Máscaras y Realidades

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La gala benéfica a la que nos invitaban mis padres no era cualquier evento. Era el tipo de acontecimiento que no solo exigía elegancia, sino una actuación impecable. Los mejores diseñadores, los empresarios más influyentes, y aquellos que controlaban las redes sociales del país estarían allí, observando cada movimiento, cada palabra. Y yo, junto a Nícolas, tenía que ser parte de esa danza social, como si de alguna manera, nuestra unión no fuera una fachada, sino el inicio de una historia perfecta.

El día comenzó con los preparativos. En el vestíbulo de su ático, el aire se sentía pesado, cargado de expectativas. El equipo de estilistas y maquilladores que había traído Nícolas se movía rápido, vistiéndome con un vestido de seda verde esmeralda que resaltaba mis ojos y me hacía sentir como si estuviera interpretando un papel que no sabía si quería asumir. A mi lado, Nícolas también se preparaba, luciendo impecable en un traje oscuro que resaltaba su complexión atlética.

Al mirarlo en el espejo, un escalofrío recorrió mi espalda. Era imposible no notar lo bien que se veía, y cómo su presencia llenaba la habitación. Sus ojos oscuros se encontraban con los míos en el reflejo del espejo, y por un momento, no supe si estábamos compartiendo una complicidad o si, simplemente, era parte del acto que ambos debíamos interpretar.

—¿Estás lista? —preguntó, su voz suave pero cargada de una intensidad que me desconcertaba.

Asentí, aunque mi mente no dejaba de preguntarse qué tan bien podría desempeñar mi papel esta noche. ¿Realmente podría actuar como su esposa, o seguiría siendo una extraña para él, atrapada en una trama que no había elegido?

La llegada al evento fue un despliegue de opulencia. Los flashes de las cámaras, los murmullos de los asistentes, todo se concentraba en nosotros. Sentí el peso de cada mirada, el peso de lo que representábamos. La familia Wall y la familia Calvin juntas, unidas por un matrimonio arreglado que todos sabían tenía más que ver con el poder y la influencia que con el amor.

Nícolas caminaba a mi lado, su presencia tan imponente que a veces me sentía invisible. Sabía cómo moverse entre la multitud, cómo sonreír sin mostrar emoción, cómo responder sin dar una sola pista sobre lo que realmente pensaba. Yo, por otro lado, intentaba mantenerme serena, pero el estrés de ser observada constantemente me provocaba una sensación de claustrofobia. Intentaba sonreír, pero había algo en el aire que me lo hacía difícil. Cada palabra de los invitados, cada gesto de amabilidad, parecía una prueba que tenía que aprobar.

Durante la cena, las conversaciones fluían entre risas artificiales y discursos sobre filantropía, mientras las manos de Nícolas descansaban sobre la mesa, tan cerca de las mías, pero sin tocarme. Al principio, traté de ignorar la tensión palpable entre nosotros, pero era imposible no sentir cómo nuestra proximidad se volvía más una carga que una protección.

En un momento, uno de los empresarios más importantes del evento, un viejo amigo de mi padre, se acercó a nosotros. Le ofreció un cumplido a Nícolas por su ascenso en los negocios, y con una sonrisa, le preguntó sobre sus futuros planes.

—Estamos comprometidos con el éxito de nuestros respectivos imperios —respondió Nícolas, su tono firme, pero con un leve destello en sus ojos que me hizo preguntarme si había algo más detrás de esas palabras. Algo que no me estaba diciendo.

El hombre lo miró y asintió, pero al volverse hacia mí, hizo una pausa, como si esperara que yo dijera algo, o como si estuviera midiendo mi reacción.

—Y tú, Belle, ¿qué futuro ves junto a tu esposo? —preguntó con una sonrisa encantadora.

Mi estómago se retorció. No sabía si mi respuesta sería adecuada para la ocasión. Sin embargo, traté de mantener la compostura.

—Lo mismo que él —respondí con una sonrisa forzada, sin saber realmente si estaba contestando lo que esperaban escuchar o si estaba tratando de convencerme a mí misma.

