El fin de semana pasó volando. A pesar de que estaba intentando adaptarme a la rutina, mis pensamientos seguían regresando a lo que había dejado atrás en Londres. Mi vida anterior, mis amigos, mi familia... todo parecía estar a kilómetros de distancia, aunque la distancia real era mucho más corta. Y Nueva York, a pesar de ser tan vibrante, tan llena de vida, a veces se sentía vacía.
El lunes llegó como una marea, arrastrándome con él. Pero esta vez, algo era diferente. Los chicos se habían convertido en algo más que simples compañeros. CJ con sus bromas, Ali con sus respuestas rápidas, y Gracie con su calma, me habían dado un espacio. Un espacio en el que, aunque aún me sentía extraña, ya no estaba tan sola.
Al llegar al colegio, me di cuenta de que ya no sentía esa incomodidad de antes, esa presión de ser vista como "la nueva". Al menos no tanto. Los chicos estaban allí, esperándome.
-¿Listos para sobrevivir otro lunes? -me preguntó CJ, dándome un codazo mientras entrábamos al salón.
Ali ya estaba allí, sentada en su lugar habitual, su mirada fija en el cuaderno donde tomaba notas rápidamente.
-¿Sabías que la profesora tiene un secreto? -dijo, levantando la vista un momento antes de regresar a su tarea.
-¿Qué tipo de secreto? -le pregunté, levantando una ceja.
Gracie, que siempre estaba en su propio mundo, simplemente levantó la mano sin decir nada, como si ya supiera de qué se trataba.
Ali me sonrió de forma misteriosa. -Te lo contaré en el descanso. ¿Vas a venir? -preguntó.
Me encogí de hombros, sabiendo que mi curiosidad no me dejaría en paz hasta que supiera de qué estaba hablando.
La mañana pasó más rápido de lo que esperaba. Y aunque mis pensamientos aún me arrastraban hacia mi antiguo hogar, había algo en ese pequeño grupo de amigos que me hacía sentir que tal vez, solo tal vez, podría encajar aquí también.
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El descanso llegó finalmente, y con él la oportunidad de respirar. Salí del salón de clases, ya acostumbrada a las miradas curiosas, pero decidí que no me importaría. Al fin y al cabo, todo el mundo estaba acostumbrado a los nuevos en la escuela, ¿verdad?
Pero cuando llegué a la cafetería, algo cambió. Frente a la mesa, dos chicos, con la misma camiseta de rayas y la misma expresión burlona, me hicieron frenar en seco.
-¿Así que eres la nueva, eh? -dijo uno de ellos. Era difícil decir quién había hablado, porque ambos tenían la misma sonrisa y la misma chispa en los ojos.
-Sí, soy Mia. -Intenté mantener la calma, aunque sabía que la curiosidad me estaba comiendo por dentro. Los gemelos siempre me habían parecido un enigma en cualquier lugar.
-Julio -dijo uno, señalándose a sí mismo, y luego apuntó al otro. -Y él es August.
-Así que, ¿qué tal? ¿Ya te han contado sobre la tradición de la escuela? -preguntó August, con una mirada traviesa.
-¿Tradición? -respondí, levantando una ceja, no del todo segura de si debía preocuparme.
-¡Sí! -exclamó Julio, levantándose y dándole un codazo a August-. Todos los nuevos tienen que pasar por un pequeño rito de iniciación. No te preocupes, es algo simple.
-¿Qué clase de rito? -les pregunté, notando cómo mis nervios comenzaban a aumentar.
Gracie apareció de la nada, como si lo hubiera escuchado todo, y me sonrió. -No te preocupes, no es nada de lo que debas asustarte. Simplemente tienen que hacer que todo suene más raro de lo que realmente es.
-Exacto. No te va a doler -añadió CJ, desde el otro lado de la mesa. Era como si ellos estuvieran planeando todo para hacerme sentir parte del grupo, pero a la vez, mantuvieran esa sensación de misterio que nunca faltaba en sus bromas.
-Es una tradición secreta -dijo Ali con tono serio, pero su sonrisa decía lo contrario. Era una broma, pero de esas que realmente te hacen preguntarte si hay algo más detrás de todo.
