Mammon resoplaba mientras se dejaba caer en uno de los sofás de la lujosa sala de Asmodeus, estirando sus brazos detrás de la cabeza con una expresión de despreocupación ensayada. No había venido por nada en particular, pero cuando le preguntaban por qué, siempre respondía con algo como "No tenía nada mejor que hacer" o "A veces hay que molestar a alguien para que recuerde quién es el Rey de la Avaricia". Claro, nunca admitía que le gustaba pasar tiempo allí, y mucho menos que disfrutaba de la compañía de Asmodeus.
Asmodeus, por su parte, lo observaba con una sonrisa ladeada, esa que siempre parecía burlarse de todo y de todos, pero especialmente de Mammon. Se acercó tranquilamente, sentándose junto a él con un vaso de licor en la mano, observando cómo el avaro fingía ignorarlo. Esa fachada de indiferencia siempre le resultaba entretenida.
—¿Te acomodas bien? —preguntó Asmodeus con un tono sarcástico, sin apartar la mirada de Mammon.
Mammon bufó, sin molestarse en mirarlo. —Por supuesto, Ozzie. No es que necesite tu permiso para estar aquí, ¿sabes?
Asmodeus soltó una risita, llevando el vaso a sus labios. —Oh, lo sé, lo sé. Pero parece que últimamente vienes mucho por aquí... casi como si... —se inclinó, bajando la voz en un susurro— estuvieras encariñándote.
Mammon se tensó de inmediato y lo miró con una mezcla de ofensa y desafío. —¡Bah! Como si yo me encariñara con algo que no pueda vender por oro. —Su tono era brusco, pero había algo en la forma en que desviaba la mirada, algo que hizo que Asmodeus se animara a provocarlo aún más.
Asmodeus decidió que era el momento perfecto para sacar a relucir algo que había notado hacía tiempo y que no había tenido la oportunidad de señalar, al menos no hasta ahora. Se acercó un poco más, con los ojos fijos en el rostro de Mammon, y antes de que el avaro pudiera reaccionar, estiró la mano y le dio un leve apretón en una de sus mejillas regordetas.
Mammon parpadeó, atónito. Era como si su cerebro se hubiera apagado por completo durante unos segundos, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo. La sensación de los dedos de Asmodeus en su mejilla lo desconcertaba, pero lo que más lo enfureció fue la expresión divertida en el rostro del demonio de la lujuria.
—¿Qué... estás... haciendo? —preguntó Mammon, cada palabra saliendo como un gruñido.
Asmodeus ladeó la cabeza, sin soltar su mejilla. —Estoy intentando descubrir por qué tus mejillas son tan... redonditas. Casi parecen hechas de malvavisco. —Sonrió con una malicia inocente—. ¿Sabías que podrías ser el primer demonio en parecerse a un spinner?
Mammon lo miró, absolutamente horrorizado. Su indignación crecía a cada segundo, y finalmente, se apartó bruscamente, liberándose del toque de Asmodeus. Su rostro estaba completamente encendido, sus mejillas, que tanto había tratado de mantener ocultas como un punto débil, ahora ardían con un rojo intenso que solo lograba hacerlas más prominentes.
—¿Un... jodido spinner? —repitió Mammon, su voz sonando casi en un chillido ofendido. Intentaba, sin éxito, controlar la mezcla de furia y vergüenza que lo consumía, pero la sorpresa había roto por completo su fachada de calma.
—De verdad, Ozzie —continuó, su voz temblando por la rabia—, ¿de verdad crees que puedes simplemente... apretujarme como si fuera un maldito peluche?
Asmodeus, lejos de amedrentarse o disculparse, se inclinó hacia él con una sonrisa desafiante, disfrutando del efecto que sus palabras y acciones tenían en Mammon. Era demasiado fácil provocarlo, pero esa vulnerabilidad, esa incapacidad de ocultar sus reacciones, era una de las cosas que más le fascinaban del demonio de la avaricia.
—Oh, no seas tan sensible, Mammy. Solo digo la verdad. Mírate... esas mejillas tan suaves y redonditas —se burló, volviendo a estirar la mano como si fuera a tocarlo otra vez—. ¿Quién diría que el demonio de la avaricia sería tan... esponjoso?
Mammon retrocedió de inmediato, apartando la mano de Asmodeus con un gesto brusco y llevándose ambas manos a las mejillas, como si pudiera protegerlas de la mirada burlona de Asmodeus. Era raro verlo así, tan vulnerable y avergonzado, y no hacía más que intensificar las ganas de Asmodeus de seguir provocándolo.
—¡Ozz, ya basta! —exclamó Mammon, su voz cargada de una mezcla de vergüenza y furia—. ¡Te pasas de la raya, idiota! No soy tu juguete ni tu maldito... peluche! —le espetó, sus ojos destilando rabia.
Asmodeus simplemente se echó a reír, una risa grave y resonante que atrajo la atención de algunos demonios cercanos, aunque él no parecía preocuparse por eso. Le encantaba ver a Mammon tan indignado, tan atrapado en sus propias reacciones. Y en el fondo, una parte de él se maravillaba ante el hecho de que Mammon aún estuviera allí, a pesar de todo. Había algo encantador en su indignación, algo que hacía que Asmodeus quisiera seguir picándolo, solo para ver hasta dónde llegaría.
—Ay, Mammon, no seas tan dramático —dijo finalmente, su tono cargado de una provocadora calma—. Admito que tienes carácter, pero no puedes negar que tus mejillas son... irresistibles. Si no fuera por tu temperamento, ¡casi te verías adorable! —agregó con una sonrisa, sabiendo que esa última palabra sería suficiente para hacerlo enfurecer aún más.
Mammon apretó los dientes y, tras un segundo de vacilación, dio un paso adelante, clavando su dedo índice en el pecho de Asmodeus con fuerza, como si quisiera subrayar cada palabra que estaba por decir.
—¡Te lo advierto, Asmodeus! —gruñó, con los ojos entrecerrados y una expresión de absoluta seriedad—. ¡No vuelvas a decir que soy adorable! ¿Qué te hace pensar que puedes decirme esas cosas? Yo soy el Rey de la Avaricia, y nadie me toma en broma. ¡Especialmente tú!
Asmodeus no pudo evitar soltar otra carcajada. Sabía que había tocado un punto débil, y no le importaba en lo absoluto. En realidad, le encantaba ver a Mammon en esa mezcla de furia y confusión, ese torbellino de emociones que lo hacía lucir tan... auténtico. Pero debajo de esa diversión, debajo de las bromas y las risas, había algo más, algo que prefería mantener enterrado. Ver a Mammon así, tan lleno de vida y rabia, le generaba una especie de ternura que no estaba dispuesto a admitir, ni siquiera a sí mismo.
Sin embargo, en lugar de hacer un comentario al respecto, Asmodeus simplemente se limitó a sonreír, con un toque de ironía en sus ojos, y murmuró:
—Lo que digas, Mammon. Lo que digas.
Y mientras Mammon se alejaba, visiblemente ofendido y murmurando insultos por lo bajo, Asmodeus lo siguió con la mirada, disfrutando del espectáculo. Sabía que había cruzado la línea, que quizás había tocado algo que debería haber dejado en paz, pero en el fondo, no podía esperar a volver a ver ese rubor en las mejillas de Mammon.
—...Le pediré una cita—
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𝜗𝜚𝙴𝚗 𝚎𝚕 𝙹𝚞𝚎𝚐𝚘 𝚍𝚎𝚕 𝙳𝚎𝚜𝚎𝚘✧˚ ༘ ⋆。 ˚
Fanfic🎩⚠Advertencia⚠💵 🎩Es un experimento, así que no sera lo mejor, es la primera vez que escribo de este Shipp que me llamo la atencion pero no hay casi nada de el, asi que me dije porque no =w= 💵 🎩No va a haber 🔞 ya que no soy experto en es, mejor...