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Las semanas transcurrían con una calma sorprendente

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Las semanas transcurrían con una calma sorprendente. La vida, en su rutina habitual, se deslizaba sin sobresaltos, y aunque la ausencia de noticias sobre la victoria pesaba en el aire, había algo reconfortante en esa serenidad. Agradecía cada momento de tranquilidad; el drama no era lo mío, y pensar en las posibles calamidades del futuro me resultaba agotador. Prefería disfrutar de lo que tenía en lugar de preocuparme por lo que podría no llegar.

Esa mañana, el auto de Bella estaba en el taller, así que Emmett se ofreció a recogernos y llevarnos a clase. Al salir de casa, noté que no venía solo. Alice, con su energía inagotable, bajó la ventanilla y asomó la mitad de su cuerpo para saludarnos con un entusiasmo contagioso. Nos miramos entre nosotras y nos reímos; sus gestos eran siempre demasiado adorables para resistirse.

Alice se deslizó entre los asientos delanteros para acomodarse en la parte trasera del auto. Bella ocupó el asiento del copiloto y, por supuesto, yo me senté junto a ella.

—Hoy te ves muy cute con tu outfit —le dije, acercándome para darle un beso en la mejilla.

—No, tú te ves extremadamente cute —respondió Alice, tomando mis manos y depositando un suave beso en el dorso de estas.

—¡Eww! Parece que desayunaron con azúcar y arcoíris. ¡Descansen! —gritó Emmett desde el asiento del piloto, provocando risas que llenaron el auto.

La camioneta aceleró repentinamente, y el impulso me empujó hacia atrás, quedando completamente pegado al asiento. Giré lentamente el cuello para mirar a Alice, cuyos ojos brillaban de diversión mientras sonreía ante mi reacción. A su lado, Bella parecía un poco más escandalizada; se había abrochado el cinturón de seguridad con rapidez, aferrándose a los costados de su silla como si eso pudiera salvarla de la locura que era conducir con Emmett.

—¡Emmett, conduce bien! ¿Planeas matarnos? —exclamó Bella, con la mirada fija en la carretera, visiblemente alerta.

—No es mi culpa que tu vieja camioneta vaya al paso de una tortuga y que hasta un hombre en bicicleta nos sobrepase —respondió Emmett, con un tono desafiante.

—Oye, no la insultes, ¿ok? Podría ser el abuelo de tu camioneta —replicó Bella, indignada.

—Relájense, chicas. Lo que pasa es que Emmett hizo una apuesta con Jasper para ver quién llegaba primero —intervino Alice, abrazándome y rodeando su cintura con mis brazos.

—Eso no significa que puedas matarnos, Emmett —contraatacó Bella, provocando que Emmett acelerara aún más.

Finalmente, al llegar a la escuela, apenas unos segundos antes que los otros Cullen, noté que Bella parecía estar a punto de vomitar; su rostro había adquirido un tono verdoso. Bajó de la camioneta con dificultad, agarrándose el estómago y tropezando mientras lo hacía. Edward salió rápidamente del auto contrario y se colocó a su lado.

El Eco De Las Gotas Futuras | Alice CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora