, intentando mantener la calma. La explicación del doctor resonaba en su mente, pero también sentía una sensación de inevitabilidad. Sabía que esto era necesario; después de haber enfrentado tantos obstáculos, no podía rendirse ahora.
El doctor comenzó a preparar las soluciones intravenosas mientras las enfermeras acomodaban el equipo y ajustaban los monitores que registrarían las reacciones de Aliert. Él cerró los ojos mientras sentía la primera aguja perforar su piel, dejando que el frío del líquido medicinal empezara a fluir en su cuerpo. La primera dosis fue solo el inicio de una larga batalla que se prolongaría por días y noches enteras.
Las semanas que siguieron fueron un torbellino de dolor y cansancio. Los efectos secundarios eran constantes y desgastantes; su cuerpo parecía haberse vuelto un campo de batalla donde se libraba una guerra sin tregua. Había días en los que Aliert no podía levantarse de la cama, y otros en los que apenas podía mantenerse despierto. Las náuseas, la debilidad extrema y las fiebres lo acompañaban cada vez que se sometía a una sesión.
Pero a pesar de todo, él se aferraba a la esperanza, a la promesa que había hecho de seguir luchando. Daniel lo visitaba siempre que podía, ayudándole a sobrellevar esos momentos de desesperación con su presencia y sus palabras de ánimo. Chris y Mielle también aparecían a menudo, trayendo alguna broma o anécdota del hospital para distraerlo, y su familia estaba siempre a su lado, luchando en silencio junto a él.
Finalmente, llegó el día que Aliert había soñado con alcanzar durante meses: su cumpleaños número 18. No fue una celebración extravagante ni llena de grandes sorpresas, pero fue un día que logró arrancarle una sonrisa genuina, algo que no había sentido en mucho tiempo. En el hospital decoraron la pequeña sala donde se reunieron sus amigos y su familia. Daniel, Chris y Mielle estaban allí, sus padres, su hermana Karla y algunas de las enfermeras que se habían vuelto cercanas a él durante su tiempo en el hospital.
—Felicidades, Aliert, ¡bienvenido al club de los adultos! –bromeó Daniel, dándole un ligero golpe en el hombro.
—No sé si me entusiasma tanto ser adulto si serlo significa estar aquí sentado –respondió Aliert con una sonrisa, mientras el grupo se reía. Su voz todavía era débil, pero su espíritu brillaba en ese momento de alegría compartida.
Chris le entregó una pequeña libreta que había envuelto con cuidado.
—Es para que sigas escribiendo tus pensamientos y memorias -le dijo-. Quién sabe, tal vez algún día lo conviertas en un libro.
Aliert sonrió y asintió, agradecido. La libreta era sencilla, pero para él significaba mucho más que solo un cuaderno. Era un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, aún podía crear algo hermoso.
Esa noche, después de que todos se despidieran y el hospital volviera a su calma nocturna, Aliert sacó la libreta y comenzó a escribir en ella, tratando de expresar el torbellino de emociones que sentía.
Querido Diario:
Hoy 15 de mayo finalmente cumplo 18 años. Lo pienso, y aún me cuesta creer que he llegado hasta aquí. Han sido tantos días y meses de lucha, tantas noches en las que creí que no lo lograría, que parece increíble haber alcanzado este día. Recuerdo la primera vez que escuché la palabra "cáncer" en esa sala fría, mientras el doctor Moier nos miraba con esa mirada seria que ahora conozco bien. Era como si el tiempo se hubiera detenido, como si el mundo hubiera cambiado en un segundo.
Cada tratamiento fue un desafío. El primero, cuando apenas comenzaba a entender lo que implicaba estar enfermo; el segundo, cuando empecé a sentir el peso de esta batalla en cada rincón de mi cuerpo; y ahora este, el más difícil de todos. Pero cada vez que pienso en rendirme, recuerdo las personas que están a mi lado, que me apoyan y me dan la fuerza que a veces siento que me falta.
Mis padres... ellos han sido mis pilares. Sé que lloran en silencio cuando creen que no los veo. Karla, mi pequeña hermana, que ha tenido que crecer más rápido de lo que me gustaría. Y Daniel... él ha sido mi luz en medio de todo esto. No sé cómo explicarlo, pero cada vez que está cerca, siento que puedo seguir adelante.
Chris y Mielle, con sus bromas y su forma de ver el mundo de una manera tan ligera. Nunca pensé que el hospital me traería amigos como ellos, pero aquí estamos, en medio de esta locura, construyendo recuerdos que jamás olvidaré.
Y aquí estoy, escribiendo esto, sintiendo gratitud y miedo al mismo tiempo. Me siento agradecido por cada momento, pero también tengo miedo. Miedo de lo que vendrá, de si habrá un futuro para mí. Pero hoy, mientras escribo estas palabras, me permito creer que sí. Que habrá más cumpleaños, más días con Daniel, con mi familia, con todos los que amo.
Hoy me doy permiso de soñar, aunque sea por un instante.
Cuando termino de escribir Aliert cerró la libreta, permitiéndose una pequeña sonrisa. Tal vez no tenía todas las respuestas, y tal vez el futuro seguía siendo incierto, pero en ese momento, se sentía en paz.
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Hasta Mi Último Suspiro
Novela JuvenilEnfrentando una enfermedad que amenaza con arrebatarle todo, un joven busca encontrar sentido en cada instante que le queda. Entre días llenos de lucha y momentos de frágil esperanza, aprenderá a aceptar lo inevitable mientras deja una huella imborr...