Romper las Barreras

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Eugenio(el mayordomo) me miró en silencio mientras me sentaba en el sofá, abrazando mis rodillas contra el pecho. Sentía un vacío que no podía explicar. Cada día que pasaba, la distancia entre Nícolas y yo parecía más grande, y yo me sentía atrapada, como si viviera en una casa de cristal, observando el mundo, pero sin poder tocarlo.

—No sé qué hacer, Eugenio. —Mi voz salió casi en un susurro, como si temiera que alguien pudiera oírme. Pero no había nadie más. Solo él y yo.

Eugenio, siempre tan observador, se sentó junto a mí, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si quisiera asegurarme de que me entendiera.

—¿Qué te está molestando exactamente? —preguntó con una suavidad que rara vez usaba.

Suspiré, el aire se me atoró en la garganta.

—La distancia. —Mis palabras parecieron no tener peso en el aire. Lo que sentía era más profundo que solo eso, pero no sabía cómo explicarlo mejor. —No sé si lo notas, pero... él... se mantiene siempre tan distante. Como si no le importara. Como si no me viera realmente. Soy su esposa, Eugenio. Mi compañero de vida. Y, a veces, siento que soy solo una figura que tiene que estar ahí, pero que no existe para él más allá de los negocios, más allá de los compromisos.

Eugenio asintió lentamente, su rostro serio, pero con una expresión que mostraba que entendía. Después de un momento de silencio, habló, con la sabiduría que solo los años podían darle.

—Belle, no es que no le importes. —Su tono fue tranquilo, pero firme. —Es que el señor Nícolas ha tenido una vida difícil, llena de obstáculos. Su familia, los negocios, las expectativas. Todo eso lo ha moldeado, y su forma de ser... su falta de expresión, de cariño, no es porque no quiera, sino porque no sabe cómo.

Lo miré fijamente, algo en sus palabras resonaba conmigo, aunque todavía me costaba asimilarlo.

—¿A qué te refieres? —pregunté, curiosa, aunque aún un poco escéptica.

—Nicolás... —Eugenio pausó, buscando las palabras correctas—. Ha tenido que cargar con mucha responsabilidad desde joven. Su padre lo dejó con una enorme carga en los hombros. Ha estado acostumbrado a ser fuerte, a no mostrar debilidad. Para él, abrirse, ser vulnerable... eso es algo que no sabe hacer, Belle. No es que no quiera ser cariñoso, es que le cuesta. Está acostumbrado a mantener una distancia, a no confiar plenamente. Y tú... tú eres una presencia nueva en su vida, alguien a quien no sabe cómo integrar en su mundo tan meticulosamente estructurado.

Un silencio pesado se instaló entre nosotros mientras procesaba sus palabras.

—Entonces... —mi voz salió baja—, ¿qué hago con esto? No sé si puedo soportar sentirme tan ignorada todo el tiempo. Es como si fuera un complemento de su vida, pero no una parte importante de ella.

Eugenio me miró con compasión.

—Tienes que darle tiempo. Y paciencia. Si realmente deseas que él sea más abierto contigo, deberás demostrarle que, a pesar de sus barreras, tú estarás ahí para él, sin presionarlo. —Sus ojos se suavizaron—. A veces, las personas más cerradas son las que más necesitan ser entendidas, Belle. No es fácil para él, pero eso no significa que no valore lo que está a tu lado.

Me quedé en silencio, reflexionando. Quizá Eugenio tenía razón. Quizá no era tanto que Nícolas no me valorara, sino que le costaba demostrarlo. Pero no podía evitar sentirme sola en todo esto, atrapada en un espacio entre la obligación y el deseo de algo más, algo real.

—Lo intentaré, Eugenio. Aunque no sé si alguna vez logrará abrirse completamente.

—No lo sabremos hasta que se lo permitas. —Eugenio sonrió, como si me diera su permiso para ser paciente, aunque yo misma dudaba si tendría esa paciencia.


Después de la conversación con Eugenio, sentí algo dentro de mí que comenzaba a cambiar. La frustración no desaparecía de inmediato, pero algo en sus palabras resonó en mí, dándome un propósito. Si de verdad quería que Nícolas se abriera, tendría que ser más paciente, más comprensiva. Tenía que hacerlo sentir que, a pesar de sus barreras, podía contar conmigo.

Me levanté lentamente del sofá y me acerqué a Eugenio, quien seguía observándome con su expresión sabia, casi como si hubiera anticipado lo que iba a decir.

—Eugenio... —mi voz sonó decidida, aunque no del todo confiada—, voy a hacer que él se sienta amado. Lo intentaré. No sé si será fácil, pero sé que si no hago algo, nunca cambiará nada entre nosotros.

Eugenio me miró, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y aprobación.

—¿Lo hará, señorita? —preguntó suavemente, pero con una pequeña sonrisa en sus labios. Podía ver que la idea le agradaba, aunque sabía que no sería un camino sencillo.

—Sí —respondí, con más firmeza esta vez—. No quiero seguir sintiéndome como si fuera solo una figura en su vida. Quiero ser su compañera, en todo sentido. Si eso significa mostrarle, a su manera, que estoy aquí para él, lo haré. No voy a esperar que él cambie de inmediato. Pero voy a hacer que se dé cuenta de que no está solo.

Eugenio asintió, como si hubiera estado esperando esa decisión.

—Es un buen camino, Belle. No será fácil, pero si realmente lo desea, todo dependerá de cómo lo haga. Recuerde, las acciones valen más que las palabras. Si puede demostrarle que está dispuesta a estar ahí, sin presionarlo, sin esperar nada a cambio, tal vez lo logre.

Miré a Eugenio, sintiéndome un poco más ligera, como si un peso hubiera salido de mis hombros. Por fin había tomado una decisión. No sería fácil, no sabía si funcionaría, pero lo intentaría. Solo el tiempo diría si conseguiría acercarme a él.

—Lo intentaré, Eugenio. Haré lo que sea necesario para que él vea que no estoy aquí solo por obligación. Estoy aquí porque quiero ser parte de su vida, realmente.

Eugenio me dio una sonrisa comprensiva, y asintió en silencio. No dijo nada más, pero sabía que él confiaba en mi capacidad para hacerlo. Tal vez, solo tal vez, este sería el primer paso para cambiar las cosas entre Nícolas y yo.

Boda de InteresesWhere stories live. Discover now