La promesa de los hermanos

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En un rincón remoto del Reino del Trébol, en la humilde aldea de Hage, una mañana tranquila se tornó en un suceso extraordinario. Frente a la pequeña iglesia de piedra, dos canastas fueron dejadas en el umbral, cada una conteniendo a un bebé. El destino de estos dos niños había comenzado a entrelazarse desde el momento en que sus pequeños cuerpos descansaron en la misma puerta.

Un hombre humilde, el padre Orsi, abrió la puerta de la iglesia al amanecer, sorprendido al encontrar a los dos pequeños. Los levantaron con delicadeza, como si desde ese momento hubiera comprendido la importancia de lo que el destino le había traído.

— ¿Quién los habrá dejado aquí? — se preguntaba en voz alta, mientras acariciaba suavemente las cabezas de los bebés. No había respuesta, solo el silencio del campo y la suave brisa que traía consigo un sentido de misterio y esperanza.

Uno de los bebés, con un cabello negro como la noche y unos ojos afilados, parecía observar el mundo con una serenidad extraña para su edad. Fue bautizado como Yuno. El otro niño, con una energía desbordante desde el primer segundo, movía sus extremidades con fuerza mientras sonreía, como si estuviera decidido a enfrentarse a cualquier cosa que el mundo le pusiera delante. A ese niño lo llamaron Asta.

Desde entonces, ambos crecieron bajo el mismo techo, en la iglesia de Hage, donde el padre Orsi los cuidó como si fueran sus propios hijos. Aunque compartían una historia en común, sus destinos iban tomando caminos diferentes conforme crecían.

El tiempo pasó, y ambos niños fueron criados en la iglesia por el padre Orsi y la hermana Lily, quienes los cuidaron como si fueran sus propios hijos. A lo largo de los años, otros niños llegaron a la iglesia, adoptados como hermanos menores. Entre ellos estaban Nash, de 5 años, Recca, de 4, y los más pequeños, Aruru y Hollo, ambos de 2. Asta y Yuno, aunque no compartían lazos de sangre, se convirtieron en los hermanos mayores de este grupo.

Pasaron 9 años desde que Asta y Yuno llegaron a la iglesia. Asta, ahora un niño de 10 años, siempre se destacaba por su energía, liderazgo y su inmenso sentido de la justicia. Mientras cargaba a Aruru, miraba con orgullo a Yuno, quien también cargaba a Hollo con delicadeza. Aunque Yuno ya había despertado su magia de viento, Asta aún no mostraba signos de poseer mana. Esto no le desanimaba, más bien, lo motivaba a trabajar el doble de duro, entrenando su cuerpo en lugar de su magia.

Una tarde, mientras ayudaban a la hermana Lily a tender la ropa, Asta preguntó:

"Hermana Lily, ¿puedes contarnos otra vez la historia del Rey Mago que derrotó al demonio?"

Lily sonriendo con ternura mientras colocaba una sábana en el tendedero y comenzó a narrar la leyenda.

"Hace muchos años, cuando el reino estaba en peligro, el Rey Mago, el caballero más fuerte de todos, se alzó contra un demonio poderoso que amenazaba con destruirlo todo. Con su magia increíble y su corazón puro, protegió a todos, salvando el reino y asegurando la paz."

Asta escuchaba con los ojos brillantes de emoción. Al terminar la historia, levantó la mano en un gesto de determinación.

"¡Yo será el próximo Rey Mago!" —dijo con una sonrisa desafiante.

Yuno, que siempre era más reservado, observó a su hermano con admiración. Aunque no compartía el mismo sueño, su espíritu de apoyo lo hizo hablar:

"Te apoyaré, Asta. Aunque no quiero ser Rey Mago, estaré ahí para ayudarte a cumplir tu sueño".

Asta miró a Yuno, sorprendido.

"¿De verdad, Yuno? Pero... tú también podrías ser el Rey Mago. Eres increíble con tu magia de viento."

Yuno negoció con la cabeza, tímido pero firme.

La princesa de agua y el demonio plebeyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora