La tarde huele a naranja

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El lateral de la cáscara dorada brilla con las primeras luces del atardecer.

Yuma hunde los dedos en la naranja desnuda, empujando hacia afuera con ambos pulgares para separar una pieza de la otra. Por la ventana, la luz del sol se refleja en el cuchillo que descansa a un lado apoyado sobre el plato de porcelana, junto a la cáscara olvidada.

Como todos los sábados, Astral vendrá después de sus clases particulares, a pie y con el bolso de la escuela cargado de libros. Aparecerá detrás del naranjo de la esquina y Yuma lo verá venir por la ventana antes de precipitarse hacia el pasillo. Ha tropezado en varias ocasiones por correr en las escaleras cuando sabe que él vendrá, pero siempre se asegura de no parecer sofocado.

Astral siempre se ve nervioso cuando se acerca a la casa, pero al abrir la puerta, está tranquilo y dice "hola" con voz suave.

Yuma no se pregunta por qué Astral se ve nervioso. Por qué cuando cruzan miradas en clase tiene las mejillas rojas, pero siempre se las arregla para verse calmado. Astral siempre está calmado, a veces parece inexpresivo, pero los sábados cuando están más cerca que nunca, su corazón late muy, muy rápido.

Los sábados son días especiales para todos en casa de Yuma. Akari se va todo el día a casa de su novio, la abuela pasa la tarde con sus amigas y sus padres van al parque y luego a cenar, "como en los viejos tiempos", dicen. Para Yuma, es el único día de la semana que está solo en casa y por el ende, es el día que está a solas con Astral.

Cuando la puerta se cierra, no tienen tiempo que perder. Astral sonríe y le llena las mejillas de besos rápidos que se le quedan pegados en la piel como pegatinas de gatitos. Luego corren al segundo piso mientras uno de los se queja; un día porque la abuela tardó en irse con sus amigas, otro porque la tutora de Astral se tomó más tiempo del habitual.

Yuma se siente ligero y cuando entran a su habitación, su corazón brinca por haber esperado toda la semana para ver a Astral envuelto en sus sábanas.

Bajará la persiana, jugarán videojuegos, tendrán sexo y Yuma hará chistes tontos, pero los dos se asegurarán de no delatarse demasiado.

Los sábados son los días favoritos de Yuma, porque el resto de la semana tendrá que conformarse con tirarle aviones de papel a Astral en clase o esperar a que no haya nadie en la calle para poder tomarlo de la mano. Pero los sábados no tiene que preocuparse por si alguien los ve besarse en el pasillo. Los sábados puede robarle todos los besos que quiera, ponerle apodos cursis y morderle el cuello cuando está distraído sin que haya nadie mirándolos.

Astral, que el resto de los días solo puede pensar en los sábados, lo rodea con los brazos y lo estruja como si fuera un peluche, lo presiona contra el colchón y le susurra al oído con voz suave y aterciopelada.

Las sábanas de Yuma huelen a naranjas. Cuando cae el sol cerca de su ventana y la luz dorada se inclina sobre las paredes de la habitación, Astral se relaja y hunde la nariz en la almohada ajena. Sus pulmones se llenan con ese aroma cítrico que en realidad es su favorito. Todas las cosas que le recuerdan a Yuma siempre serán sus cosas favoritas, pero jamás diría eso en voz alta, a pesar de que lleva muchos sábados acostándose en esa cama.

Cuando el tiempo se esté acabando, Yuma le dirá que peló una naranja para él y Astral se reirá diciendo que Yuma nunca ha sabido pelar una naranja, pero se la comerá de todos modos sin decir nada más al respecto, porque es incapaz de rechazar algo que venga de él.

Yuma es, de hecho, un experto pelando naranjas. Su hermana siempre dice que lo hace incluso mejor que la abuela. Es rápido y preciso, puede hacerlo en cuestión de segundos. Pelar naranjas es su talento oculto.

Aunque cuando se trata de Astral, Yuma evita pelar las naranjas con demasiada precisión, y deja a propósito pequeños trocitos de cáscara dorada, para evitar que se note mucho que está enamorado de él.

Astral volverá a casa después de que el sol se ha ocultado. Antes de irse, le besará los labios a Yuma y pasará los dedos por su cabello oscuro. No dirá nada al respecto, pero deseará en silencio que los sábados duren para siempre. Su corazón latirá rápido, muy, muy rápido ante la idea de volver a estar con Yuma, pero no se atreverá de decirlo en voz alta, en caso de que Yuma sepa que lo ama demasiado.

Pero este sábado es diferente.

El naranjo de la esquina perfuma el aire de la tarde y sol calienta las mejillas de Astral. Todavía es temprano, su tutora terminó más rápido de lo habitual.

A través de la ventana del segundo piso, los ojos de Yuma lo atraparon cuando apareció en la esquina. Astral alzó la mirada y por primera vez se encontraron desde lejos, antes siquiera de que llegara a la puerta.

Yuma peló dos naranjas de manera perfecta, sin dejar ni un trozo de cáscara esta vez.

Astral tenía las palabras atoradas en el pecho y el corazón retumbando en los oídos.

Este sábado se notó que se amaban demasiado.

Este sábado se notó que se amaban demasiado

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