La mañana en Syltharion se presentaba diáfana y fría. El primer resplandor del sol apenas acariciaba los picos de la Cordillera Brumosa, lanzando destellos de un oro pálido sobre las cumbres, mientras el viento soplaba con fuerza, como si quisiera ahuyentar las sombras de la noche anterior. Arkan Thalor, al frente del grupo, observaba el camino por delante, calculando mentalmente la ruta que los llevaría hacia el corazón de las tierras del norte, a las ruinas de Zel-Thara.
A su lado, Zelyra Velaris avanzaba con paso firme, irradiando una calma que contrastaba con la tensión que impregnaba a los exploradores. Su sola presencia parecía suavizar la atmósfera opresiva del bosque; una leve luz surgía de sus pasos, como si la naturaleza respondiera a su esencia. Los preparativos habían sido meticulosos, y Arkan sabía que cada detalle era crucial para lo que les aguardaba en las ruinas. La Esfera de la Realidad, especialmente, representaba tanto una fuente de poder como una responsabilidad que requería cuidado.
Tarkos ajustaba el cinturón de su espada, lanzando miradas furtivas hacia las colinas que se alzaban en el horizonte, aunque sus ojos volvían constantemente a Zelyra. A pesar de haber viajado junto a ella antes, no dejaba de sorprenderse de la manera en que ella, como Guardiana de la Luz Eterna, parecía habitar el bosque sin esfuerzo, mientras que el resto del grupo cargaba el peso de cada paso sobre el suelo espeso y húmedo.
Antes de partir, en la penumbra de la cámara central de la fortaleza, Arkan había tomado una decisión. La Esfera de la Realidad, que ahora colgaba discretamente del cuello de Tarkos, había sido confiada a él momentos antes de que comenzaran la marcha. Arkan se había acercado al joven con una expresión que revelaba la seriedad de lo que le pedía. Aunque Tarkos no había cuestionado la decisión, había sentido el peso de la esfera casi como si estuviera viva, una responsabilidad que latía con una energía que solo aquellos familiarizados con el poder de las esferas podían comprender.
—Solo mantenla segura —había dicho Arkan, sus palabras cargadas de una confianza que Tarkos no podía tomar a la ligera.
El recuerdo del breve intercambio seguía fresco en la mente de Tarkos mientras caminaba, cada paso reforzando la gravedad de la tarea encomendada. A pesar de la humedad del bosque y del aire frío que cortaba sus mejillas, el calor que emanaba del orbe parecía tener un propósito, una pulsación constante que Tarkos sentía en el pecho, como un recordatorio de la importancia de su papel en la misión.
El bosque comenzaba a desplegarse con una densidad inquietante; los árboles se alzaban altos y rectos, como centinelas de madera, y sus ramas formaban un dosel que bloqueaba buena parte de la luz. El suelo, cubierto de un espeso manto de hojas secas y musgo, absorbía los sonidos de sus pasos, haciendo que cada uno de ellos pareciera moverse en un silencio casi reverencial. Zelyra, mirando el entorno con una mezcla de nostalgia y respeto, rompió el silencio con una voz suave y pausada:
—Syltharion ha resistido el paso del tiempo, sus secretos permanecen intactos. Pero siento algo diferente en el aire... como si las sombras en este lugar llevaran un mensaje —comentó, sus palabras flotando en el aire como un susurro.
Arkan asintió, notando la preocupación en la voz de Zelyra, algo poco usual en ella. Se volvió hacia Tarkos, quien permanecía en silencio, pero observaba atentamente cada detalle del entorno. La esfera que llevaba colgando se sentía extrañamente resonante con el lugar, una sensación que lo mantenía alerta.
—¿Has notado cómo el aire cambia al acercarnos al bosque? —preguntó Tarkos en voz baja, intentando disimular la tensión en su voz.
—Este bosque no es un lugar común. La magia aquí es antigua, tanto como Elarion mismo —respondió Arkan, sin apartar la vista del horizonte.
Zelyra miró a Arkan con curiosidad y una ligera sonrisa, como si reconociera algo en sus palabras.
—Syltharion está hecho de la misma esencia que nosotros, Arkan —dijo ella suavemente—. Nos observa y responde a nuestras intenciones. Por eso debemos proceder con cautela; las sombras aquí no distinguen entre amigo y enemigo.
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Sombras y Esferas
FantasyEn un mundo donde las sombras y la luz luchan por mantener el equilibrio, Sombras y Esferas nos sumerge en un viaje fascinante por Syltharion, el bosque viviente, donde cada árbol guarda un secreto y cada sombra susurra un peligro olvidado. Arkan Th...