020

408 69 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

De camino a la fiesta, el aire en el auto se sentía tenso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

De camino a la fiesta, el aire en el auto se sentía tenso. Yo ocupaba el asiento del copiloto, guiando a Emmett con instrucciones sobre cuándo girar o dónde entrar, mientras Jasper, hecho una bolita en el asiento trasero, exhalaba frustración. La atmósfera era densa, marcada por un silencio que se extendía como una sombra.

Después de lo que parecieron eternos cinco minutos, Jasper rompió el silencio: —Ya no quiero ir. Para el auto, Emmett, me bajas aquí—. Su voz sonaba decidida, pero también vulnerable.

—¡Ay! ¡Por favor, hermano! Relájate un poco, te vas a divertir— respondió Emmett, intentando infundirle algo de ánimo.

—¡Sí! Relájate un poco, Jasper— añadí, lanzándole una mirada cómplice a Emmett que esperaba que aliviara la tensión.

Finalmente llegamos a una casa grande de dos plantas. Las luces parpadeantes se filtraban por las ventanas y la música resonaba con tal fuerza que las vibraciones se sentían incluso dentro del auto. En la azotea, un chico bailaba sin camisa; me pregunté si la fiesta ya había alcanzado niveles de locura a esas horas.

—¡Se va a caer!— exclamó Jasper, acercando su cabeza al espacio entre los asientos delanteros. —¡Tú no eras así! Charlie nos va a matar. Vamonos a casa, por favor.

—En primer lugar— le dije mientras le señalaba con el dedo —antes podía dormir durante horas y ahora ya no puedo hacerlo. Así que necesito distraerme— Me desabroché el cinturón de seguridad, lista para salir del auto. —En segundo lugar, ¡por Dios, Jasper! Relájate un poco. Papá ni siquiera se dará cuenta de que no estoy.

Al bajar del auto, abrimos la gran puerta de madera y todos en la sala parecían sorprendidos por nuestra llegada; casi parecía que la música se había detenido. Levanté mi mano incómoda en un saludo tímido hacia los presentes.

Jasper, en un acto casi mágico, manipuló las emociones del grupo para que su interés disminuyera.

 —Les diría que vayamos a conseguir algunas bebidas, pero... dada la situación no creo que podamos ingerirlas— comenté mirando a Jasper con gratitud por haber disuelto la atención y sintiendo una punzada de preocupación por cómo estaba manejando la multitud y el ambiente.

El Eco De Las Gotas Futuras | Alice CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora