Tiempo atrás II

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Pov Rebecca

Me doy cuenta de que alguien se esconde en la parte trasera de mi auto cuando todavía estoy a ocho cuadras de mi casa. Mi abrigo se ha deslizado del asiento trasero al suelo, que no es donde lo dejé cuando bajé del coche.

Conduzco con una sola mano, con una mano alrededor del bebé para mantenerlo sobre mis rodillas. Mi mano libre agarra el volante mientras entrecierro los ojos ante el camino que tengo por delante. ¿Podría ser un asesino? Hay mucha gente que me quiere muerta. ¿O es la hija de Merrick? Mi pequeña y molesta acosadora. La irritación me invade ante el pensamiento.

 Mis hombres me han dicho que la chica Merrick ha estado apareciendo en mis clubes con la esperanza de llamar mi atención. Lo último que necesito es una pequeña idiota débil y desesperada que quiera hacerme mamadas incompetentes y gastar mi dinero,  me cortaré la garganta antes de que me vinculen de por vida con un político.

Cuando doy vuelta a la derecha, miro hacia la parte trasera de mi auto cuando la luz de las farolas se mueven a través del abrigo, veo un pie asomando por el otro extremo.

Un pie delgado en una balerina puntiaguda.

No es un asesino. Si esta es la hija de Merrick, la arrastraré a casa por el pelo y le cortaré el cuello delante de su padre. Cuando entro en el largo y sinuoso camino de entrada que conduce a mi casa, las puertas de hierro forjado se abren y revelan jardines con setos altos. Más allá se alza mi casa con sus columnas blancas y sus largas ventanas.

—"Llama al ama de llaves",— le digo al software de reconocimiento de voz de mi teléfono, y cuando Angela responde, le digo que se reúna conmigo junto a mi auto.

El garaje está separado de la casa, ya sea por un largo paseo por el jardín o por un atajo a través de un pasaje subterráneo y una puerta cerrada con llave.

Las puertas del garaje se abren y estaciono en un lugar vacío. Angela, una mujer de unos cincuenta años que lleva un elegante vestido gris con cuello de encaje blanco, me está esperando.

Abro la puerta y salgo con el bebé en brazos. —"Lleva esto a la casa".

—"Sí, señora Armstrong".— Angela ni siquiera parpadea mientras acepta al niño de mis manos y lo lleva a la casa por el atajo. Le pedí que hiciera cosas más extrañas que ésta en el pasado. Una vez tuvo que alimentar a un leopardo durante una semana. La mayoría de los días tiene que limpiar las manchas de sangre de mi ropa.

Como todos los demás en mi trabajo, está bien pagada y es tremendamente leal.

La puerta del garaje rechina al cerrarse y ahora estamos encerrados juntos, mi pequeño polizón y yo.

Finjo que voy a la casa ingresando el código del atajo y abriendo y cerrando la puerta. Luego recargo mi espalda contra el y espero. La luz automática del garaje se apaga y la única iluminación es la luna que entra por el tragaluz.

Pasan varios minutos y luego se oye un ruido dentro de mi coche. La puerta del pasajero se abre y un pie cauteloso se acerca al suelo.

Como un conejo asustado que emerge de su madriguera, se asoma una chica de cabello oscuro.

Con exagerado cuidado, cierra la puerta silenciosamente detrás de ella y mira a su alrededor.

Parece tener unos dieciocho o diecinueve años y lleva un vestido lencero corto y pálido que parece hecho hace unos cincuenta años. La camiseta pequeña y descolorida que hay debajo ha sido lavada cientos de veces o más. 

Sus zapatos son anticuados, pero lindos. Todo en esta chica es limpio y bonito, pero vintage o de segunda mano, hasta el lazo de satén color crema en su largo cabello.

Fear Me, Love MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora