Epílogo (parte 1)

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Viernes 16:03 hrs

Estaba sumido en el tumulto del salón de clases, rodeado de exámenes finales que ansiaban mi atención. El sol se desplegaba a mi alrededor mientras sorbía un café humeante, preparando mis sentidos para la maratónica jornada que tenía por delante. Los papeles se amontonaban como promesas incumplidas, una constante cada semestre. Pero, a mis 36 años, no había reto que no pudiera enfrentar.

—¡Mr. Mew! ¿Está ahí? ¡Necesito hablar con usted! —La voz interrumpió mi concentración.

—¿Eh? ¿Quién puede ser a estas horas? Ah... ¡Pase! —respondí, sin apartar la vista de los exámenes que se acumulaban en mi escritorio. Las horas de oficina ya habían vencido y el estrés me consumía—. Las horas de atención en mi oficina ya pasaron... Estoy ocupado... ¿qué necesitas?

—No me fue bien en la evaluación reciente de educación física. ¿Podría ofrecerme algún tipo de crédito adicional? —preguntó con un tono de súplica que me hizo suspirar.

—¿Créditos extra? Lo siento, amigo, pero no doy créditos adicionales. Tienes que mejorar en la próxima prueba —le respondí con firmeza.

—¡Awww, hombre! ¡Es en serio, Mr. Mew! ¡Haré lo que sea... POR FAVOR!

El creciente ruido de su insistencia me desconcentró. Cuando lo miré nuevamente, las palabras se me atoraron en la garganta—. ¡Espera...! ¿Eres tú...? ¡GULFIE!

—Jaja, terco como siempre —respondió él, una sonrisa traviesa en su rostro, ahora más alto y maduro. Se veía increíblemente guapo a sus 19 años—. ¡Mucho tiempo sin verte, huh, Mr. Mew!

Mi corazón se aceleró. No había estado preparado para ese encuentro. Verlo frente a mí era como un destello de luz en medio de la oscuridad burocrática del aula.

—Pero... ¿tú... tú... JAJAJAJA... ¡Hola, bebé! —me levanté, incapaz de contener mi entusiasmo—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en la universidad?

—¿Acaso no estás feliz de verme? —susurró, acercándose un poco, un brillo en sus ojos.

—¿Qué? ¡Por supuesto que estoy feliz de verte! ¡Extremadamente feliz! ¡Es solo que... estoy sorprendido y un poco confundido!

—Han pasado, ¿qué? ¿Tres meses desde la última vez que nos vimos? —declaró, con nostalgia.

—Sí, desde que empezó el semestre.

Me acerqué, notando su nerviosismo. La tensión en el aire era palpable.

—En verdad te extraño... tanto que terminé mis tareas y tomé el primer tren de regreso a casa para sorprenderte —dijo, como si fuera la cosa más normal del mundo.

—¿Tomaste el tren solo para verme? —pregunté, una mezcla de admiración y reproche en mi voz.

—¡Por supuesto! —replicó, un toque de tristeza en el tono—. ¿No debería haberlo hecho?

—Claro que no deberías... —comencé, pero mi voz se desvaneció en una sonrisa—. ¡VEN AQUÍ, BEBÉ!

Lo atrapé por sorpresa y lo levanté en mis brazos, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo.

—Ahhh, jeje...

Él me abrazó fuertemente, y por un instante, el mundo se desvaneció. Su cuerpo atlético casi alcanzaba el mío, había crecido, y todo en él me atraía aún más. Al dejarlo en el suelo, lo abracé con intensidad, como si temiera perderlo nuevamente.

—Te extrañé tanto, nene, no tienes idea. Parece que ha pasado una eternidad desde que nos vimos —susurré mientras inhalaba su aroma embriagador.

—Lo sé, yo también te he extrañado —respondió, estrechándome—. Eres un gran idiota, ¿lo sabías?

Love me, MewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora