Prólogo

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El rugido de los motores rompía el silencio de la noche. La ciudad, iluminada por los destellos de las luces de neón, parecía respirar al ritmo de los vehículos que cortaban las calles a toda velocidad. Entre el humo y el calor del asfalto, las figuras de un Alfa y un Omega se destacaban, cada uno en su propio mundo, pero impulsados por la misma sed de adrenalina.

Gemini miraba hacia el horizonte desde su motocicleta, ajustando su casco con precisión. Era el líder indiscutible en todas las carreras, el Alfa prime que había dominado cada carrera y ganado cada desafío. El peso de la responsabilidad y la reputación no le eran ajenos, y mucho menos la atención que recibía en cada circuito. Sin embargo, ese tipo de reconocimiento jamás había sido suficiente para él; el verdadero placer estaba en la velocidad, en el viento cortante que lo envolvía y en el vacío que encontraba al final de cada línea recta.

En otro rincón de la ciudad, Fourth encendía su auto, sintiendo el poder del motor retumbando bajo sus manos. Su corazón latía con fuerza, sincronizado con el ronroneo de la máquina que él mismo avía comprado, ajustado, y preparado, pieza por pieza, desafiando cada regla que la sociedad imponía sobre los Omegas. No era solo un conductor; era una fuerza en movimiento, un espíritu libre que no temía a nada, y mucho menos a los Alfas que creían tener dominio sobre él.

Esa noche, los caminos de Gemini y Fourth estaban destinados a cruzarse en esa  carrera. Ninguno de los dos esperaba encontrar algo. Sin embargo, al enfrentar sus miradas en esa noche, algo distinto encendió el ambiente. En ese instante, entre el rugido de los motores y el eco de la competencia, nació un vínculo que ni la velocidad ni el orgullo podrían detener.

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