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Al final, decidimos que me quedaría en casa con Charlie y Bella

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Al final, decidimos que me quedaría en casa con Charlie y Bella. La idea de enfrentar a mi padre me llenaba de nervios, pero había algo que me tranquilizaba: no había tenido ninguna reacción al encontrarme con mi hermana por primera vez en mi nueva forma. Sin embargo, habíamos acordado mantener el contacto con él al mínimo, para evitar cualquier catástrofe que pudiera surgir de su sorpresa.

Alice nos llevó de regreso a casa, y mientras el coche avanzaba por las calles familiares, la ansiedad se apoderó de mí. Cuando llegamos, me detuve un momento en el porche, sintiendo cómo los nervios se disparaban. No sabía cómo reaccionaría mi padre al verme. ¿Notaría el cambio en mi temperatura? ¿La nueva textura de mi piel? ¿O lo duro que ahora era mi cuerpo? Pero lo que más me preocupaba era la posibilidad de que su reacción no fuera como la de Isabella.

Con un profundo suspiro, di un paso hacia adelante, armándome de valor para abrir la puerta. La casa estaba sumida en la oscuridad, y la única luz provenía de la televisión encendida, proyectando sombras danzantes en las paredes.

—Bella, ¿ya llegaste? —se escuchó la voz de mi padre desde la sala, un tono familiar que evocaba recuerdos de tiempos más simples.

—Y traje un paquete conmigo —respondió mi hermana, elevando un poco la voz para que él pudiera escucharla claramente.

Al cruzar el umbral de la casa, me encontré con la mirada expectante de mi padre. Se levantó de un salto del sillón y caminó rápidamente hacia mí, como si cada segundo de espera hubiera sido una eternidad.

—Llegaste —dijo, su voz un poco tímida, mientras dudaba entre acercarse para darme un abrazo o quedarse a una distancia prudente, saludándome desde allí.

—Sí... Me divertí mucho —respondí, levantando ligeramente los brazos en un gesto que invitaba a un abrazo. Mi padre no se negó; sus brazos me rodearon con calidez. Mis ojos se humedecieron al sentir su abrazo, y su aroma me envolvió en una sensación de felicidad. Noté cómo tocaba mi espalda varias veces, algo confundido, pero no había indicios de que quisiera separarse. Sin embargo, al darme cuenta de la tensión en su cuerpo, decidí alejarme un poco.

El Eco De Las Gotas Futuras | Alice CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora