La Masía no era solo un lugar de sueños cumplidos; también era un campo de batalla, donde cada día se luchaba por un lugar en el equipo. Martina sabía que, aunque las relaciones personales pudieran ser importantes, el fútbol debía seguir siendo su prioridad. Sin embargo, no era fácil concentrarse solo en el balón cuando su mente, a menudo, se veía atrapada entre los entrenamientos y los sentimientos que empezaban a florecer dentro de ella.
El día comenzó, como cualquiera, con una sesión de entrenamiento que los dejó a todos agotados. Después de una serie de partidos de práctica, el entrenador, un hombre exigente y meticuloso, convocó a los jugadores a una charla técnica para evaluar el rendimiento del día.
—Martina, necesitas ser más rápida en las transiciones —dijo el entrenador, mirándola de manera crítica—. Tu visión de juego es buena, pero a veces pierdes la concentración cuando te enfrentas a la presión. Debes mejorar en eso si quieres destacarte.
Martina asintió, sintiendo cómo la presión se instalaba en su pecho. Sabía que tenía que trabajar más, pero al mismo tiempo, la voz de Marc resonaba en su cabeza, recordándole que a veces se distraía demasiado por las cosas que no podía controlar.
Mientras el equipo se dispersaba para descansar, Martina caminó por el campo, pensativa, tratando de calmar la frustración que la invadía. Fue entonces cuando Marc se acercó, con la camiseta empapada en sudor y una sonrisa cansada.
—¿Todo bien? —preguntó, notando su actitud distante.
Martina se dio la vuelta, sorprendida por la cercanía de Marc, pero al mismo tiempo, un poco aliviada de verlo.
—Sí... solo estoy un poco agotada —respondió, forzando una sonrisa.
Marc no parecía convencido, y se detuvo frente a ella, mirándola con atención.
—¿De verdad solo es cansancio? —preguntó, bajando la voz. —Puedo ver que algo te está molestando. ¿Algo en el entrenamiento?
Martina suspiró, sabiendo que no podía ocultarle sus pensamientos. Si alguien la conocía bien, era él.
—Es complicado, Marc. A veces siento que estoy tan cerca de conseguirlo, pero otras veces me siento como si estuviera perdiendo el enfoque. Como si el fútbol ya no fuera lo único que debería importar —admitió, dejando escapar una risa nerviosa.
Marc la observó durante un largo momento, su expresión seria, pero su tono de voz tranquilo.
—Entiendo lo que sientes. Yo también he tenido momentos en los que me he sentido igual. Pero, Martina, eres increíble. No dejes que la confusión te haga dudar de lo que eres capaz. Yo estoy aquí para apoyarte, en el campo o fuera de él. Solo no te pierdas a ti misma en el proceso.
Martina sintió una mezcla de gratitud y frustración. No era tan fácil como Marc lo pintaba. Había algo más que la estaba envolviendo, algo que le impedía concentrarse en lo que debía hacer.
—Gracias, Marc. Pero... ¿Y si lo que realmente me está distrayendo no es solo el fútbol? —preguntó, sin atreverse a mirarlo a los ojos.
Marc frunció el ceño, sin entender completamente a dónde quería llegar Martina, pero lo que ocurrió a continuación la sorprendió.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, su voz más suave, con una mezcla de inquietud y curiosidad.
Martina se quedó en silencio, con el corazón acelerado. Había algo que había estado evitando decir, algo que ni siquiera ella había querido aceptar completamente. Pero estaba claro que no podía seguir ocultando lo que sentía.
—Lo que quiero decir... es que hay algo más, algo que me distrae, Marc. Algo que no está relacionado con el fútbol. Y no sé cómo manejarlo —respondió, finalmente mirando a Marc, enfrentándose a la verdad.
Un silencio pesado se instaló entre ellos, y, por un momento, parecía que el mundo se había detenido. Marc la miró fijamente, y aunque no dijo nada, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y comprensión.
Finalmente, Marc dio un paso adelante, acercándose un poco más, hasta estar casi a su altura.
—Martina... —murmuró, su voz quebrada. No sabía qué decir exactamente, pero algo en él lo impulsaba a acercarse aún más. —Sabes que yo no quiero complicarte las cosas, pero no puedo evitar sentir que... que esto entre nosotros es algo más que una simple amistad.
Martina se quedó en shock por un momento, su respiración entrecortada. Algo en su pecho palpitaba con fuerza, pero su mente no podía procesar completamente lo que estaba ocurriendo. ¿Acaso Marc sentía lo mismo?
—Yo también lo siento, Marc —dijo finalmente, casi en un susurro.
El aire entre ellos parecía cargado de electricidad. Ambos estaban confundidos, pero, al mismo tiempo, una parte de ellos deseaba que el momento se extendiera para ver a dónde los llevaría. Sin embargo, la realidad de lo que sucedería a partir de allí los asaltó de golpe.
En ese instante, Pau apareció por el lado del campo, y su mirada inquisitiva se posó sobre ellos. Ambos se separaron rápidamente, conscientes de que nada de lo que había sucedido debía hacerse público.
—¿Todo bien? —preguntó Pau, con una sonrisa burlona. Sabía perfectamente lo que había sucedido entre ellos, aunque nadie había dicho nada explícitamente.
Martina, avergonzada, asintió con rapidez.
—Sí, todo bien, solo descansando —respondió, evitando la mirada de Marc.
Marc, por su parte, no dijo nada. Solo asintió, sabiendo que ese momento había sido más complicado de lo que había imaginado. Ambos necesitaban aclarar muchas cosas, pero también sabían que el fútbol no podía esperar.
El resto del entrenamiento pasó en silencio para ambos, con la incertidumbre sobre lo que sucedería entre ellos flotando en el aire. ¿Podrían seguir siendo compañeros de equipo? ¿O su relación había cambiado para siempre?
La respuesta parecía estar más cerca de lo que creían, pero el futuro aún estaba lleno de incertidumbre.
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Los límites (Marc Bernal)
Roman d'amourIntroducción Martina Álvarez Gijón tiene diecisiete años y una pasión inigualable por el fútbol. Desde los tres años, su vida ha girado en torno a este deporte, y ahora, con una oportunidad única entre manos, está a punto de cumplir un sueño: ingres...