La voz #3

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¿Algunas vez has sentido inseguridad de ti mismo? ¿De quien eres? ¿De que es lo que quieres? Cada uno de nosotros deberíamos preguntarnos eso alguna vez, descubrir que es lo que de verdad queremos para nosotros mismos y  no dejar que este jodida sociedad —o debería llamarla suciedad— nos lleve en su corriente. Esas preguntas hacían que a Shannon le dieran nauseas ¿Porque? Porque no tenían respuestas, y tampoco quería encontrarlas, o al menos no todavía.

—¿Ahora si me dirás que te ha pasado para interrumpir mi sueño y asustarme a las tres y media de la mañana? -Dijo su madre poniendo una taza de café negro frente a el.

No dijo nada, solo quedo en total silencio, como esperando que su madre diga algo que le ayude a encontrar una respuesta o al menos una buena excusa para no quedar como un idiota.

—Shannon, estoy esperando.

—¡No lo se! ¿Crees que si lo supiera estaría aquí sentado en lugar de estar buscando la solución?

—¿¡Solución a que¡? -Su madre levanto la voz, un poco alterada.

—He estado soñando cosas y escuchando cosas en mi mente, pero por favor mamá no me lleves a un psiquiatra, no estoy loco, ¡Por favor! 

—Dime que soñaste. 

No le digas nada... -Una vez mas esa voz lo atormentaba.

—¿Que? -Respondió el mirando a su alrededor, como buscando a esa voz.

—¡Que me digas que soñaste! Joder.

No dijo nada, sus piernas comenzaban a temblar, sus dedos se movían solos. No podía pensar. Levanto la mano derecha y con todas las fuerzas que tenia, aventó la taza de café, rompiéndola con la mano a una velocidad increíble.

—¿Que demonios te pasa? —Su madre se puso de pie y comenzó a limpiar el desorden.

—No quise hacerlo, lo juro, yo... no se como paso.

—Deberías salir a tomar un poco de aire, ve al parque, lo necesitas, creo que estas perdiendo la cabeza.

Suspiró. Pensó un poco lo que había hecho y decidió que lo mejor era obedecer a su madre e ir a tomar un poco de aire, se sentía mareado.

Fue directamente hasta la puerta, al poner un pie fuera de la casa, un aire frió lo recorrió toda la columna vertebral y un dolor de cabeza lo tumbo. 

—¿Ves de lo que eres capaz? Todo se esta cumpliendo exactamente como debería ser. -La voz comenzó de nuevo.

—¿Quien eres? ¡Déjame en paz! 

—Soy tu guía, yo estaré contigo para lo que vendrá.

Empezó a correr, no sabia porque ni a donde, solo corría. Giro en la primera esquina, se sentía perseguido, tenia la respiración acelerada, sus pulmones ya estaban cansados, tuvo que parar, pero la sensación de estar siendo observado y perseguido no se iba. Hasta que paro, se sentó en un banco, frente a una plaza, puso su cabeza entre sus manos hacia arriba.

—Todo esto es una puta mierda. -Susurro mirando el cielo. 

Bajo la cabeza. Su corazón paro por unos segundos al verlo, sus ojos se abrieron como platos, sus pupilas se dilataron y empezó a toser.

Era el chico de Ojos oscuros como el cielo nocturno, el mismo que había estado involucrado en aquella pelea con la que todo inició. Apretó los puños, su mente se inundo de posibilidades, posibilidades de como asesinar a ese chico, sentía que debía hacerlo, creía que todo había empezado por ver aquellos ojos que lo paralizaron y que toda esta pesadilla era por culpa suya.

Se acerco a paso rápido hacia el, el chico no movió ni un solo musculo, solo se quedo ahí, como una estatua. Tomo su cuello y apretó, el chico trataba de respirar, su garganta hacia contracciones, y lo peor era que Shannon lo estaba disfrutando, su sonrisa psicópata lo delataba.

—Suéltame. -Logro decir. —Por favor, Shannon...

En el segundo en el que escucho su nombre saliendo de la boca de aquel chico, sus manos se aflojaron dejándolo respirar.

Se alejo, arrastrándose por el suelo, Shannon miraba las manos con las que estaba apunto de matar a un chico que ni siquiera le había hecho daño, se sintió un monstruo.

—Yo... lo siento. —Susurró con la cabeza gacha. 

El chico tosía sin parar, Shannon estuvo a punto de hacer explotar su vena yugular, la culpa lo invadió.

Rió.

¿Que? ¿Estuvo a punto de matarlo y el solo reía?  

—Vaya fuerza... -Dijo mirándolo desde el suelo. —No eres muy rápido, pero si muy fuerte, servirás de mucho.

Se puso de pie y extendio la mano.

—Mi nombre es Matt, mucho gusto numero 12.

¿Numero 12? Los días anteriores habían sido muy raros, pero este se llevaba el primer lugar sin duda alguna. 

No dijo nada, solo lo miro a los ojos.

—¿Y bien? ¿Hablaras?

—Shannon. 

—Ya se tu nombre, idiota. Se mucho mas de ti de lo que te imaginas. —Dijo encendiendo un cigarro. 

—¿Quieres? 

—No. ¿Como me conoces? Habla. Esto ya me esta incomodando.

—Lo sabrás a su tiempo, ahora debo irme, 12. Te veo cuando... —Aclaró la garganta. —Pronto. Tu también debes irte, mañana tienes que ir al Instituto. —Dio vuelta y se fue caminando.

Miles de preguntas llenaron su mente, se sintió mareado y las ganas de vomitar se hicieron presentes, todo esto era tan extraño para el, ¿Porque lo había llamado 12? ¿Habían otras 11 personas pasando por lo mismo? ¿Pero, porque? 

Camino de vuelta a su casa, la verdad no quería entrar y enfrentarse a su madre, y a las preguntas que seguramente le haría. Prefirió sentarse en el pequeño pasillo de la entrada, y se puso a pensar, solo quería saber quien era ese chico, que o quien era la voz que le hablaba,quería saber el porque de un momento a otro no podía controlar sus impulsos, eso nunca le había pasado, nunca le tuvo tanto odio a alguien sin saber porque, pero en el momento en el que dijo su nombre el odio de desvaneció, todo era tan confuso y ya le empezaba a molestar.

—Emma... -Susurró. 

Emma pasaba frente a su casa, por la acera del frente, no pudo evitar mirarla fijamente, hasta que infortunadamente, ella giro la vista hacia el, haciendo que el la desviara disimuladamente. 

Desapareció de su vista, y el suspiro aliviado.

—¡Bu! -Toco su espalda haciendo que se sobresalte.

—¡Joder Emma! No vuelvas a hacer eso.

Ella reía incansablemente, una broma de muy, muy mal gusto desde la perspectiva de Shannon.

—Ya ya, no es gracioso, ¿Como has entrado? Pareces una cucaracha, joder.

—Entre por los arbustos. —Apunto con el dedo. —Eres un descuidado, cualquiera hubiera podido asesinarte sin problema alguno.

—No fue gracioso.

—Bueno, ¿Ya has entregado las tarjetas para la fiesta?

¿Tarjetas? ¿Quien se preocuparía por unas jodidas tarjetas después de todo lo que ha pasado?

—No.

Recibió un pequeño regaño de parte de Emma, pensó que era su madre quien lo estaba regañando. Se despidió con un apretón de manos, Emma se fue, y el se adentro a su casa, evitando ver a su madre por razones obvias, se tumbo a su cama y cayó en sueño.

Lo que el no sabia era que alguien lo estaba observando desde la puerta...

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Terapia de Shock: Vivir o Morir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora