VI

290 46 1
                                    

Alexia Putellas

Estaba preparando todo en mi casa para que sea perfecto para Aitana. Desde la comida que cenaríamos hasta esa pequeña mancha de la ventana. Necesitaba que todo sea perfecto para ella.

Mientras la comida se estaba cocinando todavía, aproveché el momento para vestirme y maquillarme un poco. Decido ponerme un conjunto que no marque tanta elegancia pero que se note que no era una ocasión cualquiera.

Mientras termino de vestirme y me pongo colonia, escucho el timbre resonar por toda mi casa. No lo iba a negar, estaba nerviosa. No solo por la conversación pendiente, si no también por la presencia de Aitana en mi casa. No era la primera vez que lo estaba, pero ahora iba a ser diferente, estabamos buscando una reconciliación por la cual estaba dispuesta a dar todo.

Bajo rápidamente las escaleras creyendo que hice esperar mucho a mi invitada por estar arreglando los últimos detalles. Al abrir la puerta me llevo una grata sorpresa. Aitana siempre se caracterizó por destacar entre los demás, tanto en el césped como en la cotidianidad. Y este era uno de esos casos, tenía puesto un top negro que dejaba ver su abdomen marcado, sabía muy bien que causaba en mi. Me permití ver un poco mas de lo normal esa zona y ella parece haberse cuenta ya que un leve sonrojo tiñe su cara y aparta un poco su vista de mi. No se si era que estaba locamente enamorada de ella o si de verdad es hermosa

-Aita, pasa.-Dije con una voz nerviosa y un leve sonrojo en mi cara. Al verla pasar, ella se da vuelta esperando que la salude. Nos sabía como hacerlo, siempre que venia a mí casa nos saludábamos con un beso en los labios, aunque no se si sea correcto ahora. Dejo mis pensamientos a un lado y le doy un suave abrazo que recibe con cariño.

-¿Qué tal estás?- Me pregunta con verdadero interés mientras se acomodaba en el sofa de mi salón y yo me acomodaba cerca de ella también, aunque manteniendo un espacio entre nosotras, mas del que me gustaría. Aunque lo que mas me llamó la atención, fue su notorio rengueo al caminar el cual me hizo preocuparme.

-¿Yo? bien, como siempre, mejor ahora que estás aquí conmigo.- La veo sonrojarse fuertemente s
mientras desvía su mirada de mí, haciendo que mi sonrisa se ensanche y suelte una pequeña risa audible.-¿Qué tal estás tú? Digo por tu rodilla, hoy no me dijiste que tenías y quiero saber.- La veo recuperarse un poco del momento anterior y me responde.

-Me vendaron y me pusieron un calmante para el dolor. Todavía no me dijeron que tengo, lo mas probable es que sean los meniscos y me pierda el partido que viene.- Dijo con un atisbo de tristeza el cual noté inmediatamente y me encargo de borrar con una sonrisa tranquilizante. Sabía lo que odiaba Aitana perderse un partido por menos importante que sea.

-Oye, no digas eso. No te sientas mal, todos tenemos nuestras bajas, lo importante es poder superarlas y volver a ser como antes...o mejores.- Dije con calidez y esperando que se de cuenta de la pequeña indirecta. Pareció funcionar ya que se queda callada mientras nuestras miradas se entrelazan por unos segundos que siento infinitos y siento como nuestros cuerpos se van acercando cada vez mas al punto de sentir su respiración cerca de la mía. Cuando creí que podía volver a tocar el cielo en sus labios la alarma del horno indicaba que la comida ya estaba lista. Nunca habia odiado tanto mi mala suerte. Nos separamos con rapidez y con un fuerte sonrojo le digo que iba a la cocina, lo cual ella asiente evitando mirarme por el fuerte color de su cara.

Preparamos la mesa juntas y nos dedicamos a cenar tranquilas. Con alguna que otra anécdota o comentario ya sea del fútbol o de nuestras vidas. Nunca habíamos estado tan cómodas juntas. Siempre hubo una conexión casi palpable entre nosotras, pero hoy se sintió diferente, como si hubiera un ambiente distinto, más cómodo, más  familiar.

Cuando terminamos decidimos hablar del tema por el cual convoqué a Aitana aquí. ¿Qué paso esa noche?, ¿Por qué hice lo que hice?, ¿Qué pasó despues? y ¿Qué pasaria con nosotras ahora?. Ella, siendo tan considerada y amable como siempre, me entendió y decidió perdonarme. Definitivamente no la merecía.

Después de la incómoda pero necesaria conversación, decidimos darnos un tiempo para entender que dictaba nuestro corazón. Si decidíamos seguir con lo que teníamos o simplemente ser amigas. Ya no seriamos amantes ni mantendríamos ningún encuentro sexual hasta que aclaremos nuestros pensamientos.

Seguimos hablando de temas variados, sintiendo que ese dolor en el pecho que creía cada vez mas grande empezaba a disminuir.

Después de un tiempo, la conversación tan amena que teníamos empezaba a escasear. No por habernos quedado de que sin hablar, con ella nunca nos quedábamos sin temas de conversación. Sino por el cambio que hubo en el aire. Como si pasase a ser un momento más privado, casi íntimo. Que solo nos pertenecía a nosotras dos.

Nos quedamos mirándonos mientras el espacio estre nosotras empezaba a ser cada vez menor. Mi mirada variaba entre sus labios y sus ojos marrones que me hacian creer que todo era posible si era con ella.

Decidí cortar la distancia que me separaba del paraíso de los labios de la chica enfrente mío. Despues de lo que creí una eternidad, vuelvo a probar sus labios y puedo confirmar que es lo mejor que me pasó en la vida. Tan suaves y dulces como la miel, tan adictivos que podria besarlos por el resto de mi vida y no pondría queja alguna.

Nos besábamos como si estuvimos esperando este momento por días, semanas, diría que incluso años por la forma en la que me besaba Aitana. Desesperada, casi como si mis besos fueran necesarios para asegurar su vida.

Estuvimos asi por lo que senti una eternidad. Nunca me cansaría de sus labios y de sentir como su cuerpo me necesita, pidiendo mas de mi mientras sus manos viajan rápidamente desde mi nuca hasta mi cuello.

En un momento cuando el beso empieza a subir de intensidad, siento como intenta subirse en mi regazo y continuar con lo nuestro con mas comodidad escucho un leve quejido de dolor proveniente de ella el cual me hace sobresaltarme, cortar el beso y ver con preocupación a Aitana.

-Joder...la rodilla. Me había olvidado.-

-No te preocupes, no te esfuerces. Deberías descansar.- Dije casi obligándome a priorizar su salud y comodidad antes que mi deseo y probablemente el suyo también. Veo como se separa de mi como si no quisiera y se vuelve a sentar en el sofa.

-Claro...descansar- Dijo con un leve enojo en su voz.

-¿Quieres quedarte a dormir aquí?-Pregunto intentando aliviar un poco su malestar.

-Está bien, si no te molesta, claro.- Decía evitando mí mirada y viendo sus cejas un poco fruncidas.

-Aita, tu nunca me molestarías.- digo con una sonrisa boba mientras la miro y mi mano se dirige a la suya donde acaricio suavemente. Le doy un pequeño abrazo que sentencia nuestro momento íntimo lo cual parece calmarla un poco, ya que la siento destensarse en mis brazos. -No te preocupes. Ya vamos a tener tiempo de sobra para que hagamos lo que queramos.- Refiriéndome claramente a nuestra situación hace escasos minutos.

Ríe conmigo sobre lo que dije y después de un tiempo mas sentadas en el sofa charlando sobre temas aleatorios, decidimos que ya es hora de dormir.

Subimos las escaleras hasta mi habitación donde nos pusimos algo mas cómodo para dormir, siendo Aitana la mas feliz cuando de usar mi ropa se trataba. ¿De que me podia quejar yo? Si yo era tan feliz con solo ver su dulce sonrisa.

Nos acostamos juntas y aunque al principio no sabía si ella queria que la abrace, después de un tiempo de ver que no lo hacía, fue su mano la que agarro mi muñeca y la guió a su cintura, acercándome a ella permitiéndome sentir el aroma de su cabello tan cerca mío. Sonreía como una tonta enamorada sobre su espalda mientras me acomodaba para abrazarla mas fuerte. Estoy segura que ella estaría igual.

Amantes •Alexia Putellas-Aitana Bonmatí•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora