Martina se levantó con la misma emoción que el día anterior. Hoy iba a ser el día en que pisaría el campo de entrenamiento como jugadora de La Masía. Desde su llegada, había sentido que todos los momentos eran emocionantes, pero había algo especial en ponerse el uniforme por primera vez.
Se vistió con la ropa de entrenamiento que le habían asignado y bajó al comedor, donde varios jugadores ya estaban terminando sus desayunos. Laia la esperaba en una mesa, pero esta vez estaba acompañada por Marc, quien le lanzó a Martina una sonrisa burlona en cuanto la vio llegar.
—Buenos días, señorita Álvarez —dijo Marc, poniéndose de pie y haciendo una exagerada reverencia—. ¿Lista para tu primera prueba de fuego?
—¡Listísima! —contestó Martina, correspondiendo a la broma con una sonrisa desafiante—. Espero que el campo esté listo para mí.
Laia soltó una risa y dio un empujón a Marc, que seguía con esa sonrisa suya tan característica, como si estuviera siempre tramando algo.
—Ten cuidado, Martina —bromeó Laia—. Este chico es puro cuento, pero también puede ser un poco competitivo.
Marc puso cara de ofendido.
—¿Un poco? No me subestimes, Laia. Además —dijo, dirigiéndose a Martina—, quiero ver si todos esos rumores sobre ti son ciertos. Dicen que tienes un pie impresionante. ¿Es verdad?Martina levantó una ceja, divertida por el reto.
—No solo es verdad, sino que te va a tocar comprobarlo —respondió, dejando claro que estaba dispuesta a enfrentarse a quien fuera.
El primer entrenamiento
Ya en el campo de entrenamiento, Martina sintió el cosquilleo de la emoción y los nervios. Sus nuevos compañeros la observaban con curiosidad, evaluando cada movimiento.
La práctica comenzó con ejercicios de calentamiento, y luego pasaron a una serie de rondos y jugadas. Pau, Héctor y Laia estaban en su mismo grupo, mientras que Marc estaba en el equipo contrario.
Desde el comienzo, notó que Marc intentaba ponerla a prueba, interceptando sus pases y adelantándose a sus movimientos.
Parecía que tenía una energía inagotable y que le gustaba especialmente hacerle las cosas difíciles a ella. Al principio, a Martina le resultaba frustrante, pero luego empezó a disfrutar del desafío.
En un momento dado, mientras intentaba recibir un pase, Marc se interpuso y le quitó el balón con una precisión que le hizo fruncir el ceño.
—¿Eso es todo lo que tienes, Álvarez? —le dijo con una sonrisa divertida.
Martina no respondió con palabras. Se giró rápidamente y le arrebató el balón en una jugada limpia y rápida, dejándolo sorprendido.
—¿Qué decías? —contestó, con una sonrisa de satisfacción mientras avanzaba hacia la portería.
Una pausa en el descanso
Después de una hora de práctica intensa, el entrenador les dio un descanso. Martina se sentó en el césped, bebiendo agua mientras observaba el campo. De repente, Marc se sentó a su lado, aun respirando, agitado.
—Eres más rápida de lo que pensaba —dijo él, sin su habitual tono burlón, sino con una sonrisa sincera.
—Y tú eres un poco más molesto de lo que esperaba —bromeó Martina, aunque en realidad sentía una chispa de admiración por su habilidad.
Marc soltó una carcajada y la miró con esa mirada que, ahora notaba Martina, tenía algo especial, una mezcla de confianza y curiosidad.
—Solo me aseguro de que seas lo suficientemente buena para el equipo. Es importante saber quiénes son los que realmente destacan aquí —dijo él, aunque ahora su voz sonaba un poco más suave.
Martina rodó los ojos, aunque notó que su corazón latía un poco más rápido de lo normal.
—¿Ah, sí? ¿Y tú te dedicas a hacer de juez y verdugo o algo así?
—Más o menos. Pero contigo es diferente —dijo él, mirándola directamente a los ojos—. Eres... no sé, interesante.
El comentario la tomó por sorpresa, y por un momento se quedó en silencio, sin saber qué responder. Para disimular, se levantó rápidamente y se sacudió el césped de las manos.
—Bueno, Marc, mejor sigamos jugando. A ver si puedes quitarme el balón de nuevo.Él sonrió, poniéndose de pie con un brillo en los ojos.
—¿Es un reto?
—Lo que tú quieras —respondió Martina, empezando a correr hacia el campo, sintiendo su mirada en la espalda y una extraña calidez que no había sentido antes.
Un encuentro después del entrenamientoAl final del día, mientras se dirigía a su habitación, Martina escuchó que alguien la llamaba.
Se giró y vio a Marc, apoyado contra la pared, con esa media sonrisa que parecía llevar siempre.
—Hey, Álvarez —la saludó—.
Buen trabajo hoy. Me alegra que hayas venido a La Masía. Creo que vamos a hacer un buen equipo.
Martina sonrió y se encogió de hombros, tratando de mantener su tono casual.
—Yo también lo creo. Aunque te advierto que no te la voy a dejar fácil.
Él se acercó un poco más y, por primera vez, la miró de una forma que la hizo sentir nerviosa.—Eso espero —susurró, sin apartar la mirada.
Martina sintió que el tiempo se detenía por un segundo, pero antes de que pudiera responder, Marc sonrió de nuevo y se dio la vuelta, caminando hacia su propia habitación.
Ella lo observó mientras se alejaba, sintiendo que algo especial estaba empezando a surgir entre ellos, aunque todavía no podía definir qué era.
Mientras cerraba la puerta de su cuarto, su mente seguía repasando ese último momento. Sonriendo para sí misma, Martina supo que aquel primer entrenamiento había sido solo el comienzo de algo mucho más interesante.
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Los límites (Marc Bernal)
RomanceIntroducción Martina Álvarez Gijón tiene diecisiete años y una pasión inigualable por el fútbol. Desde los tres años, su vida ha girado en torno a este deporte, y ahora, con una oportunidad única entre manos, está a punto de cumplir un sueño: ingres...