La princesa de agua y el demonio plebeyo

Una disculpa sincera y la primera misión de Yuno

"Vaya par de mocosos. Ese fue el primer paso, pero apuesto a que juntos llegarán mucho más lejos de lo que imaginan." —comentó Yami mientras observaba el desenlace de la batalla con una sonrisa confiada.

Asta se tambaleó un poco al levantarse. El capitán Yami se acercó con su característica expresión relajada, aunque en sus ojos brillaba un leve reconocimiento.

—"Bien hecho, mocoso. Has vencido a alguien de la realeza. No está mal para un enano sin magia," —le dijo Yami, palmeando la cabeza de Asta con fuerza.

Asta sonrió, aunque estaba agotado, y apenas pudo agradecer con un movimiento de cabeza. Sin embargo, en medio del bullicio y los comentarios de los Toros Negros, escuchó un pequeño sollozo. Al girarse, vio a Noelle, aún con la cabeza baja, mirando el suelo, sus hombros temblaban levemente. La culpa le invadió al instante, así que decidió acercarse a ella.

Noelle apretó los puños, intentando ocultar sus lágrimas. "Seguramente se burlarán de mí como siempre lo han hecho... un error... una vergüenza para la familia Silva," pensaba con tristeza, recordando las palabras crueles de sus hermanos.

Asta se inclinó hacia ella y, con su habitual sinceridad, le habló:

—"Oye tú, Noelle... ¿cierto? Tu mana y poder son increíbles. Desde el primer momento en que te vi, supe que eras muy poderosa, pero no pensé que tanto," —dijo Asta con una sonrisa amplia—. "Te tengo algo de envidia. Tú tienes una gran cantidad de poder mágico, y yo no tengo ni una gota."

Noelle levantó la mirada, sorprendida por sus palabras. En su mente, esperaba insultos o burlas, pero lo que encontró fue una sonrisa honesta, unos ojos esmeralda llenos de admiración y sinceridad.

Yami, que había estado observando en silencio, intervino curioso:

—"Mocoso, ¿cómo supiste que ella tenía tanto mana? Pensé que yo era el único que se había dado cuenta."

Asta rió un poco antes de responder:

—"Fue sencillo, capitán. Cuando ayer chocamos nuestras manos, mi antimagia reaccionó automáticamente. Nunca había sentido eso antes. Además, leí en uno de los libros de la iglesia que cuando alguien tiene problemas para controlar su magia, es porque tiene una cantidad abrumadora. Pero lo que me lo confirmó fue cuando su espada de agua chocó con mi espada matademonios y no se desintegró. Toda magia o hechizo que toca a Danma se desintegra, pero su espada no. Eso solo significa que su mana es increíblemente puro y poderoso. Y tenía razón, esa espada es impresionante."

Noelle, aún con lágrimas en los ojos, levantó la vista y vio a los demás Toros Negros mirándola con sonrisas amables y admiración. Por primera vez en mucho tiempo, no había desprecio, solo reconocimiento. Sintió una mezcla de alivio y emoción al ver esas miradas.

Cuando sus ojos violáceos se cruzaron con los de Asta, él le tendió la mano, sus ojos esmeralda brillaban con calidez.

—"Vamos, Noelle, levántate. Hoy demostraste de lo que eres capaz," —le dijo con una sonrisa radiante.

Noelle, algo temerosa, tomó su mano. El contacto fue cálido, reconfortante, y por un momento sintió que el peso de sus inseguridades se aligeraba. Pero antes de que pudiera decir algo, su cuerpo se debilitó y se desmayó por el agotamiento.

—"Oye, ¡Noelle!" —exclamó Asta, atrapándola en sus brazos antes de que cayera al suelo. La cargó con cuidado al estilo princesa, como si fuera algo natural para él. Yami, mirándolos con una sonrisa traviesa, comentó:

—"Llévala a su habitación para que descanse, mocoso. De paso, tú también descansa y cúrate."

Asta asintió y, sin decir más, llevó a Noelle a su habitación. Al entrar, la colocó suavemente en la cama y se quedó a su lado, sentado en una silla, observándola mientras dormía. "Debo disculparme cuando despierte," pensó. A pesar de todo lo ocurrido, sentía que quería arreglar las cosas con ella.