Es a las nueve en punto de la mañana que Aziraphale está a la entrada de la posada, tomándose su café en el porche y con su bolsa en el suelo, de nuevo esperando, junto a la posadera que aprovecha ese momento poco concurrido para barrer penosamente la tierra que no para de meterse dentro del local.
Aziraphale da un par de vueltas de un lado a otro, nervioso, planteándose si acaso ha sido la mejor idea contratar a alguien como este hombre, que probablemente solo esperaba una oportunidad para desplumarlo y ahora se ha largado con su dinero.
Todavía podía ir él mismo a conseguirse un caballo y llegar hasta Cochorola Spring o como hubiera dicho que se llamaba el lugar al que iban. O incluso tomar un tren de regreso a Saint Denis como un perro con la cola entre las piernas.
Aprovecha para preguntarle a la posadera si acaso conoce a Crowley, pero esta solo parece hablar en español o algún idioma raro local para el desespero de Aziraphale. Aunque cuando menciona el nombre ella hace un certero gesto de conocimiento internacional girando un dedo sobre la sien para aumentar aún más los nervios del forastero.
¿Y si este hombre lo mataba y le robaba a él cuando estuvieran a la mitad de las llanuras de New Austin? Él ni siquiera cabalgaba tan bien y el otro era prácticamente un forajido. Aunque la idea de conseguir más fuerza con más denuncias parecía algo sensato y útil.
Se encuentra sumido en estos pensamientos cuando nota al Sheriff pasar por la calle de camino a la comisaría y se apresura a detenerle, sonriendo.
—¡Señor Young!
—Ah, buenos días, Señor Fell —este hace un gesto de saludo tocándose el sombrero sin dejar de caminar.
—¿Cómo se encuentra? —pregunta bajándose del porche y acercándosele para que le haga un poco de charla, porque se lo están comiendo por dentro los nervios—. ¿Mucho trabajo?
—Ehm... No más de lo habitual ¿Y usted? —pregunta por cortesía.
—Hoy parto hacia Armadillo con el Señor Crowley —sonríe y señala con el dedo hacia una dirección incorrecta—. Ha tenido una idea que parece que podría funcionar para mi caso.
—¡Oh! ¿Armadillo? ¿No dijo que le habían dicho que allí tampoco podían ayudar?
—Bueno, espero que puedan manejarlo mejor con una perspectiva diferente —se encoge de hombros.
—Muy bien, le deseo toda la suerte del mundo —le sonríe amablemente con un gesto de cabeza—. Aunque debo advertirle sobre el señor Crowley...
—Ya, ya lo sé —traga saliva—. La posadera ya me ha dicho que tenga cuidado.
—No es una mala persona, pero tiene un pasado turbio hasta donde sé. Nadie acaba en esta profesión siguiendo el camino de la honradez.
—Soy consciente de ello, de hecho, ayer le di una importante suma de dinero para conseguir algunos menesteres y temo que me haya estafado. Tendré que regresar a mi casa como un perro apaleado, además de ultrajado solo porque ya no quedan hombres buenos, Sheriff. Aquí todo el mundo mira por su propio ombligo.
—Señor Fell... —intenta interrumpirle mirando por encima de su hombro.
—Seguramente estará por ahí gastándolo todo en alcohol y mujeres de dudosa reputación y yo volveré a quedar como un estúpido delante de todo el mundo como siempre —protesta de manera un poco pasional.
—Ni siquiera sabía que esa era una opción, pero me gusta tu forma de pensar, Fell —replica una voz a su espalda y el hombre de blanco se gira de inmediato.
Ahí está el pelirrojo, tras sus gafas oscuras, montado en su yegua negra, seguida de un caballo blanco con manchas grises.
El forastero se sonroja un poco al notar que lo ha escuchado todo, pero ya es un poco tarde para lamentaciones, así que levanta la barbilla mientras el Sheriff sonríe un poquito, divertido con la escena.
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Sin descanso para los ehm... bueno, buenos
HumorEl asesinato de la esposa de Aziraphale lo obliga a cruzar el país en busca de ayuda. Su última esperanza es el Sheriff de Tumbleweed, pero este se niega a ayudarle cuando descubre que está acusando al hombre más importante de la región: Metatrón. C...