Era el gran día del concierto, y Manuel fue el primero en despertar en el hotel. Como cada mañana, su primer pensamiento fue Lucero. No podía evitar sonreír mientras se imaginaba la sonrisa de ella al verlo aparecer de sorpresa, y sin pensarlo mucho, decidió ir a su cuarto.
–¿Y si voy a verla? Aunque... tampoco quiero que piense que soy tan empalagoso –se dijo a sí mismo, pero luego sonrió con determinación–. Voy, total, ¿qué tengo que perder?
Se vistió con cuidado, poniéndose guapo, y se dirigió al cuarto de Lucero. Tocó la puerta varias veces, pero nadie respondía.
–¡Puta madre, ya voy! –se escuchó desde adentro. Manuel no pudo evitar soltar una carcajada.
–¿De qué te ríes, señor Mijares? –preguntó Lucero con cara de dormida al abrir la puerta.
–De nada, señorita –respondió Manuel, antes de darle un beso rápido y entrar.
–Manuel, ¿qué pasó? ¡Seguía en el quinto sueño! –dijo ella, tratando de despertar.
–Tienes que arreglarte ya, amor. Es hora de bajar a desayunar –respondió él.
–¿Pues qué hora es? –preguntó ella, frotándose los ojos.
–Las nueve y media.
–¡Madres! –respondió, y le dio otro beso antes de correr al baño.
De repente, se escuchó su voz gritando.
–¡MANUEEEEEEL! ¡Pásame mi toalla, la dejé secando en la terraza!
–¡VOY! –respondió él, aguantando la risa.
Manuel fue a buscar la toalla y, al volver, apenas emparejó la puerta del baño. Ambos estaban tan cómodos juntos que, aunque su relación aún era un secreto, no había muchas formalidades entre ellos. Lucero lo sorprendió al jalarlo hacia ella, y antes de que él pudiera decir nada, lo besó.
–Ya, Manuel –murmuró ella mientras se alejaba para arreglarse–. ¿Por qué eres así...? Si no vas a meterte a bañar, no prendas el boiler.
Él soltó una carcajada.
–En la noche te juro que te pago este favor –respondió él con una sonrisa.
Ella sonrió.
–Bueno, así sí...
Ambos bajaron a desayunar, intentando disimular para no levantar sospechas. Pero justo cuando se sentaron, doña Lucero, la madre de ella, los miró con una expresión extrañada.
–¿Se puede saber por qué bajaron al mismo tiempo? –preguntó, confundida.
Toño, el hermano de Lucero, les lanzó una mirada divertida, y Lucero improvisó rápidamente.
–Ah, ma, es que estábamos hablando con José en la recepción –respondió ella.
Doña Lucero no parecía del todo convencida, pero no insistió. Desayunaron tranquilamente, y el día transcurrió sin incidentes hasta que llegó la hora del concierto.
Lucero llegó al camerino de Manuel un poco agitada, pero con una sonrisa traviesa en los labios. Estaba espectacular, vestida con un conjunto negro ajustado que resaltaba cada uno de sus encantos. Manuel, al verla, no pudo evitar quedarse sin palabras. Ella notó su expresión y soltó una risita.
"¿Qué? ¿Te gusta?" preguntó ella con coquetería, mientras se acercaba lentamente.
"¿Vas a salir así de... destapada?" respondió él, entre serio y divertido, sin poder ocultar un toque de celos en la mirada.
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Solo déjate llevar
Romance¡¡¡Donde hubo fuego cenizas quedan Solo hay que dejarse llevar como ellos dos lo hicieron!!!