4.-7 de Julio de 1999: un beso que sacó en duda su personalidad

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22 de Octubre del 2XXX.

—Tienes hijos y una familia, Osamu—replicaba Sasaki en busca de la reflexión.

Dazai admiró con sus ojos vacíos los recuerdos que formó durante tantos años, sabiendo que nada de eso tenía un peso para él; ya nada importaba. Había errado y al hacerlo, llevó entre sus decisiones a personas que merecían vivir plenamente entre la satisfacción de ser amados y/o queridos.

—Nunca te he amado—confesó con el cansancio arrastrando sus silabas, provocando tensión en los hombros de la azabache que su mundo se derrumbaba con aquello.

—¿Crees que eso importa ahora? —la dignidad de la mujer se mantuvo fuerte, apretando sus labios, encontrándose con Dazai que no esperaba pronta resignación—. No importa si no me amas. Hay personas que dependen de ti y como el hombre que eres, debes de ser alguien para ellos.

Ya no quiero—pensó frustrado.

Caminó hacía una de las ventanas anchas que daban la imagen de un jardín cuidado.

Sasaki se encargó de hacer desde sus inicios una vida ideal; siempre fue ella por quién apostó, porque no solo era su belleza y feminidad, era esa determinación que él quería tomar. Estaban sus ojos decididos, su amor hacía él, su devoción ante lo que él tuvo que creer que tuvieron solo un momento.

Eligió a Sasaki sobre Chuuya porque tenía miedo.

Sasaki era un lugar seguro donde la sociedad no lo juzgaría ni le recriminaría. Ella era el visto bueno de su padre, la envidia de su hermano, la aprobación de Mori y el ideal para tomar su lugar en el hospital. Creyó que al poseer a Sasaki, él optaría por ser lo que siempre quisieron que fuera. Un hombre respetable, un hombre honorable, un hombre memorable.

Lo fue.

Todo y cada uno de esos aspectos fue su vida mayormente.

Desde el día en que la escogió, siempre se levantaba a mitad de la noche, desesperado por su vida, imaginando que quién yacía a su lado era su amado Chuuya, que lo rodeaba con sus brazos y enterraba su nariz en sus clavículas, calentando sus cuerpo, con una débil sonrisa por sus buenos sueños.

No.

Nunca era Chuuya, siempre era Sasaki la que le besaba durante el insomnio, dichosa, feliz y amorosa.

Ella no era en absoluto mala persona; Sasaki era una madre ejemplar, una compañera única, alguien que quiso como una amiga que lo comprendió, pero no podía amarla como lo amó a él, porque después de todas esas primeras veces, ninguna se comparó jamás con lo que sintió cuando lo probó con el Francés que caminaba entre la confianza de ser él quién lo guiaba.

05 de Junio de 1999.

Era el primer día en el trabajo de Chuuya.

Estaba algo nervioso, admirando miles de kanjis en el monitor grueso de su computadora. Se encontró con Tadai-san, que era el dueño de dicho establecimiento, donde le explicaba cuidadosamente como meter ciertos títulos, donde claramente él no comprendía por completo, asintiendo, tratando de demostrar seguridad en todo momento.

—Aquí te dice cuántas películas tenemos disponibles—le mostró con la flecha de la computadora el número de dichas películas en verde.

Suspiró al encontrarse con números legibles.

No cabía duda que las matemáticas serían sus mejores amigas de aquí a toda la vida.

—¿Dónde puedo ver las películas que tienen multa por falta de entrega? —sacaba sus dudas por palabras verbales, no queriendo depender más tarde de la incertidumbre.

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