-Te explicamos luego -dijo Gracie, y se sentó junto a mí, su guitarra todavía colgada sobre su hombro.
El resto del almuerzo fue una mezcla de conversaciones sobre cosas triviales y risas compartidas. Julio y August, con su energía desbordante, rápidamente comenzaron a burlarse de CJ y Ali, y me di cuenta de que esa era su forma de demostrar cariño. Aunque no sabían cómo ser menos intensos, ellos me aceptaban, y eso me hizo sentir algo que no había sentido en mucho tiempo: parte de algo.
La Tensión de la Semana
La siguiente semana se sintió más ligera. Las bromas de los gemelos, los chistes de CJ, la manera en que Ali siempre sabía cómo calmar cualquier situación tensa... todo eso me estaba ayudando a adaptarme. Cada vez que pensaba en mi vida en Londres, encontraba algo en mi nuevo grupo de amigos que me hacía sentir que había un lugar para mí aquí, aunque no lo creyera al principio.
Fue en un lunes por la mañana, cuando el viento soplaba con fuerza y las hojas caían por las calles empapadas de lluvia, que la escuela comenzó a volverse más que solo un espacio para estudiar. Los pasillos ya no me parecían tan hostiles, y las clases, aunque desafiantes, ya no me resultaban tan abrumadoras.
Durante la clase de Historia, en particular, la profesora hizo una pregunta que captó mi atención. El tema era la Revolución Francesa, y mientras la mayoría de la clase parecía distraída, yo sentía una extraña conexión con la discusión. Tal vez porque la historia de una revolución, de un cambio radical, me resonaba de una manera que no podía explicar. Yo también estaba en un proceso de cambio, una revolución interna, donde todo parecía nuevo, extraño, pero también lleno de potencial.
-Mia -dijo la profesora, mirando hacia mi dirección, interrumpiendo mis pensamientos. Me había olvidado de que estaba en clase, perdida en la reflexión-. ¿Qué opinas sobre las causas de la Revolución Francesa?
Mi corazón dio un vuelco. Sabía la respuesta, pero hablar frente a toda la clase no era algo que me resultara fácil.
Tomé aire, levanté la vista, y antes de que pudiera arrepentirme, hablé. -Creo que, en muchos sentidos, fue una cuestión de sentirse atrapado. De estar en un sistema que no te deja crecer. La gente estaba cansada, y necesitaba un cambio. -Solté las palabras con más convicción de la que sentía en realidad.
La profesora me miró un momento, y entonces sonrió, sorprendida. -Exacto. Eso es muy acertado, Mia. A veces, el cambio llega cuando ya no se puede soportar más.
Las palabras de la profesora me calaron hondo. La comparación con lo que estaba viviendo no era difícil de ver. Aunque yo no había vivido una revolución como la de Francia, estaba en medio de un cambio personal, uno que me estaba empujando a salir de mi zona de confort, a encontrar mi lugar en un mundo que sentía ajeno.
Un Respiro Inesperado
El martes siguiente, después de clases, el grupo decidió salir a caminar por el parque. La lluvia había cesado, y el sol comenzaba a asomar tímidamente entre las nubes. Mientras caminábamos, con la brisa fresca golpeando nuestras caras, me sentí más ligera.
CJ estaba imitando a los artistas callejeros, y Gracie lo observaba, entretenida. Ali estaba revisando su teléfono, aparentemente concentrada en algo muy importante, y los gemelos discutían sobre qué tan bien podría funcionar un negocio de "pranks" en la escuela.
De repente, me sentí un poco fuera de lugar, como si estuviera viendo todo desde fuera. Había algo tan natural en ellos, en su manera de llevar la vida, que me hizo darme cuenta de que estaba comenzando a encajar. Quizás no de la manera que imaginaba, pero sí de una forma que me hacía sentir... menos sola.
Fue en ese momento cuando los gemelos, como si hubieran leído mi mente, me miraron y, al unísono, gritaron: -¡Vamos, Mia, a ser parte del plan!
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Un Día Más
Fiksi Remaja"Entre la lluvia de Nueva York y los recuerdos de Londres, Mia descubre que a veces, un día más puede cambiarlo todo. Una historia de amor, amistad y segundas oportunidades en un mundo que no siempre parece entendernos."