Cuando el Capitán se despertó esa mañana, respirando profundamente el cálido aire de la Nación Pyro, sintió que un dolor omnipresente en su pecho se intensificaba. ¿Acaso la bruja le había lanzado un hechizo?
Era un hombre de principios sencillos: había decidido dedicar su vida a la causa de La Zarina, entregando su cuerpo y alma hasta la muerte. Había eliminado de su existencia cualquier lazo humano; todo lo superfluo, lo innecesario, no tenía lugar en su vida. No necesitaba compinches, colegas, amigos… y mucho menos amantes.
No es que nunca los hubiera tenido, que quede claro, pero ahora ya no los necesitaba.
Su sola presencia en el campo de batalla equivalía a todo un ejército; su espada tenía el valor de mil soldados, y no era casualidad que fuera el primero de los Heraldos Fatui. Sin embargo, una mujer desafiante había decidido interponerse entre él y su misión. Irónicamente, esa misma mujer impertinente era su misión.
La Arconte Pyro no era una mujer sencilla; era, de hecho, cualquier cosa menos eso.
Descaradamente segura de sí misma, orgullosa y testaruda, podía ser exasperante en todos los sentidos. Exigente e insistente, incluso en detalles triviales, como su constante obsesión con quitarle la máscara
Irónicamente, su objetivo —y su mayor obstáculo— también era la fuente de su constante irritación. Esa mujer tenía una cabellera larga y sedosa que brillaba como el fuego cada vez que desataba su poder, piernas esculpidas que parecían diseñadas para hipnotizar, labios rojos y suaves como el ardiente suelo de Natlan, y unos ojos grandes y orgullosos que parecían leer cada uno de sus pensamientos. Y luego estaba su cuerpo, fuerte y provocador, imposible de ignorar… por mucho que él intentara no mirarla.
Capitano negó con la cabeza, eliminando la molesta imagen de la Arconte de su mente. Se estaba distrayendo. Su verdadero problema era que, en su última pelea, ella había estado a punto de perforarle el corazón, literalmente. La mujer no se detuvo ante nada: lo apuñaló, le golpeó, incluso lo insultó sin piedad. Había sido una batalla feroz y, por alguna razón, él tampoco había sido cuidadoso.
¿Tal vez se había excedido?
En Snezhnaya, su amada patria, le habían enseñado que a las mujeres ni siquiera se les debía tocar con una flor. Y, sin embargo, él la había pateado, le había dado un puñetazo y, la noche anterior, la había aplastado contra el suelo sin remordimientos. Sin mencionar las veces en que la había inmovilizado de las muñecas, o la intrusión nocturna en su propia habitación. ¿Y los insultos? Había perdido la cuenta. Cada vez más, se daba cuenta de cuán lejos había llevado su desprecio hacia ella.
De acuerdo, tal vez se había excedido... tal vez había cruzado una línea que no debería haber tocado. Pero en ese momento, ¿quién podría culparlo? Cada encuentro con ella era un desafío, y a veces, el orgullo podía nublar el juicio.
Su madre, una mujer sabia y recta, le había enseñado que, si alguna vez quería vencer a una mujer, la única forma honorable era ganarle en una partida de ajedrez. Y él era un maestro en ese juego.
Así que cuando se despertó esa mañana, llegó a la conclusión de que si no podía vencer a la Arconte Pyro en un duelo con armas, tendría que vencerla en ajedrez. Un juego de niños. Por otro lado, incluso La Zarina sabía que él no luchaba contra los débiles, y en ese momento la mujer estaba muy débil. Por lo tanto, incluso sabiendo que no pondría su Gnosis como premio para el ganador, una victoria seguiría siendo una victoria. ¿No es así?
Definitivamente. Capitano sonrió con aire de suficiencia bajo su máscara, y no porque hubiera encontrado la excusa perfecta para volver a ver a esa hermosa e impertinente mujer, ojo.
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The Last Glimpse | Mavuitano
RomanceMavuika intenta ver qué hay debajo de la máscara del infame Capitán. ⚠️ -︵- .ᐟ.ᐟ Smut 🔞 Tensión sexual Historia finalizada ≫ 05/12/24 ︶︶︶ ⊹ ︶︶︶ ୨★୧ ︶︶︶ ⊹ ︶︶︶ ! : Capitano será jugable. ! : Es mi hiperfijación del momento. ! : Gracias a los 80 fanf...