La conversación continuó, pero mi mente divagó, observando a Nícolas. Su mirada estaba fija en el hombre, pero en sus ojos había algo que no pude interpretar completamente. Como si no estuviera allí, como si todo fuera parte de un plan más grande que no comprendía. En ese instante, una ráfaga de duda me invadió. ¿Quién era él realmente? ¿Qué tan sincero podía ser todo esto?

La velada terminó con más fotos y saludos formales, y cuando finalmente salimos del lugar, el aire fresco de la noche me golpeó la cara. El peso de la velada aún me oprimía el pecho, pero no pude evitar una sensación de alivio por estar a solas con él, al menos por un momento.

En el auto, la distancia entre nosotros era tan palpable como la presión de las cámaras que aún nos seguían. Sin embargo, en el silencio de la oscuridad, un gesto inesperado ocurrió. Nícolas, en un acto que no pude prever, rozó mi mano con la suya. Fue un roce breve, casi como un recordatorio de que aún estábamos conectados en algún nivel, aunque fuera solo por el pacto que habíamos hecho.

El coche finalmente se detuvo en el edificio, y la falta de palabras entre nosotros hizo que mi ansiedad aumentara. Él salió primero, abriendo la puerta para mí, y sin esperar que dijera nada, me condujo al interior de la lujosa suite de su ático.

—Buenas noches, Belle —dijo sin mirarme, quitándose el chaleco y colgándolo sobre una silla.

El eco de su voz en la habitación, cargada de una seriedad inquebrantable, me hizo sentir una incomodidad inexplicable. Sin embargo, algo en su presencia me hacía sentir, por un breve segundo, que el trato que teníamos podría no ser solo una farsa. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, no pude evitar notar un destello de suavidad en su mirada, un indicio de vulnerabilidad que había estado oculto todo el tiempo.

Me acerqué al vestidor, buscando una excusa para escapar de la tensión que colgaba en el aire. Al abrir el armario, sentí sus pasos acercarse lentamente. De repente, su mano se posó sobre mi hombro, deteniéndome.

—¿Estás bien? —su voz era más suave, más cercana, como si por fin hubiera dejado caer una parte de su fachada de hombre de negocios implacable.

El contacto de su mano sobre mi hombro fue sutil, pero en él había algo más. No era solo una simple acción; era un intento de conectarse, de hacerme sentir que, de alguna forma, podía entender lo que estaba pasando por mi cabeza.

Me volví para mirarlo, y por un momento, me pareció ver una grieta en su armadura, una ventana a una parte de él que rara vez dejaba ver. Algo que parecía decir "entiendo lo que estás viviendo, aunque no tenga la menor idea de cómo ayudarte".

—Sí, solo... estoy cansada —respondí, mis palabras vacilantes, pero sentía que algo dentro de mí había comenzado a cambiar. No sabía si era una respuesta real o simplemente la forma en que me estaba adaptando a todo lo que estaba ocurriendo.

Nícolas permaneció en silencio por un momento, observándome con una intensidad que nunca había visto antes. En lugar de decir algo más, simplemente dio un paso atrás, dejando que la distancia entre nosotros se llenara con la comprensión de que ambos estábamos atrapados en esta realidad que no habíamos elegido.

—Descansa —dijo, con una suavidad inesperada en su voz. Sus palabras no eran frías ni calculadas; simplemente parecían un recordatorio de que, en ese momento, no éramos solo dos piezas de un juego corporativo, sino dos personas que de alguna manera compartían una carga común.

Me dirigí al baño sin decir más, y cuando volví a la habitación, la luz de la luna se filtraba por las cortinas, iluminando tenuemente su figura en la cama. Los dos sabíamos que esa noche sería diferente. No por lo que diríamos o haríamos, sino por la quietud que se había instalado entre nosotros, como si estuviéramos, finalmente, comenzando a entender que nuestra relación era mucho más que una simple estrategia de negocios.

La tensión seguía en el aire, pero había algo más allí. Algo que ni él ni yo estábamos listos para admitir.

Boda de InteresesWhere stories live. Discover now