El deseo más profundo

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Harry llevaba dos días frente al escritorio, dentro de su oficina en el ministerio.

Cuando había estudiado para ser auror, había pensado en la ayuda que podría brindar a la comunidad mágica, en lo divertido de una misión peligrosa donde podría batirse a duelo y lucir sus habilidades de duelista e, incluso, un poco en la gloria que le conllevaría. No por nada había llegado a jefe de aurores. Harry quería creer que no estaba allí por tratarse de él niño que sobrevivió. Realmente había llevado exitosamente numerosos casos. Después de la guerra, habían quedado mortifagos sueltos por todo el mundo. Creía que debía haber arrastrado a Azkaban a la mitad de ellos. Las victorias no eran solo suyas, por supuesto, contaba con un excelente equipo, pero todos sabían que Harry era el auror con más sangre Gryffindor en sus venas que no temía meterse en sitios peligrosos. Después, ya no habían quedado mortifagos libres, pero siempre había habido incidentes menores que había resuelto victoriosamente.

Pero lo que no esperaba era la cantidad de papeleo que podía conllevar ser jefe de su departamento. Todo lo divertido de un caso, las persecuciones, disfrazarse o los duelos se esfumaba cuando le tocaba crear un expediente detallado. Y eso cuando solo era un auror más. Ahora, como jefe, debía controlar y aprobar la veracidad de todos los informes de todos los aurores.

Lo cierto es que Harry a menudo dejaba que se acumularan sobre su escritorio, más enfocado en misiones o en entrenar a los jóvenes aurores, pero cuando llegaban a un punto alarmante y comenzaban a tambalearse, sabía que no podía continuar evadiendo el problema y se abocaba a ello.

Quizás en esta ocasión la montaña de papeles no era tan grande como en otras ocasiones, donde por poco había llegado a rozar el techo, pero sí a un nivel que haría que Hermione sufriera un colapso nervioso si lo viera.

Hacía dos días, Harry había tomado la red flu desde el departamento de Draco totalmente en shock después de lo sucedido. Había recogido su ropa con rapidez y torpeza y había salido de la habitación para vestirse, dándole privacidad a Draco. La puerta se había cerrado inmediatamente después de él, por lo que Harry, tras vestirse, no había encontrado el valor para golpearla. Tampoco hubiera sabido qué decir. ¿Debería haberse despedido? No tenía idea, por lo que había tomado la red flu a su casa, comenzando a procesar lo que había sucedido.

Harry había estado sentado media hora en su sofá, mirando a la nada, incrédulo. No sabía qué sentir. La foto enmarcada de su boda, sobre la chimenea, lo hizo sentir un pinchazo de culpa. ¿Había engañado a Ginny? Él creía ser el tipo de esposo que jamás engañaría a su mujer, pero lo que había hecho no se sentía como un engaño. ¿Había una diferencia real entre que los medimagos se ocuparan de la concepción y que ellos... aceleraran las cosas? Harry sabía que si sintiera algo por otra persona, era del tipo de persona que sería sincero con Ginny.
Pero, no habiendo sentimientos de por medio, no se sentía igual. Lo que sentía por ella no había cambiado ni un ápice.
De hecho... Harry sintió el impulso de abrazar a su esposa y sintió un pinchazo de soledad. Deseaba abrazarla y sentir que estaba haciendo lo correcto. Se consoló diciéndose que solo faltaban dos días para que regresara y se dio una larga ducha antes de acostarse a dormir, sintiendo un gran agotamiento en el cuerpo, mezcla del alcohol ingerido y el, aunque le costara reconocerlo, intenso orgasmo.

Al día siguiente, su día se convirtió en una tortura. Inició el día en una nube de incredulidad que se agravó cuando fue al trabajo e intentó darles una clase de espionaje a los nuevos aurores. Todo fue bien hasta que uno de ellos, orgulloso, le mostró un impecable glamour con el que lograba cambiar drásticamente su apariencia a la de un muggle delgado y rubio. Harry sintió una ola de vergüenza inexplicable y tuvo que alegar un repentino y horrible dolor de cabeza antes de encerrarse en su oficina, sufriendo los famosos flashbacks sexuales y preguntándose qué demonios había hecho.