7: En el momento menos esperado

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Habían pasado tres semanas desde aquella presentación en el escenario, y aunque había intentado dejarla atrás, las consecuencias seguían persiguiéndome. No podía caminar por los pasillos de la escuela sin sentir las miradas de todos clavadas en mí. Pero lo peor no eran los susurros, las risitas a mis espaldas o los mensajes anónimos en las redes sociales; lo peor seguía siendo Alex.

Desde ese día, parecía haber decidido hacerme su objetivo personal. Cada comentario, cada mirada burlona, cada "accidental" empujón en los pasillos... Todo lo hacía él. Al principio, traté de ignorarlo, pensando que si no le daba importancia se cansaría. Pero no lo hizo.

-¿Qué tal, Mia? -preguntó con esa sonrisa que odiaba tanto, mientras me bloqueaba el paso hacia el aula.
-No estoy de humor, Alex -respondí, esquivándolo sin mirarlo.

Podía sentir cómo sus ojos se clavaban en mi espalda mientras me alejaba. Siempre lo hacía. Siempre encontraba una forma de estar ahí, de recordarme que no iba a dejarme en paz.

Lo que nadie sabía, lo que ni siquiera mis amigos sabían, era que últimamente mi cuerpo estaba traicionándome. Todo había empezado con una fatiga constante que no podía explicar. Dormía ocho horas, a veces más, pero seguía sintiéndome agotada todo el tiempo. Al principio pensé que era estrés por la escuela, pero luego vino el dolor. Un dolor profundo, como si algo estuviera jalando de mis huesos desde dentro.

Hoy no era la excepción. Sentía el peso de mi mochila como si llevara ladrillos, y cada paso que daba hacia el aula parecía más pesado que el anterior. Llegué a mi asiento, junto a Gracie, y dejé caer la mochila al suelo con un suspiro.

-¿Estás bien? -preguntó ella, frunciendo el ceño.
-Sí, solo cansada -mentí. Últimamente mentía mucho.

La clase comenzó, pero yo no podía concentrarme. Mis ojos iban hacia la ventana, hacia el cielo azul que parecía demasiado lejano. Sentía que el aire en el salón era más denso, más pesado. Intenté tomar apuntes, pero mi mano temblaba ligeramente. Gracie lo notó, pero no dijo nada.

Cuando la clase terminó, me quedé sentada un poco más de lo normal, esperando que el mareo pasara. Gracie salió primero, diciéndome que me alcanzaría en la cafetería. Yo no quería moverme. Fue entonces cuando lo vi entrar: Alex.

Él tampoco parecía haber tenido una buena mañana. Su cabello estaba más despeinado de lo normal, y aunque siempre trataba de parecer relajado, había algo en su expresión que no cuadraba. Me ignoró al principio, pero cuando pasó junto a mi mesa, se detuvo.

-¿Qué pasa? ¿Te cansaste de ser la reina del drama? -dijo, cruzando los brazos y mirándome con burla.

No tenía la energía para responderle. Apenas podía mantenerme sentada, y sentí cómo mi cuerpo empezaba a temblar. Él notó que algo estaba mal porque su expresión cambió, aunque trató de ocultarlo.

-Oye, ¿estás bien? -preguntó, su voz menos cortante.

Intenté levantarme, pero mis piernas no respondieron. Todo se volvió borroso, y lo último que escuché antes de perder el conocimiento fue su voz llamándome por mi nombre.

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Desperté en la enfermería de la escuela, con la luz blanca del techo dándome directamente en los ojos. Mi mamá estaba allí, sentada junto a mí con el rostro lleno de preocupación. Alex estaba al otro lado de la sala, de pie, mirando por la ventana.

-Mamá... -susurré, tratando de sentarme, pero un dolor punzante en el pecho me detuvo.

-No te muevas, cariño. Te desmayaste en clase. Alex fue quien te encontró y te trajo aquí -dijo, acariciándome el cabello.

Giré la cabeza hacia él, sorprendida. ¿Alex? ¿El mismo Alex que no había hecho más que hacerme miserable durante las últimas semanas? No podía creerlo.

Él se giró hacia mí, con las manos en los bolsillos, y me miró con una mezcla de culpa e incomodidad.

-No te emociones. Solo lo hice porque no había nadie más -dijo, encogiéndose de hombros.

Rodé los ojos, aunque el movimiento me dolió. Mi mamá le agradeció antes de que él saliera de la sala, pero no pude evitar notar que había algo diferente en su mirada. Algo que no había visto antes.

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Esa tarde, después de que mi mamá insistiera en llevarme al médico, las cosas empeoraron. Pasé por varios exámenes, y aunque traté de no pensar en lo peor, el miedo se apoderó de mí. Podía ver la preocupación en el rostro de mi mamá, aunque trataba de ocultarla.

Cuando el doctor regresó con los resultados, su expresión lo dijo todo.

-Mia, encontramos algo en tus exámenes -dijo con suavidad. Su voz era calmada, pero sus palabras eran como un puñetazo en el estómago.

Mi mamá me tomó la mano, y yo sentí cómo el mundo se desmoronaba a mi alrededor.

-¿Qué es? -pregunté, mi voz apenas un susurro.

-Hemos detectado un posible linfoma. Específicamente el linfoma de Hodgkin. Es un tipo de cáncer que afecta los ganglios linfáticos -explicó. Sus palabras se mezclaban en mi cabeza, como si alguien hubiera puesto el volumen en silencio.

Cáncer. Esa palabra lo cambió todo.
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Esa noche, cuando llegamos a casa, me encerré en mi habitación. No quería hablar con nadie. No quería pensar. Pero los pensamientos seguían llegando, como una tormenta que no podía detener.

Mi teléfono vibró, y para mi sorpresa, era un mensaje de Alex.

"Oye, solo quería saber si estás bien. No me digas que me preocupe, porque no lo hago. Solo... no sé. Espero que estés bien."

Leí el mensaje varias veces, sin saber cómo responder. Había algo extraño en él, algo que no encajaba con el Alex que yo conocía. Tal vez había algo más detrás de su actitud, algo que yo no había visto antes.

Decidí no responder, al menos por ahora. Cerré los ojos, tratando de ignorar el miedo que se apoderaba de mí. Pero sabía que mi vida estaba a punto de cambiar para siempre.

No podía seguir dándole vueltas al asunto. Probablemente mi vida termine pronto y no quiero morir todavía, y no sé que hacer si los chicos se llegan a enterar. Volví a tomar mi teléfono tratando de buscar una manera de tranquilizarme...

Ví otra vez el mensaje de Álex y le respondí:

"Gracias. No tienes idea de lo que eso significa para mí."

Después de responderlo... Me sentí un poco más tranquila... Pero no ignoraba el echo de que busque como funciona la quimioterapia. Lo leí, y sentía un peso muy grande, mi único apoyo era mi madre... Solo porque a mí padre no le importo mi existencia y nos abandono.

Tampoco se que haria sin los chicos. Sobre todo con Gracie, me ha apoyado muchísimo, en la carrera, en mi música en todo. Ella es mi mejor amiga.

Tampoco se que haría sin la increíble y ejemplo de la clase: Allison, sin el gran bromista: CJ y los tranquilos pero locos gemelos: Julio y August

Un Día Más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora