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Capítulo 1: El Rastro de lo Desconocido
Las puertas del metro se abrieron de golpe, dejando escapar una ráfaga de aire frío y una multitud de rostros apresurados. Mia se aferró con más fuerza a su mochila, como si pudiera sostener algo en este caos que no comprendía. La ciudad era tan grande, tan ruidosa, que apenas podía distinguir los sonidos entre los coches, los gritos de la gente y el bullicio del tráfico. Había esperado que Nueva York fuera diferente. Que la magia de las luces, los rascacielos y la vibrante energía la hicieran sentirse viva. Pero todo lo que sentía era un peso en el pecho, como si la ciudad la aplastara.
El camino hasta la escuela fue un laberinto de calles que Mia intentaba memorizar, pero todo lo que veía eran sombras y reflejos. El sonido de sus pasos resonaba en las aceras frías, y aunque el sol brillaba alto, nada parecía iluminar su interior. Había llegado hacía poco, y aún se sentía como una extranjera en un lugar que, aunque lleno de gente, no parecía comprenderla.
Mientras caminaba, trató de centrarse en lo que tenía delante: la escuela. Un edificio de ladrillo con ventanas altas, tan imponentes que parecían mirar hacia abajo con una mezcla de indiferencia y curiosidad. Mia pensó que la vida en Nueva York, tan diferente a Londres, podría haber sido una oportunidad para empezar de nuevo. Pero en el fondo, no podía dejar de sentir que algo se había roto al cruzar el océano. Algo dentro de ella había quedado atrás, en Londres. Las calles de Nueva York eran tan grandes y ruidosas que no podía encontrar su lugar.
Al llegar al vestíbulo de la escuela, vio que los estudiantes ya se agrupaban, charlando animadamente, como si todos tuvieran algo de qué hablar, algo que compartir. Mia se sintió pequeña en medio de esa multitud, como si no encajara. En Londres siempre había tenido amigos, conocidos, un lugar al que acudir. Aquí, en Nueva York, era solo una sombra, un espectro que se deslizaba entre los pasillos y los rostros, intentando ser invisible, intentando ser olvidada.
Mientras avanzaba por el pasillo, escuchó fragmentos de conversaciones que se mezclaban con el murmullo de los lockers abriéndose y cerrándose.
"¿Sabías que Alex casi dejó fuera a uno de los chicos del equipo? Dice que nunca se disculpa por nada," murmuró una chica a otra, lanzando una mirada furtiva hacia el extremo del pasillo.
"Es un verdadero desastre, pero tiene su propio tipo de... poder," respondió el chico a su lado, también con voz baja, como si estuviera transmitiendo un secreto. Mia frunció el ceño al escuchar el nombre de Alex, pero no logró comprender del todo a qué se referían. En su mente, la imagen de una persona distante y misteriosa comenzó a formarse, alguien con un aire de superioridad, alguien que tenía el control de todo a su alrededor.
En ese momento, se dio cuenta de que ya estaba cerca de la cafetería. El bullicio se intensificó a medida que se acercaba, y las voces de los estudiantes se mezclaban con el sonido de las bandejas metálicas chocando. Mia intentó concentrarse en encontrar su salón, pero su mente se desvió. Un grupo de chicos se detuvo a su lado, riendo y hablando en voz alta. Las risas parecían burlarse de su incomodidad. Ella sintió un nudo en el estómago y, casi sin querer, buscó un lugar más tranquilo para poder respirar.
Fue entonces cuando, sin previo aviso, alguien la golpeó suavemente con el hombro. O más bien, ella fue quien tropezó contra alguien. El mapa que había estado sosteniendo, arrugado y casi inútil, se resbaló de sus manos y cayó al suelo. En ese instante, todo el ruido del pasillo pareció desvanecerse, y lo único que pudo escuchar fue el sonido del impacto, como si el mundo se hubiera detenido por un segundo.
"¡Oye! ¡Cuidado por dónde caminas!" La voz que la reprendió fue dura, fría, como un latigazo que la hizo temblar. Mia levantó la mirada rápidamente, encontrándose con unos ojos azules que la observaban con una mezcla de irritación y algo más. Sus labios estaban firmemente sellados, pero había una expresión desafiante en su rostro que la hizo sentirse aún más pequeña.
El chico era alto, muy alto, y vestía una chaqueta de cuero negra que, de alguna manera, parecía brillar en medio del caótico entorno escolar. Su cabello rubio estaba ligeramente desordenado, pero no de una manera casual, sino como si estuviera perfectamente diseñado para que luciera así, con cada detalle cuidadosamente planeado. No había nada en su apariencia que indicara que estuviera fuera de lugar. Todo en él gritaba confianza, superioridad, y, de alguna manera, frialdad.
"Perdón, no te vi," murmuró Mia, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban, aunque no podía decir si era por la vergüenza o la incomodidad de la situación.
El chico la miró por un momento, evaluándola con una mirada calculadora, como si estuviera midiendo sus palabras. Después de unos segundos de silencio, sus labios se curvaron ligeramente hacia abajo, en una expresión que podría haber sido una sonrisa o un simple gesto de desdén. "Bueno, te recomiendo que tengas más cuidado la próxima vez."
Mia asintió, incapaz de responder, su garganta se sintió cerrada por la presión del momento. Pero antes de que pudiera decir algo más, el chico giró sobre sus talones y empezó a caminar hacia la cafetería, sin siquiera mirar atrás.
"Alex..." escuchó a alguien susurrar cerca de ella, con una mezcla de respeto y temor en su voz.
Mia no pudo evitarlo: su curiosidad fue más fuerte que la vergüenza que sentía. Alex. Esa palabra seguía flotando en el aire, como si tuviera un poder propio. Aunque apenas lo conocía, algo en él la había dejado intrigada. ¿Quién era este chico que parecía ser el centro de atención sin esfuerzo? ¿Qué era lo que lo hacía tan diferente?
Al seguirlo con la mirada, vio cómo se deslizaba entre los estudiantes, recibiendo miradas furtivas de unos y sonrisas de otros. No se veía como alguien que tuviera que esforzarse para encajar. Él ya era parte del paisaje, parte del sistema. Todos parecían conocerlo, temerle, respetarlo... o tal vez, simplemente, no cuestionarlo.
"¿Quién es ese?" preguntó una voz a su lado. Mia giró rápidamente hacia el grupo de chicas que había estado charlando cerca de ella antes.
"Es Alex. No es alguien con quien quieras meterte," dijo una de ellas, mirando a Mia con una mezcla de curiosidad y advertencia. "No es fácil, pero... tiene algo que lo hace especial, ¿sabes?"
Mia asintió, pero no estaba segura de qué pensar. Especial, pensó. ¿De qué manera?
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Un Día Más
Novela Juvenil"Entre la lluvia de Nueva York y los recuerdos de Londres, Mia descubre que a veces, un día más puede cambiarlo todo. Una historia de amor, amistad y segundas oportunidades en un mundo que no siempre parece entendernos."