Decisión

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Le tomó hasta la tarde noche salir de allí, completamente aruñado y casi sin respiración.

Se infiltró en el pueblo, pasando por un corral de caballos. Uno de estos lo mordió y sacudió hasta hacerlo caer en el suelo, lleno de excremento. Producto al ruido, una linda señorita se asomó por el otro extremo y le ofreció su ayuda, pero solo consiguió alterarle las hormonas.

-Tranquila bebé, este papi sabe arreglárselas sola -dijo, apoyándose en una de las puertas

-¿Dime, por qué estás tan solita? -continuó, sin percatarse de que el padre se encontraba tras ella, con una enorme pala.

-¡¿Qué es lo que le has dicho a mi hija?! -le gritó este para comenzar a perseguirlo y hacerlo caer nuevamente en el excremento.

Tuvo que escabullirse en los rincones más mugrientos para perderle de vista, terminando ya no solo con un aspecto demacrado, sino también, con un aroma insoportable.

Caminó un par de cuadras, sediento, mientras reflexionaba sobre lo sucedido, pero otra hermosa doncella le pasó por el lado desde el otro extremo de la calle, acompañada por su prometido.

-¡Qué buen trasero! -pensó Conrad, incapaz de decirle algo de frente, pero sin explicación alguna el acompañante sacó una katana.

-¡¿Qué le dijiste a mi prometida?! -gritó al escuchar tal barbaridad y comenzó a perseguirlo.

La llegada de la noche era inminente y Conrad, sin respiración, se detuvo a descansar en la esquina de una casa con la cerca de madera exactamente igual a la de la suya. Una joven señorita se aproximaba desde el otro extremo, sola y asustada por la llegada de la noche. Conrad vio en ella su oportunidad y utilizó lo último de sus energías para poner una pose cool, pero al apoyarse en la cerca, los tablones de esa zona cayeron, dejándolo tendido en el suelo, sin la menor intención de levantarse.

-¿Necesitas ayuda? -le dijo una voz melodiosa, acercándose desde la casa.

-Sí, por favor -respondió él, elevando la mano para que lo arrastraran hasta dentro.

-¡Eres muy divertido! -rio una hermosa señorita de pelo verde y mirada escondida. Su traje era muy humilde, pero resaltaba su feminidad, agachada enfrente de él, con una preciosa sonrisa en su blanco rostro y un colgante de cartón de un color azul muy intenso en su oído izquierdo.

Conrad se levantó impresionado, preparándose para seducirla, pero al ver la sombra de un sujeto sujetando un cuchillo desde la casa, tragó en seco y le agradeció.

-Mi nombre es Aimi -le dijo esta, tomándolo por la mano y llevándolo dentro -Aquí todos somos una gran familia, verás como te agradan a la primera -

Eran 12 pequeños de diferentes edades corriendo de aquí para allá, virando patas para arriba la casa y desquiciando a su cuidadora, pero en cuanto Aimi abrió la puerta, sujetando a Conrad por las manos, todo quedó en silencio.

-¡Aimi tiene novio! -gritaron a coro, comenzando a molestarla mientras esta se enrojecía cada vez más, cubriendo su rostro de la vergüenza.

Conrad solo pudo sonreír, en todo aquel tumulto de disparates se apreciaba una especie de amor que era nuevo para él, la hermandad de un hogar.

-¡¿Esto qué significa, Aimi?! -Sentenció Connor, el padre de familia, devolviendo la tranquilidad al lugar.

La sirvienta se llevó a los niños y justo cuando Conrad iba a hacer la presentación más formal de su vida, Aimi lo interrumpió.

-Se llama Conrad, está perdido y necesita nuestra ayuda. Sé lo que vas a decirme, pero él tampoco tiene mamá y se encuentra alejado de su padre, en estos momentos es como si fuera un huérfano, al igual que nosotros ¿Acaso no es tu lema ayudar siempre a quien más lo necesita? -dijo ella con sus manos juntas frente al pecho, sorprendiendo a Conrad con tal nivel de información, esperando la respuesta de su padre, quien solo lo evaluaba con la mirada.

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